Todos tenemos alguna vez un impulso irresistible que no conseguimos dominar. Esa es la excusa pero no la justificación. La respuesta está en las curvas de carne que se convierten en toboganes de deseo empujados por la mirada. El pelo suelto y los ojos escribiendo una invitación. Impulso irresistible. Crimen posible. Venganza asegurada. Engaño presentido. Poco a poco, las piezas que componen el cadáver se van juntando al ritmo de una melodía sincopada que abandona la estupefacción para internarnos en los mensajes cifrados del jazz. Una caricia de cortejo choca contra una mirada de permanente vigilancia y los problemas crecen, como las pruebas en contra de un crimen que es injusto pero que es comprensible pero que, a la vez, es rechazable pero que, aún así, es...
Un abogado espera sentado con sus dedos acariciando las teclas de un piano que se sabe compañero. Un hombre acabado deja de beber para conseguir algo de la misma dignidad que no tiene el asesino. Una secretaria no tiene letras para redactar un contrato pero utiliza el aprecio para sacar adelante un río de dificultades. Un perro lleva en la boca una linterna y una mujer sólo quiere jugar con fuego...El fuego que sabe que enciende en los hombres cuando pasa con su jersey ajustado, sus formas cimbreantes, sus pasos desvalidos y atractivos. Una mujer inocente tiene la llave del misterio, en forma de unos lacitos fácilmente desatables. Un hombre declara hastiado porque el amor habita en lo poco que hay en él. Y todo es un rompecabezas de recortes de papel. Todo es un crimen que moralmente nos deja mutilados y que físicamente nos dice una verdad contra la que volvemos la cabeza, como no queriendo saber que existe. Somos unos asesinos, presas de nuestros impulsos irresistibles. Somos meras excusas ante balas disparadas contra víctimas o verdugos. Excusas que hieren. Excusas que matan. Excusas que violan. Excusas que vuelan.
Nunca una película puso tan en tela de juicio los agujeros de un sistema legal como lo hace Anatomía de un asesinato, absoluta obra maestra de Otto Preminger que hace que nos situemos dentro de la sala de un juicio igual que si fuéramos unos testigos imprevistos de una historia que sabemos que exhibe unos cuantos puntos resbaladizos sobre los que nos precipitamos, ahogados por nuestra propia ambigüedad moral. Poco a poco, la anatomía de un asesinato se va convirtiendo en una anatomía sobre el comportamiento humano, sobre los porqués y los cómos, pero nunca sobre los quiénes. Los quiénes los sabemos, no nos hace falta que nadie señale a los culpables. Los que tienen la condena sobre el resbaladizo aceite del comportamiento individual somos nosotros mismos. Los ejecutores del crimen están en todos aquellos que, sin pensárselo dos veces, agarran un revólver y disparan cinco veces contra el daño. Los ejecutores y los acusados somos nosotros. Y eso, a veces, nos lleva a gritar nuestra falsa inocencia.
2 comentarios:
Abrazos, me voy de vacaciones y espero que a mi regreso este blog continue tan vivo como lo estuvo este tiempo.
Es un gusto leerlo, pero mucho más compartir opiniones, gustos y recuerdos. Lo hacen más rico e interesante.
Pasadlo bien. carpet.
Abrazos, Carpet Aunque no creo que llegues a leer mis deseos, espero que pases unas felices vacaciones. No te preocupes, seguiré opinando porque es para lo que nació este blog. Dale caña y vive.
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