miércoles, 26 de marzo de 2025

TWISTER (1996), de Jan de Bont

 

Una relación sentimental es como un tornado. Nace con fuerza, arrasándolo todo y, luego, sin previo aviso, cambia de dirección. No se posee demasiada información científica sobre ello, así que lo mejor es poner en funcionamiento una serie de chivatos sentimentales que transmitan la información al centro neurálgico del corazón. Mientras tanto, puede que el amor se haya desarrollado en un entorno en donde los tornados se originen como hongos y haya que ir tras ellos para admirarlos y estudiarlos. Casi, casi como un relación personal. Es tan sencillo como eso. Los tornados surgen, destruyen y, de repente, desaparecen. Ganará el más rápido. Ganará el que tenga más intuición. Por el camino, habrá paradas en sitios comunes, camaradería a raudales, coches al límite, competidores arrogantes dispuestos a interferir en el estudio científico y a tirar alguna pulla para ver si se liga algo más que un tornado tras otro. Habrá espectadores casuales, traumas infantiles, seguimientos informatizados con una tecnología que, ahora mismo, nos puede parecer propia de los trogloditas. Retorcer la naturaleza. La de verdad. La del corazón…también.

Así pues tenemos a un puñado de aventureros y, probablemente, adictos a la adrenalina, que les gusta acercarse tanto a la catástrofe que casi pueden tocar con los dedos a esa aberración natural que hace que vacas, coches y casas salten por los aires con la fuerza incontrolable de los elementos. Les gustan más los tornados que comer unos buenos filetes en casa de una vieja amiga. Van tras ellos como si fueran vaqueros dispuestos a maniatar a las reses. Se dejan fascinar por ese tremendo dedo de Dios que se dibuja desde las nubes hasta que toca el suelo. Un fenómeno que, si no fuera real, el cine lo habría inventado.

Steven Spielberg estuvo detrás de la producción de esta película que, en la época, contó con un reparto relativamente desconocido para el gran público para que los grandes nombres no distrajeran la verdadera acción. Sin embargo, una buena parte de todos ellos se hicieron famosos muy poco tiempo después y, en los breves paseos por la parte dramática, se nota que había algo de talento en una historia que centraba su espectacularidad en las fuerzas de la Naturaleza. Ahí están Helen Hunt, Bill Paxton, Jami Gertz, Philip Seymour Hoffman, Carey Elwes y Alan Ruck. El resultado es una película entretenida, que solo quiere y desea estar en los productos más comerciales del ocio, sin más pretensiones y, quizá, ahí está su gran virtud. No ambiciona grandeza. Tampoco permanecer en la memoria. Sólo ofrecer un rato de agilidad y de regreso al cine de catástrofes que tanto nos entretuvo en los setenta. Recientemente se ha vuelto sobre el mismo tema, de nuevo con producción de Spielberg y, lo mismo, no llega a los resultados de esta primera. Preguntaremos al cielo.

Corran, corran, no se detengan. Estudien la toma de tierra de los tornados y adivinen cuál va a ser la dirección que van a tomar. Son imprevisibles y devastadores y no dudarán en arrasar todo lo que encuentren. Incluso el olvido. De vez en cuando, la Naturaleza no duda en recordarnos que sigue ahí para lo bueno y para lo malo.

No hay comentarios: