Aprovechando que esta será la película debatida en el Conversacines de esta noche, quisiera dedicar el artículo a Cliff Robertson, que nos dejó recientemente. Dicen que, a la hora de morir, dijo algo así como: "Usted haga zig, que yo haré zag"...y comenzó a correr...
La intensidad no es algo que se pueda conseguir con la cámara. Sólo es posible agarrarla con la pasión. Y en los bajos fondos hay suficientes ambientes y atmósferas como para hacer que esa pasión sea una venganza, unos cuantos sueños que terminan en una piscina y una vileza que, poco a poco, se va adentrando en los que sólo buscaban una razón más para ser hombres. La rebeldía parece que se dibuja entre los pliegues de una ropa que hace sombras para convertirse en motivos. La oscuridad se mueve entre los callejones del alma y entre las luces de una ciudad tan inhóspita como siniestra. La combinación de la desesperación y la catarsis cobra vida entre granujas y humos de revólveres que parecen querer hablar desaforadamente. Al fondo, parece que está A quemarropa, de John Boorman pero no, no. En primer plano estaba ese tipo del puro y cara de permanente contestación, Sam Fuller. Duro como el pedernal. Hecho de asfalto y en estado de guerra. Ya no quedan hombres como él.
La luminosidad argumental se yergue en medio de una fiebre que recorre el mundo del hampa. Hay imágenes sensacionales y alguna sorpresa de violencia extrema. Cliff Robertson se viste de blanco para teñirlo todo de rojo a pesar de que la tonalidad del mundo es más negra que gris. Juego de colores para describir en tono realista una bajada a los infiernos que es tan cara que los diálogos parecen golpear en el rostro como balas de algún gatillo rápido. Y es que no hay almas buenas para venganzas que han sido mascadas y digeridas durante tanto tiempo entre barrotes. El elemento sorpresa también es protagonista y la iconografía parece que también quiere dar algún beso que otro al espectador. Fuller era así. Te agarraba y era imposible soltarse. No dejaban de pasar cosas en sus películas y aquí no podía ser menos.
La caridad es sólo patrimonio de los que saben ejercerla y la hipocresía va unida demasiadas veces a ese intento de darse a los demás. Historias muy simples cobran vuelo de maravilla y extrañeza bajo el humo del puro de Fuller. De hecho, si uno afina levemente el sentido, podríamos encontrar algo del aroma de Alejandro Dumas en esta trama de gángsters y de corazones perdidos. El suburbio es el lugar donde tienen lugar los duelos que desahogan el rencor. Y el cine negro da paso al drama criminal, auténtico género en el que se inscribe esta pequeña joya que parte y reparte fuego y viveza. Vigor, genuino vigor. Fuller, suéltame.
En ocasiones, no sabemos diferenciar los buenos y los malos porque, sencillamente, hay personas malas, que coquetean peligrosamente con la psicosis, que persiguen una justicia que fue negada cuando eran demasiado niños. Es la enfermedad de los bajos fondos. Nunca es suficiente. Cuando has elegido el mal camino, intentar vengarte de los que comparten contigo tus pasos es sólo un paso más hacia el suicido. ¿No es así? Fuller, maldito perro…
2 comentarios:
Va a ser muy emocionante escuchar el Conversacines de esta noche - o de mañana o de pasado, sabe Dios cuándo podré escucharlo yo. No sólo para oír al nuevo conversacinero, con lo cual es probable que quedes en evidencia de una vez por todas, Bardés. Yo es que esta película la vi exactamente ayer. Ya te dije hace tiempo que para mí Fuller era un auténtico desconocido, así que cuando me enteré que iban a comentar esta peli en el programa me puse a su caza ipso facto. Y tengo las imágenes, las palabras con las que las describes muy fresquitas. Oiré el programa con especial interés y quizá me anime a poner algo en su blog. De momento sólo diré que el estilo de Fuller que ya atisbé en pelis como "Manos peligrosas" me parece único. Mantiene viva la herencia de los clásicos y al mismo tiempo se erige en avanzadilla de los Siegels,Coppolas, Scorseses (cúantas veces habrá visto esta peli el de las cejas, eh). Pues eso, una gozada.
Es evidente que quedaré en evidencia, evidentemente. Y, desde luego, Fuller es alguien imprescindible, un tipo que hacía que el cine fuera mezcla de acción y de emoción. Por supuesto, quizá "Manos peligrosas" sea su mejor película pero no dejes de ver "Casco de acero", o "Corredor sin retorno", que me parece apasionante y que te remitirá directamente a cierta isla llena de locos que hizo el de las cejas. Por supuesto, Fuller es el padre del cine de esa generación, junto con Budd Boetticher. Siegel vive de él, al igual que Scorsese o De Palma, algo menos Coppola que tiene un cine muy estilizado y que se toma su tiempo para contarlo todo bien contado (Fuller jamás habría hecho una película como "La conversación"). Me alegro de haber sido mínimamente partícipe del descubrimiento de Fuller para vuecencia. Su filmografía es apasionante y rápida. No dejes de visitarla de vez en cuando.
Publicar un comentario