jueves, 19 de abril de 2018

LA CASA TORCIDA (2017), de Gilles Paquet-Brenner

Cualquiera sabe que el dinero da poder y pudre el alma. El rencor se puede esconder en la esquina menos pensada y la sangre no tarda en aparecer al trasluz de una jeringuilla. En ese momento, el dinero comienza su cacería. Los débiles quedarán apartados. Los ambiciosos jugarán sus cartas. Los inocentes pasarán a ser culpables. Y sólo un extraño puede resolver el enigma de un asesinato premeditado. Quizá todos sean las entrañas de una insidia de tal magnitud que siempre habrá una próxima víctima.
Varios son los problemas que aquejan a esta película. Uno de ellos es el primer tercio de la misma que se revela tedioso, lento, carente de interés por mucho que el misterio esté planteado y dispuesto a ser resuelto. Otro puede ser la falta de definición del actor protagonista, Max Irons, que otorga a su personaje un aire poco creíble en su permanente búsqueda entre lo negro y el salón de té. Aún otro más es que todo suena a un poco falso, a que nadie se ha creído del todo lo que se estaba contando y, en determinado momento, se notan los engranajes de todos los caracteres. Y por último es que, bajo los ropajes de la intriga, todo se viste de melodrama y la película parece navegar sin un rumbo claro y, sobre todo, sólido. Parece que todo se desmigaja como una pasta a las cinco de la tarde.
Aún se podría añadir alguno más como la torpeza en la dirección, con una planificación que, en algunos momentos, parece demencial; o que, en un vano ejercicio de virtuosismo, se trate de acelerar el ritmo para despertar a todos aquellos que se han dormido en los primeros tres cuartos de hora. También tiene aciertos, como el trabajo de Glenn Close, que ilumina la escena cuando está en ella, o un par de situaciones de tensión bien resuelta, o la excelente ambientación situada a finales de los años cincuenta. Sin embargo, nada termina de encajar. Parece como si la historia, y no la casa, es lo que estuviera torcido. Y es que no es fácil retratar los interiores de una familia de auténticos despreciables con un asesinato de fondo. Sobre todo si esto último no importa demasiado.

Las luces de la calle se filtran entre las persianas de ese sabueso que tuvo que elegir cuando no pudo amar más. La cuarteada sombra parece acusarle de mediocridad porque no corrió para recuperar a quien se fue de su lado. Claro que lo mismo se puede decir de ella. No obstante, basta una mirada a su entorno para comprender que esa chica hermosa e ideal nunca podrá tener una pareja estable. Esa familia, los Leónides, disfrutan destruyéndose unos a otros y se necesita mucho ojo detrás de la cámara para poder retratar con propiedad toda la alta suciedad. Y el director Gilles Paquet-Brenner no lo tiene, como tampoco lo tiene su guionista, Julian Fellowes que también perpetró el guión de una de las películas más sobrevaloradas de la historia como es Gosford Park, de Robert Altman. Tal vez por sus mentes pasó la idea de que bastaba con agazaparse detrás del nombre de Agatha Christie para que la gente pudiera tragarse cualquier cosa. Incluso una mala película con una buena historia. O viceversa. No se preocupen, si afinan el sentido, sabrán enseguida quién lo hizo. Lo demás es sólo relleno.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

No me llama la atención para nada esta película. Todo en ella huele a trabajo rutinario, ni siquiera la presencia de mi admirada Glenn constituye un aliciente. Es una pena la mala suerte que tiene últimamente doña Agatha con las adaptaciones, después del descarrilamiento de Mr Brannagh.

Lo de Altman sí que parece sobrevalorado, porque para semejante repartazo la cosa salió bastante mediocre, y las tropecientas nominaciones a los Oscars no estaban para nada justificadas.

En fin, estamos en plena depresión post Oscars que se llama, nos conformaremos con las migajas que nos vayan llegando de la última edición (aún está pendiente por ejemplo la de la nominación de Denzel).

Abrazos torcidos

César Bardés dijo...

No es del todo rutinario, ése quizá sea el problema. La ambientación es estupenda, muy buena, hay que reconocer que su dirección artística y su vestuario son de lo mejor. Y comprendo eso que tanto he leído por ahí diciendo que Lady Ágatha consideraba que "La casa torcida" era su mejor novela (de hecho, la leí en su momento aunque, la verdad, me acuerdo bastante poco). Pero es que el problema es que una vez planteado el misterio (que lo plantea un poco "venga, vamos que me queda la película larguita"), la película, sencillamente, se para. Y el parón dura cuarenta minutos. De hecho, me sorprendí a mí mismo porque yo jamás de los jamases me he dormido en el cine y aquí hasta cerré los ojos durante unos segundos (lo que se llama un microsueño). El misterio es atrayente y, sin embargo, el Paquet-Brenner se desliza hacia el melodrama y, lo que aún es peor, no se desliza hacia un melodrama al uso con una ambientación portentosa, no. Es un melodrama al estilo "Falcon Crest". Luego, sí, resuelve el misterio con un final que pretende ser sorprendente (aunque yo ya adiviné quién era el culpable) y que está dentro de ese revoltijo un tanto confuso que hace Paquet-Brenner para despertar a los que se habían quedado dormidos. Una decepción en un envoltorio muy atrayente.
Sí, es cierto. Lo de Lady Ágatha está siendo un poco de juzgado de guardia. Echémonos a temblar con lo de "Muerte en el Nilo", que Branagh es capaz de poner una tempestad en medio del río para mojar los bigotes a Poirot y hacer que tenga unos deseos locos de suicidarse al ver el diabólico plan que se ha perpetrado con un...melodrama de fondo.
Lo de Altman a mí sí me parece muy, muy sobrevalorado (ni siquiera se molesta en resolver el misterio que se plantea) y, sin embargo, me he encontrado a mucha gente que le encanta la película, que le parece magnífica, genial, un retrato de la clase burguesa que entra de lleno en sus inquietudes. Yo suelo rebatir con que eso ya lo hizo Jean Renoir cincuenta años antes con "La regla del juego", y mucho mejor, pero, generalmente, obtengo caras de póquer en recompensa.
Vamos a ver esta semana con la Blunt y el Krasinski (desde que me enteré que la canción "Everything", de Michael Bublé la había compuesto pensando en ella, me cae mejor la chica).
Abrazos misteriosos.