Detrás
de las razones que impulsan a una mujer que ha probado el éxito en las
pasarelas para irse a la primera línea del frente, hay muchos argumentos
personales. Quizá la certeza de que la ociosidad no aporta nada en una situación
de emergencia, o que el mundo merece saber lo que está ocurriendo en medio de
las trincheras. Sin embargo, esa extraordinaria mujer, llena de valor, tiene
que batallar en medio de un ambiente de hombres que no ven con buenos ojos que
ellas se arriesguen, que solamente otorgan pases militares y que, cuando todos
los obstáculos se han salvado, lo que ella encuentra en Europa es un horror que
va más allá de todo lo imaginable.
Eso hace que su mirar
esté lleno de tristeza. Nunca podrá recuperarse de lo que ha visto porque es de
una crueldad sin límite aunque ella no deje de pensar en ningún momento que es
algo que todos deben conocer para que no se vuelva a repetir. Su forma de
entornar los ojos dejará ese matiz de experiencia que ha llevado hasta ahora y
se tornará en un permanente aviso de que ha perdido toda la esperanza en la
Humanidad. Seguirá con el hombre de su vida, criará a un hijo y no dejará de
intentar hacerlo bien, pero la tristeza será tan abrumadora que nunca jamás
volverá a hablar de lo que vio, de lo que fotografió y de lo que sintió.
En esta película de
Ellen Kuras hay más cine que en todas las nominadas a la edición de los Oscars
de este año. Y no es una película redonda. Parece que se entretiene demasiado
en algunos pasajes y quiere hacer un excesivo énfasis en determinados
sentimientos, pero contiene una maravillosa interpretación de Kate Winslet, que
otorga al personaje de Lee Miller muchísimos matices, además de una saludable
vena artística desinhibida que hace que su trabajo sea el de una gran actriz
dominando todos los resortes del drama. El ambiente bélico está bien captado,
con momentos de gran peligro y, sobre todo, el horror innombrable que Lee
Miller descubrió con sus fundamentales fotografías sobre el exterminio
sistemático de un tercio de los judíos de toda Europa y su lucha para que se
publicaran que, curiosamente, acaba por ser una de las razones más poderosas
para su silencio. El resultado es una película con momentos absorbentes, antes
que brillantes, con secuencias estupendas como el instante en que ella se
introduce en la residencia habitual de Adolf Hitler y realiza una instantánea
memorable. Además, habría que destacar la valentía de Winslet, dejando bien a
las claras que no está en su mejor momento físico, pero aprovechando la
circunstancia para otorgar mayor credibilidad a su personaje. Ya van quedando
pocas actrices como ella.
Tal vez haya que comprometerse un poco en este mundo confuso, que intenta imponernos por la fuerza determinadas actitudes. Puede que alguien, en algún lugar, tenga los suficientes redaños como para contar la verdad y desmontar tanta mentira y tanta información falaz. No hay nada como plantarse allí donde caen las bombas y contarlo, contarlo seriamente, contarlo con rigor. Eso es lo que merece el mundo. Lo demás son sólo falsos deseos para gozar de los quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol. Sin embargo, para hacer todo eso, hace falta sufrir mucho, dar más, pensar todo, moverse con pericia, saber lo que se hace y para qué y dejarse de egoísmos, de conveniencias, de veleidades ideológicas. Lee Miller pagó un alto precio para contar la verdad y para dejar testimonio de ella. Y los más cercanos a ella tardaron mucho en saber qué es lo que había visto con sus ojos inundados en tristeza.
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