miércoles, 28 de septiembre de 2011

ATRACO AL FURGÓN BLINDADO (1950), de Richard Fleischer

Todos los caminos que conducen a una encrucijada suelen tener forma de piernas de mujer. Por sus suaves curvas de contoneos y fantasía suben, por autopistas de seda, los mayores sueños y las peores ambiciones. Un ladrón de más leyenda que ingenio idea un golpe de rapidez y habilidad. Corre, policía, corre, que no llegas. Tal vez la bala que vaya a abrirte el vientre ya ha sido disparada. No hay tiempo para mucho. Sesenta y siete minutos de película para narrar un golpe, una huida, una búsqueda, una trampa y un avión. No en vano, Stanley Kubrick reconoció que, cuatro años después, se inspiró en esta película para hacer su Atraco perfecto. Todo cronometrado, listo, perfecto. El policía afila sus colmillos mientras espera la caída de las pistas. En el camino de la evasión, hay que deshacerse de todos los demás porque las piernas tiran demasiado del deseo y el deseo quiere hundirse en el placer mientras se baña en dinero.
Rápido, veloz, preciso. El atraco, realmente, es un desastre. Pero hay que perseguir a los ladrones porque parece que la ciudad destartalada espera un remiendo en una justicia que tarda demasiado en llegar. Deprisa, no hay que entretenerse. Richard Fleischer sabía dónde poner una cámara, cómo conseguir un puñado de billetes de una historia que estaba destinada a la serie B más infecta y que, sin embargo, aquí parece que adquiere algunos ribetes de calidad excepcional. Apúrate, las sirenas ya se oyen y tenemos que poner pies en polvorosa. Vamos. Dos disparos y arramblamos con la pasta. ¿El reparto del botín? Bueno, eso ya vendrá. En lo alto de un escenario hay tanta seducción que es difícil elegir. Y ya se sabe que la seducción es caprichosa. Un policía novato va a dar unas cuantas lecciones. Un policía veterano va a empedrar el asfalto con la dureza de su rostro y el granito de sus lágrimas. La leyenda del delincuente se resquebraja. Utiliza su inteligencia para la maldad y no para el provecho. Es lo que tiene acomodarse demasiado tiempo sin que la ley sepa nada de él. Se acostumbran las mentes y los sentidos se adormecen. Raudo, compañero, Si no, los policías van a hacer demasiado humo con sus pistolas.
Eso es lo que tiene estar viendo una película de ritmo tan endiabladamente trepidante. Pasan muchas cosas y pasan muy rápido. No hay lugar para las descripciones o las reacciones. Sólo hay razones. Lógicas o crueles. En todo caso, despiadadas. Disparar a sangre fría es una de las enseñas de una ciudad que aparece con las calles húmedas y con la oscuridad como perfecto escondite. La noche parece que se ilumina con el fogonazo de los revólveres y el frío se apodera de los que sólo viven para matar. La trampa no tendrá traición. Sólo contiene perseverancia. Y así también asistimos al mortal aburrimiento que abate a los agentes de la ley cuando tienen que ir preguntando de puerta en puerta y de pregunta en pregunta. Normalmente, unas están cerradas y las otras, muy calladas. Sólo se abrirán si se dicen las palabras correctas y, de ordinario, esas palabras están acentuadas con los estampidos del calibre 38. Ligero, muchacho, o la única recompensa que habrá será la de un ataúd de pino.

2 comentarios:

Mercurio dijo...

Buenas tardes:

Tu descripción refleja el ritmo de la película muy bien y sabes enganchar al lector independientemente de la película que critiques.
Con el patrón de esta película me suena que han hecho varias. La última creo que era protagonizada por Lawrence Fishburne entre otros como Matt Dillon.
Saludos cordiales.

César Bardés dijo...

Hola, Mercurio:
Encantado de leerte de nuevo después de las vacaciones y espero que estés bien y plenamente inspirado.
Gracias por un piropo tan estupendo. Eso es lo que uno persigue y no siempre consigue pero no por ello voy a dejar de intentarlo. Lo que está claro es que delatas un certero análisis de lo que he querido decir con el artículo intentando imitar lo más posible el mismo ritmo de una película trepidante y vertiginosa.
La película a la que te refieres es "Blindado", de Nimrod Antal. Efectivamente, el punto de partida es el mismo pero se centra mucho más en la división que nace entre los ejecutores del plan arrastrados por la codicia. Aquí lo importante es cómo el cerebro planea un atraco que, ni mucho menos, es perfecto pero que hace que se vaya deshaciendo, unbo por uno, de todos los participantes en el crimen, con la policía pisando los talones y con una chica que también tiene un corazón de piedra. Podríamos decir que Richard Fleischer hizo mucho más con bastante, bastante menos.
Encantado de saludarte por estos lares, sabes que ésta también es tu casa.