El camino de la
venganza está empedrado con adoquines de debilidad. Es posible que un muchacho
decida emprender ese camino y lo convierta en su único objetivo en la vida.
También es posible que las curvas y la sangre derramada haga que ya no sea una
cuestión de venganza, sino de sed de muerte. El chico, con el pasar del tiempo,
con el buscar a los responsables de la muerte de sus padres, se ha convertido
en un asesino. Los que hicieron aquello van cayendo uno a uno. La voz se pasa.
El Oeste se convierte en un sitio demasiado pequeño para ellos. Nevada Smith
les va a agarrar y, sin pestañear ni un segundo, va a vaciar el revólver sobre
ellos. Uno de esos hombres que llevan una vida respetable, en parte por haber
asesinado a aquella pareja, comienza a sentir un miedo cerval porque siente que
el matarife se está moviendo y, poco a poco, está llegando.
No cabe duda de que hay
que destacar la interpretación y la presencia absolutamente conquistadora de
Steve McQueen en esta película. Casi desde el principio, se adueña de la
historia y coge al espectador de su mano encallecida para llevarle por los
vericuetos de un alma que, paulatinamente, se va pudriendo porque cada vez
quiere más. Ya no se conforma con la satisfacción de matar a los que
destrozaron su vida. Ahora quiere también enviciarse con la cuenta saldada de
la muerte. Se producirá el inevitable encuentro y Nevada Smith, por una sola y
maldita vez, pondrá la medida del hombre que realmente es.
Henry Hathaway dirige
con soltura, con una estética parecida a la que tendría John Sturges si
estuviera presente. Hace que McQueen se eleve por encima de los demás, porque
precisamente quiere que los demás eleven a McQueen. Ahí está un reparto
secundario de auténtico lujo en el que destaca Karl Malden y se ve acompañado
por Brian Keith (en uno de sus mejores trabajos), Arthur Kennedy, Raf Vallone,
Pat Hingle, Martin Landau…la parte femenina la ponen Suzanne Pleshette y, en
mucha menos medida, Janet Margolin.
Bien es verdad que, por
otro lado, la película puede que cometa un error de cierto bulto al aceptar que
se convierta en un melodrama de vaqueros cuando podría haberse inclinado hacia
la aventura con sus inevitables toques de romance, pero se sigue al
protagonista con sus motivaciones, sus instintos y sus defectos porque una de
las características del protagonista que compone Steve McQueen es que no es un
héroe de una sola pieza. Tiene muchas aristas que cubrir y esconder, tal vez
para conseguir la simpatía de un público que, estoy seguro, ya la tiene.
Así que es hora de cargar el rifle con todas las balas disponibles. El sol abrasador confundirá las huellas de Nevada Smith, y Steve McQueen hollará la tierra seca para encontrar a los asesinos de sus padres. Mientras tanto, no lo duden, tendrá un buen maestro que le enseñará el manejo experto de las armas y, de alguna manera, se convierte en la figura paterna que Nevada Smith no ha podido encontrar. La rebeldía, al fin y al cabo, siempre está ahí, dispuesta a ser llevada.
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