miércoles, 29 de julio de 2009

ASALTO AL TREN PELHAM 1,2,3 (2009), de Tony Scott

En 1974, Joseph Sargent realizó una excelente versión de esta misma historia en base a un impecable guión del mítico Peter Stone (recordemos que también escribió Charada) dando como resultado una excepcional película con armas bien camufladas en el entorno urbano y en su sorprendente originalidad. En esta ocasión, el guionista Brian Helgeland reinventa la historia, la adapta a los tiempos modernos y nos sirve un espectáculo que tiene su próxima parada en plaza acción.
Y es que esta versión de la novela de John Godey tiene grandes virtudes y se duele de algunos defectos que parten, principalmente, de la errática dirección del hermano menos listo de Ridley Scott, Tony. Sí, hombre, ese tipo tan aficionado al video-clip, a las luces de colores y al ambiente lleno de humo en cualquier historia que lleve su firma. Aquí se desprecian algunos puntos fuertes de la primera versión (de la que se hizo en 1998 para televisión con Edward James Olmos y Vincent D´Onofrio mejor ni hablar) como el dinamismo que impregnaba la entrega del dinero y el manejo maestro de un guión que entrecruzaba muchas líneas paralelas y, en cambio, se incluyen algunas escenas que se atreven con cierta osadía a aportar algo a la historia original.
Es evidente, por ejemplo, la tensión respirada en la fantástica escena en la que Travolta (desencajado en un histrionismo que el personaje no pide) obliga a confesar a Washington (algo torpe intentando dar algo de vida a un hombre corriente que es un héroe permanentemente puesto a prueba) el punto más bajo de su carrera profesional. Se abren nuevas vías en cuanto a la psicología de los personajes dibujándonos a un malvado de inteligencia claramente perversa, proveniente de un ambiente de las altas finanzas y a un bueno que se ve involucrado en el secuestro de un vagón de metro simplemente porque estaba en un lugar que no le correspondía.
Sin embargo, se desperdicia el impecable retrato de los rehenes que Sargent y Stone trazaron en su versión para que aquí sean simples peones del juego del tira y afloja que emprenden los protagonistas. Y es que las vías del metro, en muchas ocasiones, poseen tantos cambios de aguja como sentidos tiene la vida. Hombres que roban son acusados, mientras que hombres que roban a lo grande, son respetados a lo grande. Es la historia de todo aquello que está en lo alto y que jamás se apeará y de lo demás, que crece desde el fango y volverá allí, tal vez con un fiero tatuaje como prueba de que el infierno también existe en el suburbano.
Helgeland, en su importante guión, no tiene mucho cuidado en caer en situaciones algo ilógicas, lo que realmente le importa es el pecado y la redención, y entre esas estaciones nos brinda un espectáculo de acción convenientemente alterado para que los que hayamos visto la inolvidable primera versión vayamos a ver una película que es totalmente diferente, pero no necesariamente mejor.
Así que tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén. Antes de entrar, dejen salir. Olviden en el torniquete de entrada algunos prejuicios y hagan que el trayecto hasta plaza acción sea lo más trepidante posible. Es posible que por el camino no haya ninguna luz roja y la trama caiga desbordándose por los rieles del descuido, pero por el precio de un viaje en metro no pueden pedir nada más. Confíen en ese individuo sin nombre ni futuro que está al otro lado del micro intentando poner orden en un mapa caótico de una ciudad que, de grande, tiene los cimientos corrompidos. Aún hay alguien que hará lo necesario para detener a esos tipos que van por ahí creyendo que todo es una teoría de la conspiración urdida contra ellos. Próxima parada: Plaza Acción. Correspondencia con línea Cine. Les rogamos que comprueben sus billetes.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno, pues hacía tiempo que quería ver esta versión de la historia... y con todo el dolor del mundo me arrepiento de haberlo hecho.

La película me ha parecido mas mala que un dolor (y mira que había leído alguna crítica que me animó), pero es un producto de estos que están fomentando mucho nuestros amigos americanos. Con mucho mareo de cámaras... montaje frenético (pa qué; me pregunto en muchos momentos que no tienen sentido), con un guión de risa con personajes absurdos... subrayados contínuos (Oh... no!!, van a chocar!!...) y actuaciones histriónicas a mas no poder como el sobreactuado travolta... al que su papel le chirría mas que la sobrevelocidad comentada del tren.

Vamos... que pa echarla con la parienta un sábado a las 2:00 de la mañana pues tiene un pase. Pero sinceramente... creo que tenía que haber visto otra peli.

Un abrazo César.

César Bardés dijo...

Hombre, Chus, es que el pecado es mortal si no has visto la primera versión con Walter Matthau (sí, como lo ves, Walter Matthau) en el papel de Washington y Robert Shaw (muy, muy superior a Travolta). Ahí hay una excelente película de acción combinada con un trazado de personajes fantástico. Se respira el ambiente del metro, se da una cierta lógica a todo el asunto mientras que aquí se meten en veredas que no llevan a ninguna parte (como el empeño en trazar un paralelismo lejanísimo entre el personaje de Washington y el de Travolta). Por contrapartida, la dirección de un hombre bastante oscuro como Sargent era clara, concisa y trepidante (hay una persecución que es excepcional en la calle y se trata de que el dinero llegue a tiempo) y aquí, Scott se dedica a lo que mejor sabe, vamos a menear la cámara para que no se vea bien que muy currado no está. Te recomiendo que veas la primera versión "Pelham 1,2,3", es una película de acción, sí, pero merece mucho la pena.

Unknown dijo...

Pelham, Pelham, Pelham...

Acabo de visionar la película de Sargent... y creo que el señor Tony Scott no se enteró de la misa la mitad.

Apuntes sobre el ambiente.

1) Esta si que es una película claramente Neoyorkina. Los tacos de los trabajadores, el ambiente con olor a sudor, la suciedad en las calles y en los andenes del tranvía... Los negratas respondones... Las frases entre Matthau y el encargado del servicio de tranvías... el agarre por la pechera de la camisa.. Ahora si que me lo creo.

2) El ambiente del vagón de metro y los rehenes. Se respira cotidianeidad, no como en el film de Scott donde la gente no son mas que cuerpos por los que corre sangre que enseñar cuando matas a alguien. Esos niños dando por saco... la chica con gafitas que hace yoga para evitar los nervios.. el señor que sabe lo que habla... La broma de la borracha que duerme.. los movimientos percibidos en la ventana del metro entre vagón y vagón y que dan la sensación de realidad que falta en todo el film de Scott. Vamos.. que no hay color.

Matthau está desde mi gusto muy bien, mesurado y controlando en todo momento (que se lo pongan a Travolta para que vea lo que Washington si aprendió). Al igual que Robert Shaw, que tras el palo que recibió de Newman y Redford dejó las apuestas y se pasó a los trenes.

Hasta el accidente de tráfico del coche de policía que tanto cante dá, me lo creo en este film.

Vamos, que cuando logran meterte en el film... la cosa cambia.

Una excelente película que no necesita para nada que le hagan 2 remakes... !!Bueno, si
!!, para darnos cuenta de lo buena que es.

Un saludo.

Unknown dijo...

Pd: Y el final... jeje no hablemos del final.

Esa mirada de Matthau..

Ay dios, que pena que se me hayan muerto.

César Bardés dijo...

Es la diferencia entre un cine bien hecho y un cine hecho deprisa, para consumo rápido y como excusa para un mero espectáculo de acción sin muchos pies ni cabeza.
Es mucho más creíble la versión de Sargent, desde luego. La interpretación de todos los actores es más contenida. Tiene elementos de humor como cuando Matthau se encuentra con el jefe de policía negro y le dice: "Me lo imaginaba a usted...más alto...bueno, da igual". La secuencia del coche tiene su razón de ser porque viene precedida de un montaje vertiginoso y muy, muy bueno sobre el recuento del dinero para enviarlo a los secuestradores, con lo que se mete prisa al espectador que comienza a desbocarse igual que los policías que conducen el coche. Las interpretaciones...bueno, esa mirada de Matthau, esa impasibilidad de Shaw, ese personaje totalmente suprimido en la versión de Scott que es el de Martin Balsam y ese final absolutamente brillante y en claro "diminuendo" pero agudo y genial. Es la diferencia también de contar con un guión como el de Peter Stone y otro que no lleva el más mínimo trabajo, aparte el hecho de que el guión de Stone se ajusta bastante a la novela original.
Extraordinariamente acertado en la descripción de los personajes que van en el vagón, hechos de carne y hueso y a los que imaginamos perfectamente con apenas dos pinceladas. Y la película no cae en la simpleza de limitarse a un duelo "de tú a tú" entre Matthau y Shaw, sino que todos tienen su importancia, su relevancia y su sitio en un argumento que a mí me parece excelente como película de acción y como descripción acertadísima del sucio Nueva York de los setenta y no de éste tan aseado y limpio, casi de video-clip, muy corrupto pero muy bien niquelado que nos muestra Scott.
En resumen, me alegro, una vez más, de que coincidamos en gustos. Como anécdota te diré que cuando mandé el artículo al periódico, el ordenador, por defecto, lo tituló "Próxima parada: Plaza Acción (Asalta al tren Pelma 1, 2, 3) y el encargado de edición me dijo que si lo había puesto aposta. Me dieron ganas de decirle que sí...