Todo por unos pendientes. Y
seamos sinceros, tampoco son tan bonitos. Unos pendientes que van a delatar
relaciones ilícitas, pasiones no correspondidas, escándalos tapados, recompras
absurdas y un universo entero de deseo y de felicidad que se rompe en añicos
porque los pendientes…los malditos pendientes no hacen más que ir y venir de
mano en mano, desde Constantinopla a París, como si el amor estuviera encerrado
en ellos y se empeñara en volver a su legítima propietaria.
Allí está ella, radiante,
sensual. Nunca deja de ser una dama excepto en sus desmayos, nunca aclarados,
que son un poco más extensos de lo normal en la alta sociedad. Ella es pura
sofisticación. Se sorprende cuando la pasión aparece en su vida, como unos
pendientes de los que ella se deshizo porque no les tenía ningún aprecio. Es
tan maravillosa, tan tersa, tan única que hasta levanta miradas en medio de la
casa de Dios. Ella cree pero no quiere perder nada. En el fondo, cuando los
pendientes vuelven a ella, su significado ha cambiado tanto que son una segunda
piel, un segundo corazón, una segunda oportunidad. Y lo que ella no sabe es que
los sentimientos de los demás condicionan todo su mundo aunque no estén
expresados con espontaneidad. Es así de simple. Es como una vía del tren de la
que no hay que apartarse. Todo lo demás son vías muertas o, como mucho,
secundarias.
Allí está él, atractivo,
seductor, con su pelo manchado de plata y su mirada tierna y desnuda. Solo el
roce de una mejilla en un eterno baile es suficiente como para elevar los
sueños de una mujer acomodada hacia el cielo más allá del lujo y de la
sofisticación. Sabe que su destino está unido al de esa mujer porque ha vagado
por medio mundo, ha conocido a muchas, ha estrechado en sus brazos al mismo
amor pero ella…ella es diferente. Compró unos pendientes y se los dio. Y ahí es
donde todo comenzó a perder sentido. Como la misma pasión. Como el mismo amor
que se deshace al igual que la espuma del champagne en el bufé de una recepción
cualquiera. Ella es el mundo y, si no está ella, lo mejor es entregarse.
Allí está él, imponente y
marcial, impecable, experto ocultador de sentimientos que no deja salir ni
siquiera en una situación de emergencia. Compra y recompra los pendientes para
que, al fin y al cabo, no estén donde deben estar sino donde se puedan perder
de vista. Está bien situado, es bastante atractivo aunque palidece al lado de
algún que otro diplomático italiano. Se toma la vida con unas ciertas dosis de
ironía y no deja de ser elegante e hiriente cuando la ocasión lo requiere.
También ha tenido algún desliz que otro pero siempre destinado a un feliz y
temprano término. Es la vida del soldado. Es una verdad inmutable. Soldado
siempre. Marido, a veces.
Max Ophüls dirigió esta perfecta
obra maestra sobre las apariencias y el amor que parece revolotear alrededor de
Danielle Darrieux, del amante Vittorio de Sica y del marido y gran dominador de
todo Charles Boyer en uno de los mejores papeles de su carrera. El resultado
es…bueno, permítanme, este es mi baile…
4 comentarios:
Buenas,
Gran película la de tu entrada anterior y mejor director aún, de los grandes. Tengo debilidad por 'El placer'.
Saludos.
Ophüls es un cineasta referencial. No olvidemos, por ejemplo, que está muy cercano a Kubrick en estilo, lo cual, creo, ya es decir mucho. Todas sus películas tienen algo especial, no solo "El placer" sino esa maravilla que es, quizá, una de las mejores películas de episodios que se haya hecho nunca como "La ronda" o, incluso, una de sus incursiones en el cine americano como es "Almas desnudas". Y, por supuesto, "Carta de una desconocida", una auténtica maravilla narrativa que se antoja como una de las mejores adaptaciones literarias que se han hecho en el cine.
Un saludo.
Sí, "Madame de...", "La Ronda" y "Carta a una desconocida" seguramente sean las niñas mimadas de su director, por eso lo de ese cariño especial por "El placer", esa niña algo ¿más fea?. :-P
Saludos.
A mí me parece una gran película, también. No olvidemos que "Madame de...", cuando se estrena, es un fracaso de altura. Los críticos dicen de ella que está bien pero que se arruina por ese estilo exageradamente manierista que pone en juego Ophüls. "El placer" me gusta mucho, desde luego. No tanto "Lola Montes" que, aún siendo una excelente película, está un poco por debajo de lo que se puede esperar de él, al igual que "Atrapados" esa fábula casi negra con Robert Ryan, Barbara Bel Geddes y James Mason en la que años después reconoció que "el personaje de Mason nos salió demasiado bueno".
Un saludo.
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