En
realidad, este artículo debería ser muy corto. Tan sólo dos palabras. Bob
Dylan. El resto se escribe solo a través de las letras de sus canciones. En
este nuevo biopic sobre una estrella
de la canción, asistimos al momento de su ascensión y al de su más
revolucionaria perfección. Mientras tanto, todo se reduce al retrato de un
hombre que jamás supo llevar la fama porque, como bien se dice en un momento, “cuando me miran no quieren saber de dónde
salen mis canciones, sino que se preguntan por qué no se les ocurrió a ellos”.
Además de todo ello, echamos un vistazo a su alma rebelde que se tradujo, de
puertas afuera, en un individuo inapetente, poco empático con los sentimientos
ajenos, que quería ser amado, pero que, a la vez, estaba muy poco dispuesto a
amar.
Así que ahí está el
único cantante y compositor que ganó un Premio Nobel de Literatura deslumbrando
a todo el que quisiera escucharle con unas letras que parecían poesía, con esa
voz que parecía pedir permiso para salir al exterior, con ese deje al final de
cada frase que era como un fuelle perdiendo aire. En su rostro, una timidez que
le llevaba a analizar cada uno de los acontecimientos que ocurrían a su
alrededor. Por supuesto, la película no entra demasiado en sus miserias, no sea
que se nos caiga un mito de esos que tanto necesitamos en estos días. Sus
canciones se van desgranando, una a una, haciendo que, más que un biopic, esto sea un musical en toda
regla. Su relación con Joan Baez, su admiración por Johnny Cash, su
descubrimiento por parte de Pete Seeger, su inspiración basada en Woody
Guthrie, su amistad un tanto desangelada con Bobby Neuwirth, su flagrante
inestabilidad sentimental que parecía no afectarle ni lo más mínimo…Dylan es un
genio y, como tal, había que comprenderle. En dirección contraria daba la
impresión de que despreciaba bastante al público, no quería entrar en sus
obligaciones como número uno, a pesar de que su indudable mérito estuvo el de
elevar la música folk a categoría
internacional para ser admirado en todo el mundo. Quizá fuera un mito que nunca
quiso ser.
El trabajo de Timothée
Chalamet es encomiable porque él interpreta todas y cada una de las canciones
de Dylan y parece estar oyendo al bardo de Minnesota en persona. Lo mismo que Monica
Barbaro que da el tipo físico y exhibe la voz cristalina de Joan Baez casi a la
perfección. Edward Norton está simplemente correcto en la piel de Pete Seeger,
más preocupado en la difusión universal de la música folk que en otra cosa. Elle Fanning es esa amante que es incapaz de
compartir a Dylan con la fama. La maquinaria del espectáculo se puso en marcha
para engullir todo lo que Bob Dylan tocaba mientras él intentaba, por todos los
medios, incluso escondiendo casi enfermizamente su propia personalidad, ponerse
a salvo.
La dirección de James Mangold es correcta. Destaca por su sobriedad aunque, tal vez, en algún momento sea algo superficial y sea notoria su admiración reverencial por Dylan. En el fondo, es como si quisiera retratar al cantautor como un canto rodado que siempre caía por la pendiente más empinada. Podía ir empujado por la gravedad, pero también se veía en peligro por el exceso de velocidad. Sólo podía frenar ese descenso a los infierno chocando con las demás piedras. Y, a menudo, perdía una parte de sí mismo a pesar de que su apariencia exterior no sufriera ni la más mínima alteración. Por eso buscaba respuestas en el tiempo mientras los tiempos cambiaban inexorablemente. Por eso no quiso trabajar en la granja de las canciones y luchó, eso sí, para popularizar las suyas para, luego, no querer tocarlas. En su contradicción y en su propia rebeldía, que no protesta, radicaba gran parte de su genialidad. Era un completo desconocido en un terreno reservado sólo a los más grandes.
2 comentarios:
Hola César!
Me gustó mucho la película, fue muy agradable ver cómo componían algunas de mis canciones favoritas. Mi momento favorito de la película fue en el programa de televisión de Pete y el invitado era Jesse Moffette.
Es una película que está bien. Es verdad que creo que no hace mucha sangre, no vemos muchos defectos de Dylan, se queda en la superficie en ese sentido. Y, desde luego, uno de los puntos fuertes es esa escena que comentas aunque yo le veo un defecto: justo en esa escena no estoy seguro de lo que piensa Dylan. No sé si le fastidia entrar después de Moffette, o si está disfrutando, o si al principio no le hace gracia y luego disfruta. En cualquier caso, es una buena escena.
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