jueves, 20 de marzo de 2025

LEE MILLER (2023), de Ellen Kuras

 

Detrás de las razones que impulsan a una mujer que ha probado el éxito en las pasarelas para irse a la primera línea del frente, hay muchos argumentos personales. Quizá la certeza de que la ociosidad no aporta nada en una situación de emergencia, o que el mundo merece saber lo que está ocurriendo en medio de las trincheras. Sin embargo, esa extraordinaria mujer, llena de valor, tiene que batallar en medio de un ambiente de hombres que no ven con buenos ojos que ellas se arriesguen, que solamente otorgan pases militares y que, cuando todos los obstáculos se han salvado, lo que ella encuentra en Europa es un horror que va más allá de todo lo imaginable.

Eso hace que su mirar esté lleno de tristeza. Nunca podrá recuperarse de lo que ha visto porque es de una crueldad sin límite aunque ella no deje de pensar en ningún momento que es algo que todos deben conocer para que no se vuelva a repetir. Su forma de entornar los ojos dejará ese matiz de experiencia que ha llevado hasta ahora y se tornará en un permanente aviso de que ha perdido toda la esperanza en la Humanidad. Seguirá con el hombre de su vida, criará a un hijo y no dejará de intentar hacerlo bien, pero la tristeza será tan abrumadora que nunca jamás volverá a hablar de lo que vio, de lo que fotografió y de lo que sintió.

En esta película de Ellen Kuras hay más cine que en todas las nominadas a la edición de los Oscars de este año. Y no es una película redonda. Parece que se entretiene demasiado en algunos pasajes y quiere hacer un excesivo énfasis en determinados sentimientos, pero contiene una maravillosa interpretación de Kate Winslet, que otorga al personaje de Lee Miller muchísimos matices, además de una saludable vena artística desinhibida que hace que su trabajo sea el de una gran actriz dominando todos los resortes del drama. El ambiente bélico está bien captado, con momentos de gran peligro y, sobre todo, el horror innombrable que Lee Miller descubrió con sus fundamentales fotografías sobre el exterminio sistemático de un tercio de los judíos de toda Europa y su lucha para que se publicaran que, curiosamente, acaba por ser una de las razones más poderosas para su silencio. El resultado es una película con momentos absorbentes, antes que brillantes, con secuencias estupendas como el instante en que ella se introduce en la residencia habitual de Adolf Hitler y realiza una instantánea memorable. Además, habría que destacar la valentía de Winslet, dejando bien a las claras que no está en su mejor momento físico, pero aprovechando la circunstancia para otorgar mayor credibilidad a su personaje. Ya van quedando pocas actrices como ella.

Tal vez haya que comprometerse un poco en este mundo confuso, que intenta imponernos por la fuerza determinadas actitudes. Puede que alguien, en algún lugar, tenga los suficientes redaños como para contar la verdad y desmontar tanta mentira y tanta información falaz. No hay nada como plantarse allí donde caen las bombas y contarlo, contarlo seriamente, contarlo con rigor. Eso es lo que merece el mundo. Lo demás son sólo falsos deseos para gozar de los quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol. Sin embargo, para hacer todo eso, hace falta sufrir mucho, dar más, pensar todo, moverse con pericia, saber lo que se hace y para qué y dejarse de egoísmos, de conveniencias, de veleidades ideológicas. Lee Miller pagó un alto precio para contar la verdad y para dejar testimonio de ella. Y los más cercanos a ella tardaron mucho en saber qué es lo que había visto con sus ojos inundados en tristeza.

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