No hay nada como mantener la
cabeza fría y los puños calientes. La cabeza fría, naturalmente, es un agente
llamado Napoleón Solo. Los puños calientes tienen la fuerza y la contundencia
de otro agente que responde al nombre de Ilya Kuryakin. Y así es cómo se forma
un gran equipo aunque ambos sean como la noche y el día. Uno es fino, con
clase, sin alteraciones en su impecable vestimenta. El otro es rudo, muy
primitivo, con una fuerza de gigante y, en ocasiones, un cerebro un poco más
limitado. Son el equipo perfecto. Y la demostración preclara de que la Unión
Soviética y Estados Unidos deben colaborar para evitar que haya locos que
enrarezcan aún más el ambiente de la Guerra Fría. Incluso para discutir qué
hacen con un fulanito mientras éste se hace a la parrilla en una suerte de
silla eléctrica.
Así pues tenemos clase y fuerza,
energía y velocidad, toques de humor y buen ritmo. Una película que contentará
a rusos y a americanos. El código es fácil y se asimila con gusto porque entra
al igual que una botella de vino guardada en una cesta esperando un rato de
placer. La chica también está pero se decanta con facilidad. Más vale pistola
en mano. Por otro lado, no faltan las desconfianzas porque aunque capitalistas
y bolcheviques vayan a colaborar eso no quiere decir que estén exentos de
traiciones. Todo lo contrario. Hay que andarse con mucho más cuidado porque
quizá duela más. Aunque la clase lo resuelva todo. Aunque los sesenta estén
ahí, abriéndose paso con la moda de James Bond, con la explosión de la Fórmula
1, con las chicas vestidas de Dior hasta las cejas y con una combinación de
colores que, a menudo, consiguen entornar los ojos.
Guy Ritchie consigue una buena
diversión, desenfadada y en su punto acerca de esta aproximación a aquella
serie que en los años sesenta protagonizaron Robert Vaughn y David McCallum con
el nombre español de El agente de la
CIPOL. Ahora, como ya nadie se acuerda de aquello salvo los que estamos
alrededor de la nostalgia más añeja, se lanzan de nuevo las aventuras de Solo y
Kuryakin, una pareja perfecta en un mundo imperfecto, demasiado frío, demasiado
materialista y, sin embargo, demasiado elegante.
Y es que no es fácil ser un espía
en esos tiempos en los que todo se basaba en la última moda. Henry Cavill
consigue una buena caracterización del espía americano y Armie Hammer está
acoplado con solvencia en el más ingrato del ruso. Hugh Grant le pone solidez a
ese Wetherby que en la serie tuvo el rostro del legendario Leo G. Carroll (el
jefe del servicio secreto de Con la
muerte en los talones) y hay un excelente trabajo de ambientación,
vestuario, y muy especialmente, con la banda sonora llena de éxitos sesenteros.
Se pasa un buen rato. Tanto es así que nada más salir del cine estuve pensando
en ir a comprarme un traje, unas gafas de sol, un par de jerseys de cuello alto
y un par de discos de vinilo que
levantan mágicamente las ganas de bailar. A ver si así soy un poco más cool.
2 comentarios:
Pues no fui a verla porque el in de semana anterior me saturé de emociones con Tom-Ethan Cruise, pero la verdad es que esta me parecía más apetecible, más desenfadada, con más sentido del humor y claramente más elegante.
Ritchie ya nos había servido algo bastante aceptable con el primer sherlock Holmes (bastante menos con el segundo) y merecía la oportunidad. De hecho, por algún momento pensé que podría resultar una agradable sorpresa a lo "Kingsman, agente secreto".
Abrazos susurrados
Es claramente mejor que "Misión imposible: Nación secreta". Con unos protagonistas que saben darle el "swing" necesario de los sesenta y que, además de un desfile muy "fashion", resulta de lo más elegante. Cavill me resultó una sorpresa porque actúa realmente de forma desenfadada y muy elegante. Es algo diferente a "Kingsman" porque la estética de los sesenta manda mucho pero está muy bien. Pasas un gran rato.
Abrazos con gafas Lotus.
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