Si tenéis ganas de escuchar el emocionante coloquio que tuvimos en "La gran evasión" a propósito de "La carretera", de John Hillcoat, podéis hacerlo aquí.
Damas y caballeros, el señor
Jeffrey Lebowsky…bueno, vale “El Nota” o “Señor Nota” o “Su Notísima” o “El
Notarino” o lo que ustedes prefieran llamarle siempre que no sea en plural
mayestático. Sí, sí, digo bien porque “El Nota”, al fin y al cabo, es una parte
de todos nosotros. Es ese tipo que, a pesar de su pertinaz pereza y de su
automarginación voluntaria, te gusta tener al lado porque, en el fondo, tiene
algo de ética, algo de honestidad inherente que no se puede despegar de él. Le
gusta la música menos algún grupo que hace una canción sobre un hotel y resulta
que, en realidad, es una metáfora sobre colocarse y tal…pero donde esté un buen
peta y un buen ruso blanco…allá que va “El Nota”. Lo peor de todo es que parece
un estúpido pero no lo es. Y ése es el error que comete el opulento y amoral
señor Jeffrey Lebowski que se llama igual pero que se sitúa en las antípodas de
“El Nota” y, por tanto, en el otro lado del mundo de todos nosotros. Seamos
sinceros, el millonario señor Lebowski jamás conocería a tipos como Jesús
Quintana, ese tipo que va de morado a la bolera y tiene una relación lujuriosa
con los bolos; o como Walter Sobchak, sospechosamente parecido a un director
como John Milius y que saca el tema del Vietnam a la mínima de cambio; o como
esos dos tipos, un poco raros que se llaman Joel y Ethan Coen y que hacen un
cine que muchas veces se basa en coger universos ajenos, removerlos un poco en
su particular coctelera y verterlos sobre un montón de personajes de su propia
cosecha.
Sí, porque, aunque no lo parezca,
El gran Lebowski es una transposición
desquiciada del universo de Raymond Chandler. Esos tipos…es que son muy
particulares porque unos cuantos años antes cogieron el mundo que rodeaba a
Dashiell Hammett para hacer Muerte entre
las flores y su mirada fue rigurosa, levemente renovada, profundamente
estética y irreprochablemente buena y, claro, ahora no iban a coger a Chandler
y hacer lo mismo. Tal vez se bebieron unos cuantos vasos de caucasianos y
decidieron coger alguna de las constantes de Philip Marlowe y colocar al
personaje más anti-chandleriano del mundo. El resultado, por supuesto, es
alucinante en toda la extensión de la palabra porque “El Nota” alucina en
colores, en privado y en público. Cuando sueña, es divertido; cuando actúa, es
desastrado pero cuando piensa, señores, eso es otra cosa. Es un sabueso
perfecto. Tanto es así que le confunden con un gran detective privado. Y todo
por una alfombra. Yo creo que deberías pensarlo algo mejor, “Nota”, antes de
meterte en esos líos. Claro que a veces tú te comes el oso y, en otras
ocasiones, el oso te come a ti. Lo cierto es que yo estoy mucho más tranquilo
sabiendo que en el mundo hay tipos como “El Nota”. Su vagancia no molesta a
nadie y a mí me vale que mate el tiempo en la bolera con sus amigos, con unos
cascos en las orejas y unos bañitos relajantes a base de maría y de velas. Eso
significará que, cuando se necesite a alguien, siempre habrá un “Nota”
dispuesto a dejarse zurrar y usar la razón como arma, por mucho gordo brutal
que tenga al lado o por muchos amigos que sufran de verdad un ataque al corazón
cuando se les ha advertido una y otra vez que tienen que cerrar la boca. Es la
vida, “Nota”. Es la barba mojada por el agua de la taza. Es la maravillosa
visión al pasar por debajo de un montón de piernas abiertas encima de una pista
de bolos. Eso sí que es un pleno. Por mucho pornógrafo que ande suelto y mucho
tipo que crea que eres un auténtico inútil. Las apariencias engañan…y el “Nota”
siempre resiste ¿verdad, tío?
4 comentarios:
Un artículo genial señor Bardés, tanto como la película.
Gracias, seguro que no tanto, pero anima mucho.
Grande el artículo
Muchas gracias.
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