Hay hombres que
necesitan expresarse de alguna manera porque no tienen la oportunidad de
hacerlo en su día a día. En realidad, sus vidas son grises, sufridas, gastadas
e, incluso, inútiles. Deben verter su inquietud, su pensamiento, su visión de
las cosas en cualquier otra cosa. Vincent Van Gogh lo hizo en la pintura. Cogió
su mirada particular y la convirtió en un lienzo donde los colores parecían una
fiesta de los sentidos, donde las perspectivas se transformaban en cuentos
pintados, donde la paleta era más elocuente que la escritura para exponer al
mundo dónde están la belleza, la intimidad y el dolor. Y no es fácil hacerlo
cuando todo el mundo parece que se alía para impedir la felicidad. La inmensa
alegría de vender un cuadro estaba vedada a Van Gogh. La sensación de sentir la
amistad al lado de Paul Gauguin se esfumó con el viento de Arlés. El paisaje
comenzó a estar poblado de sombras negras, de rechazos, de inquietudes
interiores que no tenían respuesta. Así, el genio del pelo rojo comenzó a ser
tachado de loco. Y los que siempre amamos la pintura estuvimos a su lado, como
cuervos negros volando sobre el maizal.
Y es que el tormento
consigue, como ningún otro elemento de la vida, que se pierda la perspectiva y
dejemos de ver lo que es evidente. Quizá haya que infringirse más dolor para no
sentir el dolor primigenio. Quizá haya que rebelarse con violencia contra la
derrota continua, luchar hasta los límites de la mente, revolverse con furia
hacia la incomprensión aún a riesgo de no comprender. Van Gogh retrató todo su
entorno con la mirada de la locura planeando sobre su arte y nos regaló la
misma genialidad. Tal vez ahí mismo es donde se encuentran las fronteras del
hombre.
Kirk Douglas realizó
uno de los mejores trabajos de su carrera incorporando al inmortal pintor al
lado de Anthony Quinn como Gauguin y James Donald como su hermano Theo. Detrás
de la cámara, Vincente Minnelli aportó el color necesario para entrar en el
universo de Van Gogh con todo su esplendor y utilizando las obras originales
para no perder ni uno solo de sus extraordinarios matices. Más allá de ahí,
parece como si esas noches estrelladas giraran sobre sus trazos para darnos una
idea de cuánto dolor se agolpaba en el corazón de un hombre que solo quería
pintar porque no sabía hablar demasiado bien, que solo quería aportar algo de
belleza a un mundo que consideraba feo, que solo deseaba encajar en la tela sus
desvaríos de rebeldía ante un ánimo que, poco a poco, se agotaba en el delirio.
2 comentarios:
Pues debo agradecerte que hayas comentado en el blog esta película que tenía pendiente y que gracias a tu escritura decidimos ver mi pareja y yo anoche.
Nos encantó la película. Nos atrapó desde el inicio con un ritmo constante que te va sumergiendo en un personaje muy atrayente. Debía ser un carácter de tomo y lomo el señor Vincent.
Una obra que toca muchísimos temas y que tendría para hablar durante horas. Amor, integridad, maestría, tutela, supervisión, insistencia, persistencia, frustración, crueldad.... es una película tremenda sobre la condición humana.
Este tipo de películas son maravillosas porque aportan muchísimo. Y me ha parecido un ejercicio de honestidad, respeto, pasión y cariño de todos los que han participado en ella poniendo lo mejor de cada uno (Douglas, Minelli, Gibbons...)
Algo hay ahí... en el límite de lo desconocido de nuestra mente, donde tantos y tantos maestros logran entrar hasta ser tildados de locos e incomprendidos, y donde los mortales comunes ni imaginamos que se puede estar.
Gracias por abrirnos esta puerta César.
Encantado de habértela descubierto, y encantado de saber de ti.
Eres muy certero en el análisis de esta película. Están todos los temas que citas en un personaje enormemente complejo y que, efectivamente, era un enfermo de la vida. Nunca a gusto consigo mismo (creo que donde está más cerca de alcanzar la felicidad es cuando está con Gauguin, porque, al fin y al cabo, es el único que se atreve a compartir algo con él). Desde luego que es un ejercicio de honestidad y de entrega de la gente extraordinaria que interviene en la película. Douglas confiesa en su autobiografía que fue la vez que estuvo más cerca de perderse en un personaje. Entre otras cosas porque, con la barba, quedó impresionado del enorme parecido físico que había entre Van Gogh y él. Y hasta la fecha hay que reconocer que es el mejor acercamiento que se ha hecho nunca a la figura del pintor. He de reconocer que "Loving Vincent" es una maravilla visual (con un argumento muy, muy mediocre) y que muchos otros han intentado acercarse como Kurosawa en "Los sueños" (con Martin Scorsese como el pintor) o Robert Altman en "Vincent y Theo" (con Tim Roth como Van Gogh), pero ninguno consigue transmitir esa angustia de creación y de vida que sintió el genio. En realidad la película llega a decir que la genialidad y la locura van de la mano y que el resto sólo podremos hacer esfuerzos para comprender hasta dónde llegaban esos creadores que siempre estaban al límite.
Gracias a ti por un comentario tan estupendo.
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