viernes, 4 de mayo de 2018

7 DÍAS EN ENTEBBE (2018), de José Padilha

La revolución es una mujerzuela que se deja seducir para, luego, caer siempre en manos de los políticos. No deja de ser atractiva la idea de luchar para conseguir una supuesta liberación de unos fascismos inventados que se basan en la idea de que la democracia debe tener siempre un orden más o menos controlado. Ellos, a sí mismos, se denominan luchadores por la libertad. Su verdadero nombre es el de terroristas.
Así pues, en manos de estos irracionales revolucionarios, cualquier opción que no sea la propia, se tilda de fascismo. Es así de fácil. Si un país decide compensar a otro al que se le hizo daño, es fascismo. Si se detiene a gente de la misma cuerda, por muy sangriento que sea el delito, es fascismo. Si el capitalismo se instala por fracaso del comunismo, también es fascismo. Es el atajo de las ideas por un idealismo que no deja de ser un chiste sin gracia. Más que nada porque ese chiste cuesta vidas de gente inocente. Eso no quita para que no se reconozca que el núcleo de esa radicalidad nace en el dolor de las políticas criminalmente equivocadas de determinados gobiernos. Y los que pagan, siempre y sin excepción, son los inocentes. De esas políticas y de esas reacciones extremistas. El resto, ya se sabe, es fascismo. Incluso la inocencia es fascismo.
Dentro de los revolucionarios están los que pretenden una venganza disfrazada con ideas. No deja de ser venganza. También están los que sólo desean el derramamiento de sangre y las vidas ajenas con tal de hacer visible un problema, como si el resto del mundo fuera sordo, mudo y ciego. Por último, está el revolucionario dudoso, el que es partidario de la acción, pero que no está dispuesto a pagar con el asesinato como contrapartida de las matanzas que se perpetran con pueblos que, supuestamente, son tan socialistas, comunistas o izquierdistas como ellos sin que, por ejemplo, reconozcan algo tan sumamente básico como es la igualdad de la mujer o que se alíen con un payaso dictador que se comía en una suculenta cena a sus propios ministros. Esa revolución, desde su mismo nacimiento, es un fracaso. Y eso es algo que se presiente desde el principio.
Por otro lado, hay países que no negocian con terroristas y, quizá, la única solución que se les deja es actuar con mayor audacia y aún más ímpetu. Tratar de proteger a los ciudadanos de un país es una de las prioridades de cualquier gobierno democrático en materia de seguridad. Y eso no es fascismo. Hace mucho que el mundo se desangra por el mismo lado y aún no hemos solucionado el problema.

Con cierta originalidad, José Padilha pone en escena el secuestro de un avión que conmocionó al mundo en 1976 con el posterior rescate por parte del Ejército israelí. Mención especial merecen Rosamund Pike, que responde con eficacia al perfil de la perfecta revolucionaria que vislumbra el fracaso, pero que sigue adelante a pesar de todo, y de Eddie Marsan en la piel de Shimon Peres, ambiguo, con cierta dosis de insidia y fascinante en algunas de sus reacciones. La película es efectiva y, desde luego, la mejor versión que se ha hecho hasta el momento de aquellos hechos por encima de Victoria en Entebbe, de Marvin Chomsky; o de la ligeramente superior Brigada antisecuestro, de Irvin Kershner. No es decir mucho, pero, al menos, se tendrá una idea aproximada de cómo se mueven algunos supuestos revolucionarios de hoy en día y eso ya es algo.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

La tenía entre mis posibles (aunque Denzel, Spacey y Dean Stanton piden paso), y me había echado para atrás algunas críticas negativas que leí, pero ahora con lo tuyo, creo que la pondré en la cola. Rosamund Pike es una gran actriz, y desde luego lo mejor de una película que a mí me convence más bien poco como es "Perdida". A Padilha le he visto las dos entregas de "Tropa de élite" y casi te digo que me quedo con la segunda antes que con la primera.

Abrazos secuestrados

César Bardés dijo...

A ver, no es ninguna maravilla, eso que vaya por delante. Creo que es una película que presta atención a los secuestradores mucho más que a la tropa de élite que llevó a cabo el rescate y, en segundo lugar, también al conflicto entre Rabin y Peres, uno partidario de la negociación y el otro no. De ahí que también destaque el trabajo de Eddie Marsan que encarna a un Shimon Peres muy curioso. Bien es verdad que, al final, Peres dio un giro en su trayectoria política y se apuntó a las teorías y maneras de Rabin pero aquí se comportó como un halcón.
En cuanto a Pike, estoy contigo, es una gran actriz y da muy, muy bien el perfil de revolucionaria. Me la creo en todo momento.
El que nunca me ha gustado y sigue sin gustarme es Daniel Brühl, al que valoré muchísimo en "Rush" (de lejos, su mejor papel) pero que no, que no me convence en nada de lo que ha hecho aparte de ésa. Aquí tampoco. Recordemos que en una de las versiones anteriores su papel lo hizo Helmut Berger y en la otra, Horst Buchholz. Sin ser ningún amante de los dos, ambos lo hacen mejor. También quizá se echa de menos alguna mirada más a Idi Amin (dibujado como un niño de mamá que siente que tiene un juguete entre las manos. En una de las versiones Yaphet Kotto lo hace muy bien y eso, por supuesto, sin nombrar a Forest Whitaker en "El último rey de Escocia" en la que sale este episodio un poco de soslayo hacia el final).
Ya te digo, se alternan fallos y aciertos y, desde luego, es la versión más acabada. Lo más interesante es un poco ese paralelismo abrumador que hace Padilha con una especie de ballet dramático y que llega a impresionar. No desvelo nada, es la primera secuencia de la película.
Abrazos atónitos.