miércoles, 30 de mayo de 2018

LA SOGA (1948), de Alfred Hitchcock

El crimen perfecto para demostrar las mentes perfectamente superiores. Propio de cerebros enfermos que se recrean en su propia deformidad, de estúpidos pretenciosos que creen que la decisión sobre la vida y la muerte les pertenece por derecho y de sociópatas delirantes que tergiversan todo lo aprendido para crear la élite del pensamiento y de la actitud. Y parece normal porque no hacen más que exhibirse con su machacona e impensable melodía al piano, sus conversaciones de intelectualidad pedante, su permanente juego de humillación a cada paso. La soga se va apretando y no es precisamente alrededor del cuello de la víctima.
Su narcicismo intelectual llega hasta tal punto que, de alguna manera, pretenden mostrar su obra magna a alguien que ellos creen que está a su mismo nivel. El agobio se hace patente cuando uno de los invitados se retrasa. Lo que menos importa es el frugal ágape que no es más que la excusa para cenar con un muerto presente. Malditos arrogantes. Creen que todo el mundo es despreciable, entre otras cosas, porque sienten dolor, sienten preocupación e, incluso en algunos casos, hasta sienten amor. No como ellos que basan su relación en la inteligencia superior y en otros estadios de la relación íntima. El tiempo pasa y pretenden restregar con una insolencia inusitada su propio crimen en la cara de los que más sufren por la ausencia de la víctima. Refinados en su tortura moral, tratan de demostrar la superioridad que les caracteriza siendo, de alguna forma, brillantes en sus pistas. Luego, al fin y al cabo, nadie podrá decir que no lo pusieron fácil. El asesinato no tiene ningún sentido si nadie se entera de que se ha cometido. ¿Quiere un trozo de tarta?

Al otro lado de la astucia, un maduro profesor de ideas algo excéntricas se erige como un rival de cuidado. Su capacidad de observación le coloca en la atalaya del crimen y puede vigilar todos los movimientos de los invitados. Quizá es una lucha contra sí mismo porque sabe que tiene parte de responsabilidad en la atroz muerte de un ser inocente. La soga está en su mano, desatada, desvaída y, sin embargo, acusa en sus extremos a los asesinos. La mejor presión es aquella que se ejerce sin llegar a decir nada en absoluto. Así, de alguna manera, los asesinos se delatarán por sí mismos. Un solo plano secuencia basta para narrar toda la historia. Como una obra de teatro con un final infeliz porque los protagonistas acaban por ser presas cazadas en su propia maraña mental. La soga se aprieta definitivamente y no les deja respirar. Es la hora de desenmascarar la crueldad disfrazada de la falaz superioridad moral. Cuidado con eso. Sólo fabrica a criminales sin ningún aprecio por la vida humana.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Buenos dias, buena película pero muy posiblemente sea esta, de las pelis mas consideradas del maestro, la que menos me convence. Saludacos

César Bardés dijo...

Yo creo que es un ejercicio visual extraordinario. Tengamos en cuenta que por aquel entonces no había tecnología informática y que el único truco del que se sirvió para hacer una película entera en plano secuencia fue enfocar un objeto inmóvil (o unas espaldas) para poder cambiar el rollo de la película que tenía una duración de quince minutos.
Aparte de todo eso, también me parece un argumento apasionante, que, digamos, encierra la trama en un espacio teatral a partir de lo mismo que, años después, contó Richard Fleischer en "Impulso criminal". Vale...no es una de las grandísimas películas del maestro...pero a ver si encuentras a algún cineasta actual que haga esto de esta manera.
Saludos.

Unknown dijo...

No, no quiero quitarle ningún merito a la película, estaría bueno. Sé de su dificultad y todo eso, pero ya te digo, a mi no me llega a calar tanto como otras tantas del maestro. Al principio, pensé que era por su tono demasiado teatral, pero ahí está "La huella" que me parece sublime (posiblemente para mí, lo mejor de su autor junto a "El fantasma y la señora Muir" de su director). Ya te digo, es un "problema" mío con esta cinta. Saludos.

César Bardés dijo...

Todos tenemos "problemas" con determinadas películas. Lo de Mankiewicz, pues sí, sin duda, "La huella" es magistral. Te contaré un secreto. Para mí todo lo de Mankiewicz es magistral aunque haya películas mejores y peores.
Saludos.

dexterzgz dijo...

Yo no sólo creo que es una excelente película sino que además la prueba evidente de que al tito Alfred no se le ponía nada por delante. Era un virtuoso tanto a nivel técnico como a nivel narrativo. Y un socarrón de la leche (espectacular su cameo esta vez). Creo que tú ves un fotograma de una película de Hitch y sin decirte quién es sabes que es de Hitch. A ver si encuentras a algún cineasta actual que haga esto de esta manera.

Abrazos desde el arcón

César Bardés dijo...

Pues tienes toda la razón. Creo que es uno de los más grandes y que aquí hace un ejercicio dificilísimo que, ante todo, delata la seguridad que poseía a la hora de abordar cualquier historia.
Abrazos con libros.