La
revolución es una mujerzuela que se deja seducir para, luego, caer siempre en
manos de los políticos. No deja de ser atractiva la idea de luchar para
conseguir una supuesta liberación de unos fascismos inventados que se basan en
la idea de que la democracia debe tener siempre un orden más o menos
controlado. Ellos, a sí mismos, se denominan luchadores por la libertad. Su
verdadero nombre es el de terroristas.
Así pues, en manos de
estos irracionales revolucionarios, cualquier opción que no sea la propia, se
tilda de fascismo. Es así de fácil. Si un país decide compensar a otro al que
se le hizo daño, es fascismo. Si se detiene a gente de la misma cuerda, por muy
sangriento que sea el delito, es fascismo. Si el capitalismo se instala por
fracaso del comunismo, también es fascismo. Es el atajo de las ideas por un
idealismo que no deja de ser un chiste sin gracia. Más que nada porque ese
chiste cuesta vidas de gente inocente. Eso no quita para que no se reconozca
que el núcleo de esa radicalidad nace en el dolor de las políticas
criminalmente equivocadas de determinados gobiernos. Y los que pagan, siempre y
sin excepción, son los inocentes. De esas políticas y de esas reacciones
extremistas. El resto, ya se sabe, es fascismo. Incluso la inocencia es
fascismo.
Dentro de los
revolucionarios están los que pretenden una venganza disfrazada con ideas. No
deja de ser venganza. También están los que sólo desean el derramamiento de
sangre y las vidas ajenas con tal de hacer visible un problema, como si el
resto del mundo fuera sordo, mudo y ciego. Por último, está el revolucionario
dudoso, el que es partidario de la acción, pero que no está dispuesto a pagar
con el asesinato como contrapartida de las matanzas que se perpetran con
pueblos que, supuestamente, son tan socialistas, comunistas o izquierdistas
como ellos sin que, por ejemplo, reconozcan algo tan sumamente básico como es
la igualdad de la mujer o que se alíen con un payaso dictador que se comía en
una suculenta cena a sus propios ministros. Esa revolución, desde su mismo
nacimiento, es un fracaso. Y eso es algo que se presiente desde el principio.
Por otro lado, hay
países que no negocian con terroristas y, quizá, la única solución que se les
deja es actuar con mayor audacia y aún más ímpetu. Tratar de proteger a los
ciudadanos de un país es una de las prioridades de cualquier gobierno
democrático en materia de seguridad. Y eso no es fascismo. Hace mucho que el
mundo se desangra por el mismo lado y aún no hemos solucionado el problema.
Con cierta
originalidad, José Padilha pone en escena el secuestro de un avión que
conmocionó al mundo en 1976 con el posterior rescate por parte del Ejército
israelí. Mención especial merecen Rosamund Pike, que responde con eficacia al
perfil de la perfecta revolucionaria que vislumbra el fracaso, pero que sigue
adelante a pesar de todo, y de Eddie Marsan en la piel de Shimon Peres,
ambiguo, con cierta dosis de insidia y fascinante en algunas de sus reacciones.
La película es efectiva y, desde luego, la mejor versión que se ha hecho hasta
el momento de aquellos hechos por encima de Victoria
en Entebbe, de Marvin Chomsky; o de la ligeramente superior Brigada antisecuestro, de Irvin
Kershner. No es decir mucho, pero, al menos, se tendrá una idea aproximada de
cómo se mueven algunos supuestos revolucionarios de hoy en día y eso ya es
algo.
2 comentarios:
La tenía entre mis posibles (aunque Denzel, Spacey y Dean Stanton piden paso), y me había echado para atrás algunas críticas negativas que leí, pero ahora con lo tuyo, creo que la pondré en la cola. Rosamund Pike es una gran actriz, y desde luego lo mejor de una película que a mí me convence más bien poco como es "Perdida". A Padilha le he visto las dos entregas de "Tropa de élite" y casi te digo que me quedo con la segunda antes que con la primera.
Abrazos secuestrados
A ver, no es ninguna maravilla, eso que vaya por delante. Creo que es una película que presta atención a los secuestradores mucho más que a la tropa de élite que llevó a cabo el rescate y, en segundo lugar, también al conflicto entre Rabin y Peres, uno partidario de la negociación y el otro no. De ahí que también destaque el trabajo de Eddie Marsan que encarna a un Shimon Peres muy curioso. Bien es verdad que, al final, Peres dio un giro en su trayectoria política y se apuntó a las teorías y maneras de Rabin pero aquí se comportó como un halcón.
En cuanto a Pike, estoy contigo, es una gran actriz y da muy, muy bien el perfil de revolucionaria. Me la creo en todo momento.
El que nunca me ha gustado y sigue sin gustarme es Daniel Brühl, al que valoré muchísimo en "Rush" (de lejos, su mejor papel) pero que no, que no me convence en nada de lo que ha hecho aparte de ésa. Aquí tampoco. Recordemos que en una de las versiones anteriores su papel lo hizo Helmut Berger y en la otra, Horst Buchholz. Sin ser ningún amante de los dos, ambos lo hacen mejor. También quizá se echa de menos alguna mirada más a Idi Amin (dibujado como un niño de mamá que siente que tiene un juguete entre las manos. En una de las versiones Yaphet Kotto lo hace muy bien y eso, por supuesto, sin nombrar a Forest Whitaker en "El último rey de Escocia" en la que sale este episodio un poco de soslayo hacia el final).
Ya te digo, se alternan fallos y aciertos y, desde luego, es la versión más acabada. Lo más interesante es un poco ese paralelismo abrumador que hace Padilha con una especie de ballet dramático y que llega a impresionar. No desvelo nada, es la primera secuencia de la película.
Abrazos atónitos.
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