martes, 17 de abril de 2018

MILOS FORMAN: LA IMPURA GENIALIDAD



Parece que toda la obsesión de Milos Forman se centraba en presentarnos a una serie de personajes de genialidad indiscutible, pero que llevaban consigo un reproche en determinadas actitudes privadas y públicas, como si quisiera expresar que los genios, por el mero hecho de serlo, no tienen por qué ser excelentes personas. Eran personajes que siempre estaban al filo de nuestra simpatía. Por otro lado, no cabía duda de que era un director de acabado formal perfecto, algo frío en algunas ocasiones, pero con una mano de oro enfundada en un guante de terciopelo para dirigir actores. Y sus películas, invariablemente, causaban una inusitada expectación.
Checo de nacimiento, su proyección internacional se produce con una comedia curiosa, El baile de los bomberos, pero su emigración a los Estados Unidos se produce antes de tiempo por culpa de la triste Primavera de Praga y, allí, en las Américas, realiza un film independiente y de bajo presupuesto titulado Juventud sin esperanza, que llama la atención porque se ve que hay un director con cosas que contar. Donde realmente su talento comienza a ser incuestionable es en la excepcional Alguien voló sobre el nido del cuco, basada en la obra de Ken Kesey que Kirk Douglas y Gene Wilder representaron sobre el escenario. Douglas compró los derechos y nadie quiso llevar adelante el proyecto, así que se los regaló a su hijo Michael. Éste se asoció con Saul Zaentz y la impecable realización de Forman culmina con unas extraordinarias interpretaciones de Jack Nicholson, la impresionante Louise Fletcher como la enfermera Ratched y Brad Dourif. Este sobrecogedor relato sobre las instituciones mentales y sus brutales torturas morales contrasta con ese blanco esterilizado y aséptico que recubre el aspecto visual del film tan sólo fracturado por ese bosque hacia el que corre el indio que no habla, pero que habla, árboles de libertad, ambiente al que pertenece como una fantástica parábola de la fuerza de voluntad para salir de la enfermedad mental. Quizás Forman, además de ajustar cuentas con su pasado más reciente, también nos dice que, para curarse, hay que querer curarse y que ésa sea, posiblemente, la mejor solución. Una excepcional película que le vale su primer Oscar.
A partir de aquí espacia sus proyectos durante años debido a su fama de director atento al más mínimo detalle y, desde luego, no parece ser el hombre más adecuado para adaptar el musical Hair. En toda ella hay una cierta emoción hacia la rebeldía y hacia la amistad verdadera, de auténtico estremecimiento en ese momento en el que Treat Williams, asumiendo la personalidad de su amigo John Savage, va camino del avión que le va a llevar a Vietnam para morir en su lugar mientras canta aquello de “…and I believe in Claude, that´s me, that´s me, that´s me…” dentro del himno que supuso para toda una generación el tema Let the sunshine in.
Tres años después, Ragtime, una película que nos habla de los cimientos de un país construido sobre bases de violencia y racismo. Una película elegante, no muy reconocida en el momento de su estreno aunque tuviera ocho nominaciones al Oscar que, además de significar la vuelta al trabajo de un ya anciano James Cagney después de veinte años de retiro, nos descubrió a un magnífico actor, ya malogrado, llamado Howard Rollins Jr., que, algún tiempo después, también haría un excelente trabajo en Historia de un soldado, de Norman Jewison. La película habla con autoridad de los turbulentos años de principios de siglo con el embrión de la brutalidad racista y su respuesta desmesurada como única salida en un país que no daba tanta igualdad de oportunidades como siempre se ha creído.
Quizás la mejor película de toda la carrera de Milos Forman sea Amadeus, basada en la obra teatral de Peter Shaffer, pero adaptada con una sabiduría incomparable. Desde el principio del film, con el intento de suicidio de Salieri acompañado por los extraordinarios primeros compases de la Sinfonía número 25, de Mozart, sabemos que estamos ante una obra excepcional que nos habla sobre la angustia de la creación, de la mediocridad, de la envidia teñida de admiración, del genio y de la posteridad con secuencias tan mágicas como el dictado del Réquiem de Mozart a Salieri; o el momento en que el compositor italiano ojea el cuaderno de trabajo de Mozart, instante en el que confluyen el dolor y la belleza, la decepción y la perfección, la ira y la rendición. Además de todo ello, está la memorable interpretación de Murray Abraham como Salieri y la irritante recreación de niño nunca crecido que asegura que es “un hombre vulgar pero con una música que no lo es” que hace Tom Hulce como Mozart, ese genio que, al pie de una estatua situada en la ladera del Monte de los Capuchinos, en Salzburgo, se le tilda de “joven, grande, tardíamente reconocido y nunca alcanzado”. Con esta película, Forman alcanzaba su segundo Premio de la Academia.
Después de hacer esperar al público varios años, Milos Forman aborda la adaptación de Les liasons dangereuses, de Choderlos de Laclos con el título de Valmont pero, durante el rodaje, llega hasta sus oídos que, simultáneamente, se está rodando otra versión de la misma historia dirigida por Stephen Frears, Las amistades peligrosas, con un espectacular reparto encabezado por Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer mientras que Forman, en los mismos papeles, tiene nombres menos llamativos para el público como son los de Annette Bening, Colin Firth y Meg Tilly. Dado que la competencia feroz nunca ha sido buena porque da lugar a odiosas comparaciones, Forman decide retrasar el estreno durante un año. Aún cuando su versión es correcta, queda totalmente empequeñecida ante la mejor dirección de Frears, de cariz más espectacular, más ágil y más brillante, con tonos más vivos, con espléndidas interpretaciones y un guión de mayor altura firmado por Christopher Hampton. Valmont es una película más oscura, más íntima, más pausada, más personal si se quiere, pero menos universal y algo más indulgente y romántica. Tal vez hubo demasiada cercanía en el tiempo y de lo que no cabe duda es que Valmont constituyó un enérgico paso atrás en la carrera de Forman. Tanto es así que el director se quedó sin su sempiterno productor, que le había acompañado desde los tiempos de Alguien voló sobre el nido del cuco, Saul Zaentz, y le cuesta nada menos que siete años encontrar otro que, finalmente, resulta ser Oliver Stone.
El proyecto que decide rodar es El escándalo Larry Flynt, sin duda una historia muy al gusto de su productor sobre la rebeldía del editor de la revista Hustler (un notabilísimo Woody Harrelson) que entabló una batalla legal contra la justicia estadounidense por culpa de la osadía de sus publicaciones. Los absurdos pleitos en los que se ve metido (al fin y al cabo, él no engañaba a nadie sobre los contenidos de la revista y todo se solucionaba comprándola o no abriéndola) que, en ocasiones, fueron convertidos en un circo grotesco para llamar la atención del público, también es una lucha a favor de la libertad de prensa y de expresión. Otra vez Forman nos presenta a uno de sus genios impuros con una presentación brillante aunque con la evidencia de una producción más modesta.
En cambio Man on the moon, recibió muy malas críticas y, tal vez, no es una película tan mala. Presenta grandes dificultades llevar al cine la historia de un cómico que disfrutaba con la provocación y con la confusión a través de dobles personalidades para lograr que la película sea algo coherente y que, sin embargo, esté dominada por ese permanente espíritu de contradicción. Por si fuera poco, la interpretación que Jim Carrey realiza del cómico Andy Kaufman es más que sobresaliente y hay momentos realmente innovadores (comenzar la película por los títulos de crédito finales es toda una osadía además de una declaración de intenciones) y, una vez más, algo de genialidad reprochable hay en un hombre que no dudó en invitar a todo el público asistente a su recital en el Carnegie Hall a leche con galletas por reírse con sus chistes.
Su última película fue Los fantasmas de Goya que fue otro fracaso decepcionante. A pesar de que Forman puso mucha de su sabiduría visual para plasmar el universo del inmortal aragonés, la producción estuvo sembrada de dificultades que se acentuaron con la mala relación de Forman con el actor Javier Bardem debido a sus diferentes puntos de vista a la hora de enfocar su contradictorio personaje. Eso, en definitiva, lastró una película que se perdió en explicaciones innecesarias, pero que se combina con otros momentos brillantes (Goya, interpretado por Stellan Skarsgard, alejándose por un callejón mientras unos niños bailan alrededor de un carromato atestado de muertos) que dejan constancia de la gran película que podría haber sido si Forman hubiese contado con una mayor coherencia en el guión y un actor más dispuesto a colaborar.

Milos Forman se ha ido. Ya no volveremos a saber de él. Ya no podremos experimentar una sensación cercana a la desmitificación (no acompañada de desglorificación) de genios mirados con ojos de cierta reprobación. Algo que, en sí mismo, entraña una dosis justa de paradoja, que hace que su cine siempre pueda verse como algo nuevo y diferente a pesar de abundar con insistencia en el mismo tema. Tal vez, él mismo fuera un personaje propio de sus películas y quien habla de lo que sabe, sabe de lo que habla. De ahí que su cine fuera tan perfecto, tan medido, tan fascinante en la puesta en escena y, al mismo tiempo, tan sencillo, tan impresionante, tan limpio de estilo…y tan impuro.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Se nos ha ido un referente, cuya ausencia nos duele como la que más. Porque yo he llegado a ver en el cine las 3 últimas películas de las que hablas, porque "Amadeus" la veo casi cada Navidad y porque "Alguien voló sobre el nido del cuco" es una de las mejores películas de aquella década tan especial y tan denostada injustamente como fueron los setenta.

Si hay un tema que unifica la filmografía de Forman es sin duda el de la libertad. Tal vez porque fue un fin que siempre escaseó en su vida y siempre tuvo que huir en su busca. Efectivamente, leía estos días que antes de marcharse definitivamente a Estados Unidos, Forman estuvo una temporada en Francia y le pilló todo aquel lío del 68. Y miraba con cierto descreimiento a aquellos jovenzuelos que estaban clamando por los mismos sistemas que habían acabado instaurando aquello de lo que él justamente venia huyendo. Hay varios héroes que representan esas ansias de libertad, McMurphy, el Jefe, Larry Flint, incluso Goya atrapado en sus fantasmas y en su época.

Una filmografía completísima. Un director excelente.

Abrazos desde el nido

César Bardés dijo...

Es muy curioso que, a pesar de sus excelencias, que, desde luego, las tenía, fuera un director que no se nombrara demasiado como una referencia y yo creo que sí que lo es. El cuidado de su puesta en escena, ya fuera en película de estética más espectacular como puede ser "Amadeus" o en películas de estética más abandonada como puede ser "Hair", tiene que ser un referente para muchos. Además no se contentaba solo con contar una historia sino que tenía mucha miga dentro de cada una de sus películas relacionadas, sin duda, con esa libertad que él supo apreciar a cada paso que daba. Sus personajes son siempre interpretados por actores muy poderosos, auténticos torbellinos que arrasan todo a su paso y que, en su propia y legítimo derecho a la libertad, cometían errores enormes sujetándose a las pasiones humanas, como en todos esos personajes que citas. Lo cierto es que se nos ha ido un grandísimo director, muy poderoso visualmente, muy certero en sus películas, muy atinado en sus conclusiones.
Yo no le voy a olvidar.
Abrazos con pelo largo.