jueves, 16 de julio de 2009

BERLÍN OCCIDENTE (1948), de Billy Wilder

Quizá las ruinas sean los campos de labranza donde mejor crece el amor. Allí, donde la muerte y la destrucción han sido pura rutina es donde se puede ver todo el universo de una mujer derruida y de un oficial que intenta construir y echar una mano en medio del olor a cemento partido. Y Billy Wilder, siempre genial, siempre atento, trató de hacer una película en la que se retratara a los alemanes como un pueblo al que había que ayudar después de tanto sufrimiento, no como un enemigo sempiterno del que había que despreocuparse porque la guerra había dictado su veredicto. A ello ayudó el hecho de que el propio Wilder, en la época en la que se rodó, era un oficial del ejército norteamericano encargado de la normalización de la convivencia en Alemania y del proceso de desnazificación a través de la instauración de la rutina. Así que, con una cámara llena de sencillez intentó mostrar el mundo en ruinas, el paisaje después de la batalla...ese paisaje que queda dentro de cada uno cuando todo ha sido arrasado y lo único que se tiene es un par de sillas, una cama y dos o tres salidas que dan directamente al vertedero más cercano.
Aquí Marlene Dietrich hace una de las más memorables interpretaciones de su carrera y nos ofrece la orografía de la desolación, nos da todo un recital de la decepción de la derrota más absoluta después de ese grito de orgullo que intentó imponer el nazismo. La interpretación de Dietrich es tan excepcional que ensombrece la de todo el resto del reparto (incluido el co-protagonista John Lund) y Wilder utiliza ese físico magnético para descargar un buen surtido de acidez dramática sazonado con esa amargura tan propia del maestro de maestros.
El resultado es una película que nos muestra con cierta exactitud lo que pasaba en Alemania después de la derrota, el modo de pensar que aún fluía en alguna de sus gentes y, sobre todo, los intentos de una supervivencia siempre difícil en los tiempos de una posguerra que, en ocasiones, llega a ser mucho más temible que el propio conflicto que produce la inaguantable angustia entre el estallido de las bombas. Mientras tanto, hay sitio para un amor que puede que sea una víctima más del hambre, para un cinismo que no es más que otro candidato hacia la miseria, para un humor que se esconde entre el hormigón trizado... y lo que hay que reconstruir no es una ciudad, ni siquiera es un edificio. Es la misma vida.
Así que hoy tenemos una película atípica dentro de la filmografía de Billy Wilder. Una película llena de amargura pero también con un débil halo de esperanza. Y tanto la una como la otra merecen la atención de los que no hemos vivido la crueldad de una guerra despiadada.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo vi más ironía y humor que amargura en esta película, que también la hay. La escena en que la congresista va viendo desde el coche que la lleva en su paseo por Berlin a los soldados americanos ennovietados con las alemanas es un ejemplo de ese humor. Hasta el cochecito del bebé que empuja una alemana lleva dos banderitas americanas. Lo mismo que el traìdo y llevado pastel de cumpleaños. La cara que pone la Arthur cuando lo ve pasando pasando de mano en mano en el club donde canta la Dietrich es genial. La Dietrich reconozco que está muy sensual, es una actriz que nunca me gustó demasiado. La escena en que se la ve lavándose los dientes con la boca llena de pasta, ahí esta arrebatadoramente atractiva. De hecho creo que Wilder comparaba esta escena con una de la Monroe creo que en Con faldas y a lo loco, en el sentido de lo impactante que estaban las dos en ambas escenas. No creo que haga sombra ni a Jean Arthur ni a John Lund. Los dos estan perfectos en sus papeles. Sí que hay una escena que me parece muy dramática. Cuando llega Lund a casa de la Dietrich sin saber que està tambièn la Arthur. Ella està en la sombra y ve como se besan. El se da cuenta porque la ve reflejada en el espejo del armario.Me encanta esa escena. Y el jefe de èl, ese gesto que hace tocàndose la narìz està lleno de la ironìa tìpica de Wilder. De hecho es el ùltimo plano de la pelìcula.
Por supuesto la visiòn que tù haces sobre ella me encanta. Como tu dices se trata de reconstruir las propias vidas de los protagonistas. La ardua tarea que siempre queda cuando finaliza una guerra, pero con muchos toques cde humor. O al menos asì la vi yo.
Gracias y un beso.

Gema

César Bardés dijo...

Siempre he pensado que Wilder, más que ácido, más que un denunciante de la condición más grotesca del ser humano, era un romántico con los ojos entornados por la amargura. Sé que hay mucha gente que considera a esta película como una comedia aunque cada vez que yo la he visto me ha parecido un drama tintado de media sonrisa. Todos esos detalles escénicos que nombras son muy bonitos y pruebas evidentes de lo grandísimo director que era, con planos muy complicados y muy atento a lo mínimo para hacer lo máximo. De todas formas, tu visión irónica y humorística es perfectamente comprensible, aceptable y muy plausible, quizá incluso más que la mía.
Gracias a ti por recordarme esta película, que está un tanto olvidada en la filmografía de uno de los mejores.

Anónimo dijo...

No, yo tampoco la veo como una comedia, o sì es que no sè en què categorìa ponerla. El trasfondo es muy amargo. Ya ves que el protagonista ha de vender su tarta en el mercado negro para tener al menos¨un colchòn en el que " follar con la Dietrich"( lo entrecomillo porque es una frase del propio Wilder). Yo la veo como una película de amor en la posguerra contada con humor. Con momentos a veces románticos, a veces amargos de tan reales que son, y con mucha, mucha ironía. O muy ácida, como tu bien dices.

Gema

Gema

César Bardés dijo...

Entonces, más o menos, nuestra visión de la película es la misma. Hay mucha amargura en la ironía, y también mucha acidez en el amor. Y qué bien sabía Wilder plasmar todos esos sentimientos y juntarlos todos en una historia.
Muy buenos comentarios, Gema.

dexter dijo...

Qué alegria poder volver a escribir en un sitio como éste... y hacerlo además sobre una película del tío Billy. Me hubiese gustado escribir unas líneas sobre Anatomia de un asesinato - una peli que rompe con todo tanto desde el punto de vista formal como argumental- o Ciudadano Kane - escribí hace bien poquito sobre ella en estos mundos cibernaúticos y venía a decir más o menos lo mismo que tú aunque con mucha menos arte y bastante menos poesía-pero me alegro que mi regreso a tu espacio sea con una peli de Wilder.
Con respecto al debate que os traéis sobre si Berlín Occidente es una comedia o una tragedia, puede parecer una perogrullada y una boutade pero yo la definiría como una tragicomedia. ¿Qué es El Apartamento sino "una película llena de amargura pero también con un débil halo de esperanza"? En un maestro de la ironía como Wilder la frontera que separa lo cómico de lo trágico es tan débil que casi ni se aprecia.

Anónimo dijo...

Dex, yo también pensé en El apartamento cuando debatía con César sobre esta película, lo que pasa es que tenía tanto calor que ya no lo puse. El apartamento es una comedia dramática y en ese mismo apartado metería yo a Belín Occidente. Grandísimas las dos. Toda la trama está tratada con ironía, con su punto ácido de humor pero a la vez con momentos muy dramáticos.

Gema

César Bardés dijo...

Por supuesto que tenéis razón los dos. Lo que pasa es que esa "débil esperanza" que decís yo no la veo en "El apartamento". Ese final:
- Señorita Kubelik, estoy perdidamente enamorado de usted.
- Dé cartas, señor Baxter...
No, ella no está enamorada de él. Jamás podrá ser feliz a su lado porque no será el hombre de su vida. Simplemente es un hombre bueno que sabe que no la hará daño. Ese final, para mí, es de una amargura terrible, es un premio de consolación que apenas sirve para las aspiraciones de un hombre que renuncia a todo por estar asqueado y sólo consigue aquello que no tiene amor por él. Es otra forma de interés, igual que hacían sus jefes, sólo que con un pequeño tinte de humanidad.
En cualquier caso...pues sí, dos extraordinarias películas. Al fin y al cabo, decir eso de una obra de Billy Wilder es tan corriente que parece que la tendencia natural de los elefantes sea volar. Probablemente él sí que fue el mejor.

dexter dijo...

Bueno, yo veo la "debil esperanza" en El apartamento, no tanto en la historia de amor entre ellos 2 como en la propia actitud de él. Baxter comienza la película recitando cual computadora toda una serie de datos estadísticos de la ciudad de Nueva York. Él es un número más. Y la acaba siendo un "mensch", un individuo, tirándole las llaves del wc del despacho -¡¡¡del wc¡¡¡- a las narices del jefe. Y renunciando al amor de su vida... hasta que la Srta Kubelick aporrea su puerta asustada porque ha creído oír un disparo donde ha habido el descorchar de una botella de champagne.
Puede que tengas razón, a fin de cuentas muchos dicen que el happy end de las películas románticas no es tal, porque luego llegan las hipotecas, los hijos, las suegras... De todas formas, a mí me gusta pensar que CC. Baxter y la Srta Kubelick fueron felices y comieron perdices.

dexter dijo...

... for ever and ever.

César Bardés dijo...

Evidentemente, sí es un triunfo(más que un triunfo, un paso adelante) la actitud de él que, por fin, llega a ser un "mensch". Yo no dudo de que llegue a haber algo de felicidad en sus vidas, pero tampoco dudo de que el amor lo pondrá él. Ella pondrá sólo compañía (que, si lo miramos de otra forma, también es lo que él necesita).
En cualquier caso, es una obra maestra yo creo que indiscutible.