martes, 8 de noviembre de 2016

EL BARCO DE LOS LOCOS (1965), de Stanley Kramer

Si queréis oír el debate que sostuvimos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla a propósito de "Napoleón", de Abel Gance, podéis hacerlo aquí.

Un viaje en barco donde el mundo parece que se refugia cuando está a punto de estallar todo. Un enano se dirige a la cámara con cierto rostro enigmático, como invitándonos a descifrar el laberinto de inquietudes que se cuece en el interior de ese bote de lujo donde hay seres humanos al borde de la desesperación. Unos recién casados intentan encontrar un sitio donde vivir…no un sitio físico sino un sitio en el corazón del otro. Una mujer madura, sola, abandonada, sueña con una aventura que no tendrá lugar porque las aventuras quizá sean cosa de otro tiempo. El médico del barco encuentra una razón para seguir adelante y, sin embargo, sabe que todo acabará en el mismo momento en que las amarras lleguen a su destino. Una mujer que probó la sofisticación y la alta sociedad resulta expulsada de Cuba porque quieren que los últimos aristócratas pongan tierra de por medio y, no obstante, también encontrará una razón para seguir adelante en un barco que, irremediablemente, llegará a su destino. Un joyero judío de carácter optimista no cree que lo que esté ocurriendo en Europa sea nada serio. Por favor… ¿cómo se va a llevar adelante la locura de una guerra mundial? ¿Es que el mundo no ha aprendido nada? ¿Es que las personas no valen nada? ¿Es que ese tipo ridículo con bigotito va a acabar con todos los judíos? Paparruchas. Un nazi convencido trata de pasar su viaje como si fuera la última oportunidad de todos los que han estado esperando la ocasión de mandar sobre los demás. Un ridículo americano quiere pasar una noche de pasión con la primera que se ponga a tiro. Un bailarín español utiliza todos sus encantos para que el viaje sea una muesca más en su rosario de conquistas. El mundo contenido entre el estribor y el babor. Y mientras ese mismo mundo anuncia que ya no queda esperanza, que todo va a volverse feo e inmundo, que ya no habrá más viajes en barco.

Quizá no sea la mejor película de Stanley Kramer pero, sin duda, es una de las más ambiciosas porque pretende ponernos un espejo delante y alertarnos sobre la deriva de la época que nos rodea. Todos los personajes tienen sus propias inquietudes, sus propios miedos…todos hacen un viaje de aprendizaje a bordo de ese trasatlántico de lujo pero muy pocos aprenden la lección. Quizá porque no saben vivir, quizá porque se han quedado demasiado quietos mientras el cambio se producía y nunca creyeron que ese cambio iba a influir directamente en sus vidas. Las razones pierden peso en el agua, como todo. Mientras tanto, todas esas esperanzas y frustraciones parecen muy pequeñas comparado con todo lo que se les viene encima…y no hacen nada para remediarlo. Tal vez ese enano nos está diciendo que la infelicidad es la misma felicidad y que no sabemos apreciarla porque estamos vivos y dejamos que otros hagan y deshagan e influyan y exterminen y resulten meros espectadores pasivos de un viaje que, al llegar a su destino, será el anuncio definitivo del final más desgarrador. Y mientras tanto ustedes se preguntarán… ¿por qué este individuo me cuenta todo esto? Y yo, tal vez, responderé: Por nada. 

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

La apunto. No me suena de haberla visto, aunque leyéndote tengo mis dudas, lo mismo la confundo con otra. Lo que está claro que al Kramer director le quedó el olfato del Kramer productor. Hay que ver la de películas con repartos espectaculares que hizo, ¿Vencedores o vencidos?", "La hora final" u otra de locos "El mundo está loco, loco, loco".

Abrazos locos,locos, locos

César Bardés dijo...

Creo que es una obra que está por debajo de las que citas y también, no lo olvidemos, de "La herencia del viento". Más que nada porque, en algunos momentos, parece que se le desboca con una serie de acontecimientos que resultan poco menos que increíbles. Por ejemplo, en determinado momento, se recoge un cargamento de exiliados cubanos (en el cual va incluida Simone Signoret) y en ningún sitio se explica el por qué de todo aquello. Simone Signoret no es cubana (por si acaso me he explicado mal), es solo la señora dueña de una plantación de tabaco a la que se ha expropiado. Tampoco está muy bien explicado teniendo en cuenta que la ambientación de la película se sitúa allá por 1934 o 1935, antes de la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, Kramer sí pone sobre el tapete algunos temas interesantes, con un reparto espectacular, está muy bien rodada en ese blanco y negro que tanto le gustaba y que abandonó en su siguiente película, la no menos maravillosa "El secreto de Santa Vittoria" (y al que ya había visitado en tu mencionada "El mundo está loco, loco, loco")
Abrazos marítimos.