viernes, 28 de marzo de 2025

MAIGRET (2022), de Patrice Leconte

 

Hace ya unos cuantos años, al director Patrice Leconte se le reconoció un estilo ciertamente original con ese cuento de amor y sexo que fue El marido de la peluquera, con un Jean Rochefort obsesionado con su mujer y descubriendo a Anna Galiena para deleite de un público que se quedaba boquiabierto con su arte y su belleza. Ahora se ha lanzado a adaptar de nuevo a Georges Simenon, después de la inquietante Monsieur Hire, con Gerard Depardieu en la piel del famoso inspector de policía. En esta ocasión, Maigret es un hombre cansado, que ha perdido parte del gusto por la vida porque el médico le ha recomendado dejar de fumar sus maravillosas pipas, no comer dulce y tratar de cuidarse para la vejez que ya ha atravesado el umbral de su edad. Maigret parece decepcionado y triste, aunque es igualmente competente en su trabajo. Una chica elegantemente vestida aparece muerta en una céntrica plaza de París y el afamado inspector de policía tratará de encontrar al culpable, pero también de conocer algo más de la historia de esta chica que iba con un vestido fuera de sus posibilidades. Su belleza y su juventud le conmueven y cree que le debe algo más que encontrar al tipo que la mató. Maigret deambula por las calles de París tratando de recoger pistas y unir las piezas, pero también resulta un itinerario hacia el retiro. Quizá haya visto ya demasiados cadáveres y no merezca la pena seguir intentando hacer que el mundo sea un poco más justo. Y con más razón en ese ambiente en el que sólo está siendo el espectador de un buen puñado de vidas mediocres y vacías, encerradas en edificios sin personalidad y sin más futuro que el del día siguiente.

Patrice Leconte, más allá del lujo de contar con un Depardieu pasado de peso, envejecido y algo hierático, parece optar por un estilo algo desvaído para narrar las idas y venidas de un policía que no quiere renunciar a su honestidad, pero que la vida le va obligando a dejar muchas cosas por el camino. Maigret, en la piel del actor, se muestra cariacontecido, sin demasiadas ganas de seguir deduciendo comportamientos que rechaza y que, además, cree contrarios a la naturaleza humana. Ser una persona no es difícil. Emocionarse por la visión de una mujer es normal. Lo que no es normal es dejarse llevar por los instintos hasta tal punto de querer arrebatarle la vida. Maigret es un hombre de otro tiempo y de otro lugar. Es casi ridículo, si no fuera por su innegable inteligencia. Es una especie de conciencia andante que arrastra su tristeza por las empedradas calles de París.

Así que Leconte nos sitúa en unas calles oscuras, en las que siempre parece estar luciendo el primer rayo de sol nublado de la mañana o el deprimente ocaso de las tardes. Descubre el estilo de vida de esta chica y su rostro se va ensombreciendo según avanza en la investigación. Tal vez sepa que, aunque dé con la solución, no le gustará en absoluto. Y, después de todo, tendrá que seguir absteniéndose de fumar en pipa y de comer los deliciosos pasteles de manzana de su restaurante favorito.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Admirado por don Jose Maria Gil Robles