Un tiro para acallar fórmulas. O
un poco de drogas. O una mujer flotando en el agua. Todo eso da igual. El
petróleo es el motor que mueve el mundo y el hecho de que hace mucho tiempo, un
grupo de científicos desarrollara un combustible sintético no es algo que
favorezca demasiado los intereses de los grandes emporios petrolíferos. Cuesta
creer que un simple asesinato destape toda la trama de espionaje, de maniobras
y de falacias que las auténticos modernos usureros han puesto en práctica para mantener
al consumidor subyugado, obediente y dispuesto a dejarse billones y billones de
dólares en las gasolineras de todo el mundo.
Es difícil dejar de luchar cuando
se es un viejo policía que, además, tiene un anticuado sentido del honor. Las
amistades, al final, son lo único que queda en el corazón y, cuando un amigo es
abatido, hay que llegar hasta el fondo del asunto, aunque ese fondo esté
repleto de nazis, de auténticas barbaridades perpetradas con el fin de
perpetuar el negocio. La vida humana no vale nada pero siendo un experto
sabueso al borde la jubilación, uno no se puede permitir unirse a esa banda de
criminales que nos saquean los bolsillos todos los días. Lléneme el depósito,
por favor, y que no falte ni una gota.
De hecho, llega a sorprender cuando
uno se ve cara a cara con el que ostenta el verdadero poder. Si se piensa
fríamente, no es más que un hombrecillo, que se peina de forma ridícula, pasado
de peso, que habla de una forma muy extraña al hacer continuas comparaciones
con el ajedrez… ¿Ese es el que controla todas las vidas? ¿El que consigue que
mi coche ande? ¿El que oculta secretos que podrían facilitar las existencias de
los simples mortales? Decepcionante. El tipo se preocupa del cloro de su
piscina, de cuidar su estúpida planta de interior y de parecer un tipo bonachón
que jamás se altera por nada. No tiene necesidad, por otra parte. Basta una
llamada telefónica para que se haga todo lo que desea. Y cada llamada vale un
millón de dólares. “No os enteráis de
nada. Los árabes somos nosotros” y sigue desayunando una taza de sangre
bien cargada.
Interesante título cuyo mayor
activo reside en las interpretaciones que ponen en juego actores de sublime
veteranía como George C. Scott, Marlon Brando o John Gielgud para decirnos bien
a las claras que todo es una enorme tomadura de pelo por la que hay que pagar. Nadie
puede estropear un negocio, sea cual sea. Y menos aún si de ese negocio depende
todo lo demás. ¿Combustible sintético? Eso sería competencia desleal. Entraría
en el mercado como una reina comiéndose a una torre y abarataría los precios
hasta dejar el cartel en las gasolineras de “no rentable”. Más o menos como las
vidas humanas cuando dejan de ser útiles. Simples chocolatinas para que la
gente murmure y tendremos otros treinta años de tranquilidad y caja.
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