Debido a la festividad de San Isidro, el martes no habrá artículo. Volvemos el miércoles 16 con más ganas para enfilar la recta final hasta las vacaciones de verano. Mientras tanto, id al cine. No deja secuelas.
El gran Bernzy no solo
es el tipo que primero se presenta en la escena del crimen, también es el
individuo que trata de sacar la fotografía de la víctima antes de que la
policía contamine el lugar. Y si hay que cambiar un sombrero de sitio para
favorecer el drama y el impacto, bueno, al fin y al cabo, eso no va a hacer que
se encuentre al asesino. El gran Bernzy extrae el alma de los muertos y, en sus
ratos libres, también de los vivos. Se coloca lo suficientemente cerca como
para que su cámara fije el momento y ya lo tiene. Su ojo público presta
testimonio. Y, tal vez, eso hará que otros hagan mejor su trabajo.
Todo el mundo cree que
el gran Bernzy no tiene ética, que es un crápula al que solo le importan sus
fotografías y llegar el primero a cualquier redacción para que, por unos pocos
dólares, la instantánea salga en primera página. Quizá porque es pequeño y su
cara no es precisamente el reflejo de la honradez. Están totalmente
equivocados. Si hay un motivo, el gran Bernzy irá hasta el mismo infierno para
demostrar que tiene una ética que aún nadie ha podido quebrantar. Es lo único
que le queda ante tanta vileza en esa ciudad de crimen y vicio. Puede que en
algún lugar, escondida tras una ropa de lujo y un maquillaje espectacular, se
halle una mujer que sea quien realmente robe el alma del gran Bernzy. Y él
luchará con su sombrero marrón y su baja estatura para fingir, aunque solo sea
por unos instantes, que es un tipo que merece mucho la pena. Por allí anda un
asunto con bonos de gasolina y un contrabando que no beneficia en nada a los
chicos de ultramar. Huele mal y es peligroso. Y Bernzy no tiene más armas que
una cámara de fotos y un flash. Poca cosa para que esa mujer de ensueño se fije
en él. Poca cosa para que se dé cuenta de que el gran Bernzy también es grande
por algo más que sus fotografías.
Impresionante
interpretación de Joe Pesci en el que es, quizá, el mejor papel de su carrera,
aún mejor que sus trabajos para Martin Scorsese. En ese alma de fotógrafo se
encuentra un conflicto de frustraciones y deseos y una fachada de granuja
impecable que solo se revela a través de la imagen. Su gran Bernzy es un
personaje de intensa sinceridad a pesar de que se mueve a través de engaños y
solo el matiz de Pesci consigue transmitir esa sensación de alguien que,
adaptado al ambiente corrupto, aún conserva su dignidad intacta. No es fácil
encontrar hombres como el gran Bernzy. Solo él podrá decirnos con fidelidad qué
es lo que ocurrió.
2 comentarios:
Sé del gran cariño que le tienes a esta película, ese que te ha llevado incluso a jugar con su título y hacerle un guiño en uno de tus "best sellers". Recuerdo haber visto esta película en el cine cuando se estreno, y haberla redescubierto gracias a ti. Es una de las muchas cosas que tengo que agradecer. Joe Pesci está fabuloso, como también lo está, muy bella, también Barbra Herhey. Y por supuesto la peli tiene cierto tono scorsesiano,aunque a veces también se decanta por el toque más elegante que le dio Coppola a su famosa trilogía (aunque aquí el mérito es que los protagonistas no son los gangsters sino los que están al otro lado lo que le da también originalidad al asunto).
Felices isidros
Abrazos con flash
Pues sí, tienes toda la razón. La tengo un gran cariño y, sí, jugué con su título para hacer uno de mis afamados y nunca bien ponderados "best-sellers". De hecho, considero que, sin ningún reparo, puede ser la mejor película de cine negro de los noventa. Sí, por encima de "L.A. Confidential" y a bastante distancia de "El demonio vestido de azul". Creo que Pesci, solamente por esta película, merecería todos los Oscars del mundo. Y también creo que tienes mucha razón diciendo que la película mezcla, con suma elegancia, a Scorsese con Coppola (la escena de la matanza que fotografía Pesci es puro Scorsese, toda la presentación y el tema de cómo hace las fotos es puro Coppola). El realizador no ha pasado precisamente a la historia (es una película que, cuando se estrenó, en las Navidades del 92 fue a ver muy poca gente, entre otras cosas porque la distribución se limitó, al menos en Madrid, a ponerla en salas de V.O) pero se nota que en la producción está la mano de Zemeckis. Lo cierto es que aún recuerdo la sensación que me causó esa presentación de créditos con las fotos revelándose al son de una música de lo más misteriosa y atrayente. A partir de ahí, fui prisionero de ella.
Abrazos sin honorarios.
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