Nuestros
sentimientos están dominados por emociones que, en el fondo son muy primarias.
Alegría, tristeza, ira, asco, miedo…muchas veces querríamos prescindir de ellos
para alcanzar eso tan difícil que se llama felicidad pero el secreto está en
que todos y cada uno de nosotros somos una mezcla, a menudo casi perfecta, de
todo ello. Todas esas sensaciones, convenientemente matizadas por las demás,
hacen que tendamos puentes hacia todo lo que nos realmente nos importa, por
mucho que el tiempo y, sobre todo, la edad se encarguen de derribar lo que
creemos sólido y que nos mantiene amarrados en el equilibrio.
Es obvio que al cumplir
determinada edad va cambiando nuestra escala de valores y aquello que nos
parece inamovible se despeña por el acantilado del desinterés porque, al
hacernos adultos, comenzamos a no sentir, a olvidar ilusiones, a embargar
sueños, a condenar las miradas que nos hicieron niños. Y es entonces cuando hay
que agarrar con fuerza los recuerdos esenciales y dejar que las emociones
también tengan su oportunidad porque, de lo contrario, no somos más que pedazos
de carne con ojos que destacan por su insensibilidad, por no diferenciar la
frontera entre el bien y el mal, por no plantearnos siquiera el daño que
podemos hacer a los demás. Es el momento de ser persona por mucho que no
deseemos serlo. Es el momento de empezar a tenerlo todo bajo control.
Mientras tanto, en nuestro
interior, puede que se desaten tormentas de personalidad, vacíos inestables de
alegría porque todo tiene un color negro en el que no cabe la esperanza de
volver a empezar. Más que nada porque los sentimientos se acomodan y aceptan
rutinas y, en muchas ocasiones, se empeñan en hacernos creer diferentes cuando,
en el fondo, no lo somos tanto. Siempre habrá un sueño por ahí suelto, una
melodía machacona que se nos ha quedado gracias a un resorte desconocido de la
memoria…somos lo que somos porque hemos vivido lo que hemos vivido y renunciar
a ello es arrinconarse en el espíritu y dejar que todo pase a nuestro lado sin
dañarnos porque quien no siente, en realidad, jamás podrá amar.
Maravillosa obra maestra, llena
de originalidad y de mensajes, que explica los comportamientos imprevisibles
que nos azotan, no solo en las puertas de la adolescencia, sino también en el
dormitorio de la madurez. El equipo de Pixar capitaneado por John Lasseter y,
en esta ocasión, liderado por Pete Docter consigue una película de dibujos
animados que va mucho más allá del simple entretenimiento de la aventura para emocionar
a grandes, pequeños, medianos y mayores. Pocas películas han tenido esa
capacidad y aquí descubrimos, de forma simple y juguetona, cuáles son los
mecanismos que mueven la mente para que crezcamos por dentro y seamos luz cada
uno de nuestros días, con sus arrebatos de ira, con sus gestos de rechazo y
asco, con sus miedos nerviosos y sus alegrías contagiosas. Todo ello nos
conforma como seres humanos y no debemos renunciar a nada de todo eso porque
somos iguales pero también somos diferentes y tenemos derecho a construir una
personalidad que nos valga como un traje a medida. Igual que unos cuantos
genios que trabajan en una factoría de dibujos animados y que nos ponen a
pensar con un cuento psicológico que descifra las claves de todo lo que soñamos
ser y, a menudo, creemos que nunca llegamos a conseguir cuando está ahí mismo,
en nuestro interior, como un tesoro que nos impulsa a conquistar cada nuevo
día.
4 comentarios:
Juer, que torpe, creíq ue abrías hoy y fue el martes pasado. No importa recupero pronto y me pongo al día.
Lo primero, esta maravilla, porque a mi me lo parece y a la vista de lo dicho , por ti y por tantos no debo andar muy desencaminado. El otro día escuché un programa con un neurocitujano, una psiquiatra, un psicologo...venían a decir que había más ciencia en esta película y acertada descripción del funcionamiento cerebral que en muchas de las sesudas clases que se impartían en las universiades (con ello ya desmentimos la crítica de que mostrar el cerebro como un parque de atracciones de Lego era algo irreal).
Yo ya comenté que si acaso lo que me resultaba algo chirriante era el recurso al humor simplón protagonizado por algún personaje (el miedo generalmente) que me parecía una concesión al público infantil pero que a mi me sobraba un poco, porque yo no me podía tomar la película a broma, aunque algún momento me hiciera sonreir con algún detalle simpático (entrar en la mente de la madfre o del padre y ver a sus respectivas emociones repetir algo que nos resultaba muy conocido por ejemplo). En general creo que la evolución del niño a adolescente es una buena excudsa para bucear y buscar a todos los públicos, pero estoy seguro que con el mismo acierto y buen sentido se hubiese podido hacer con cualquier personaje adulto, tal vez hubiera perdido el humor, tal vez se hubiera cargado de tópicos, pero nos hubiese hecho reflexionar mucho y conocernos mejor.
A mi me parece una película imprescindible.
Abrazos naranjas
Estoy básicamente de acuerdo con lo que dices y nunca mejor dicho el adjetivo "básicamente" porque en la base tienes mucha razón pero hay otras cosas con las que disiento.
Yo creo que la concesión a los recursos del humor simplón del miedo son muy propios de la edad adolescente. Es una edad llena de miedos (aunque ellos rara vez lo reconocen) y además también es una edad en la que no tienen mucha idea del humor que tienen que emplear. Muy a menudo se decantan hacia el humor más simplón posible y en otras te sorprenden con unas salidas realmente brillantes. Yo sí me tomo la película a broma a pesar de que, no me da vergüenza confesarlo, tuve una adolescencia atormentada como pocas aunque tal vez no lo dejé traslucir demasiado (mezcla de miedo y orgullo). Es evidente, por otro lado, que la película tiene que acudir a esquemas muy simples para poder captar las situaciones de pensamiento por las que pasa un adolescente. Más que nada porque es el momento de romper puentes (eso es absolutamente cierto) y construir otros nuevos en los que, tal vez, la familia ya no es tan importante. En cualquier caso, Carpet, haciéndome cargo de lo que debe pasar por tu cabeza, no te preocupes. Siempre vuelven. Siempre encuentran la manera.
Yo creo que el acierto de la película, precisamente, está en centrarse en el pensamiento y modos de comportamiento adolescente (recuerda quieren ser adultos pero no lo son. Quieren ser niños pero tampoco lo son). Precisamente porque demasiado a menudo es un misterio indescifrable de proporciones laberínticas. Y la película, de una forma muy sencilla, explica reacciones y suposiciones y hace que el adulto se plantee un montón de cosas y también comprenda otras (por ejemplo, los enfados repentinos y sin venir a cuento).
En otro orden de cosas, había por ahí un artículo sobre la película firmado por Jon Juaristi (un hombre al que respeto, en especial por "El bucle melancólico") en donde cargaba contra la película sin ninguna compasión diciendo que es una de las mayores tonterías que había visto en el cine y eso de que explica el comportamiento adolescente es una patraña como una casa de grande. También decía que la película riza el rizo cuando ya quiere explicar del mismo modo el comportamiento de los gatos. Son opiniones, más o menos acertadas. Y, en este caso, todas son válidas por una sencilla razón. Todas las filtramos a través de nuestras propias experiencias. Bien porque recordamos nuestra adolescencia o bien porque las estamos viviendo en la piel de nuestros hijos. Y sigo diciendo algo de lo que nunca me he arrepentido: sin duda, es una edad difícil, es una edad en la que tienen que empezar a tomar decisiones y todavía no les ves capacitados para tomar ninguna pero es una edad que tiene un encanto especial por muy difícil que sea. Mi hijo tiene arranques, hay veces que se torna insoportable, noto cómo se aleja de mí a marchas forzadas y me entra un nudo en el estómago...pero aún me sobra emoción cuando veo sus espaldas, su forma de andar, su mirada llena de preguntas sin respuesta aunque no conozca ni una de ellas y más de una vez he tenido que reprimir una lágrima para que vea, como un adolescente, que su padre es aún más débil que él.
Abrazos sin recuerdos quemados.
Ays, que había escrito mi respuesta y se ha perdido en las inmensidades. Acortaré lo que dije para ver si soy capaz de que llegue a destino.
Quería aclarar lo que a tenor de tu respuesta ha sido una interpretación erronea de mi intención, que me expreso como un libro cerrado con llave ultimamente.
Yo no quería decir que el miedo no sea una emoción predominante en esa etapa vital, todo lo contrario. Lo que a mi no me terminaba de gustar es la utilización de esa emoción como payasete simpático para los espectadores más peques. El Jar Jar Binx de las emociones, vamos. Y eso creo que era un error. Ppor ejemplo y sin espoilear demasiado, en el momento importante se admite que la Ira tome los mandos, pero pasado el primer impulso es dudoso que el Miedo no debiera cobrar un protagonismo máyor y mucho más aciorde con el momento. Estamos en pleno cambio pero no podemos olvidar de donde venimos.
Es una película que se puede disfrutar desde cualquier perspectiva, pero en mi caso aunque lo pareciese no era como padre en tesituras parecidas, mis crios hace tiempo que me aportan otro tipo de quebraderos de cabeza, sino (y en parte me parece que a ti también) llegando a mi propia y lejana adolescencia. Reconocía más mi paso por aquellas rutas vitales que las que he visto desde la barrera infranqueable que levantan los ex-niños. Yo no tuve una dolescencia demasiado tumultuosa salvo por mis vergüenzas ante las chicas, que mis amigos superaron antes y mejor que yo(nuevamente el miedo gran protagonista), pero es indudable que echado la vista atrás reconocía el festival de sube y baja que sentí. Y el ingente esfuerzo de la abnegada autoestima para encontrar su inestable hueco.
Abrazos emotivos.
Ahora está mejor explicado, qué duda cabe. Yo también eché de menos un mayor protagonismo del miedo y te diré cuál ha sido el problema. La misma representación de un sentimiento tan difícil de representar. Estoy de acuerdo con que el miedo tiene mayor protagonismo y que, en lugar de la ira, debería ser el miedo el que tomara los mandos pero, probablemente, la película perdería gracia. También es verdad que es una especie de concesión a los más pequeños, intentando que la película abarque el mayor abanico de edades posible. Hay un momento que no hemos comentado y a mí me parece fantástico y es cuando atraviesan la zona abstracta, una genialidad.
Me alegro, por otra parte, que tu proyección de la película sea hacia la experiencia de tu propia adolescencia. Creo que eso es lo que busca en los mayores, más que la comprensión hacia los problemas de los que vienen detrás. Yo no era un adolescente problemática (con algo de genio, quizá), y la imagen que daba era, normalmente, la de un tipo sensato, con la cabeza sobre los hombres aunque en mi interior distaba mucho de ser así. Por supuesto, a las chicas les parecía demasiado "mayor" y, años después, alguien me dijo que yo despertaba...miedo porque estaba muy por delante de las tonterías que ellos decían. Siempre he pensado que era una tontería porque, como bien dices, el miedo y la inseguridad me dominaban y creía que era el último gilipollas de la panda. Tanto es así que jamás conseguí ligar con ninguna chica de las que iban habitualmente con nosotros mientras los demás pasaban con una y con otra por delante de mi visión impasible por fuera y, a menudo, llorosa por dentro.
Un tío frío, vamos. Ahora, a punto de entrar en la tercera edad, sigo siendo un gilipollas, quizá algo aumentado porque, a veces, no puedo controlar mi genio. Cuestión de carácter, supongo.
Abrazos iracundos.
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