Cuando a un reportero
se le asigna una corresponsalía, aparentemente tranquila, en algún lugar del
Sudeste Asiático, es posible que sus ojos estén llenos de ingenuidad ante el
desafío. El país tiene grandes maravillas naturales, parece sumido en una
tranquilidad algo engañosa, pero segura. Además va a conocer a otros
corresponsales mucho más veteranos que, tal vez, puedan deslizar un par de
lecciones sobre cómo introducirse en la fiesta de una embajada, o en un acto
oficial, o pueden arreglar alguna entrevista personal con el mismísimo
presidente. De momento, ya es muy simpático que le hayan asignado un fotógrafo
que no le llega ni a la cintura y que, además, es nativo de Indonesia. Yakarta es
una urbe de gran movimiento y no faltan cosas que hacer. Incluso en una de esas
fiestas en las que la diplomacia dice siempre algo en voz baja, es posible que
se halle una mujer deslumbrante, valiente y decidida que encandila la voluntad
del periodista.
Sin embargo, la turba
comienza a moverse. Parece que hay algunos focos de rebelión y el país se
agita. La aparente estabilidad se tambalea y las noticias empiezan a surgir en
cada rincón de Indonesia. Y sólo hay una razón para todo eso y es el hambre.
Cuando el pueblo comienza a morir de inanición se desatan todas las furias,
todos los rencores, toda la mala sangre que estaba callada. Tal vez, Yakarta ya
comience a ser un lugar peligroso y no queda demasiado sitio para el amor. Tal
vez, llegó la hora del pueblo, que necesita comer por encima de otras
consideraciones de tipo patriótico. Ese fotógrafo de corta estatura mira de
otra forma y encierra en su memoria las instantáneas de la desgracia, como si
algo en su interior le gritase que tiene la obligación de hacer algo por la
gente que muere en las calles. Mientras tanto, la política, el romance y el
misticismo se entremezclan en el deambular de ese periodista que gana
experiencia cada día, como si intentara buscar algo que no halla. Es lo que
pasa cuando la masa se agita…hay muchas preguntas y, con toda probabilidad, muy
pocas respuestas.
El
año que vivimos peligrosamente es un ensayo social
sobre los peligros de las injerencias extranjeras en países del Tercer Mundo,
es un fascinante retrato de la labor periodística en un país que vive horas de
zozobra, es una historia de amor y de compromiso entre dos personajes que saben
mirar lo que les rodea, es una historia moral sobre las contradicciones que
siempre atenazan a la población del Extremo Oriente y, de paso, es una
estupenda película que evoca los modos, texturas y estilos de vida del Sudeste
de Asia.
Peter Weir dirige con
contundencia, sin miedo, a dos intérpretes que, por aquel entonces, eran casi
unos desconocidos como Mel Gibson y Sigourney Weaver. Allí ya apuntaban todo el
talento que poseían. Y, por supuesto, una mención especial merece el
maravilloso trabajo de Linda Hunt, mujer embutida en la piel de un hombre, con
esa impresionante encarnación del fotógrafo que termina por tomar conciencia de
que la solución nunca está en cruzarse de brazos e informar. Hay que estar y
vivir el centro de la noticia para que el mundo sepa, realmente, qué es lo que
está pasando.
2 comentarios:
Es una película estupenda, no cabe duda. Mel y Sigourney guapos y muy jóvenes, la tensión crece de la misma forma que crece esa pasión entre los dos.
Y también debiera ser un antídoto para esta nueva moda de que los casting deben estar dirigidos de forma que a un personaje transexual lo debe interpretar un transexual, a un personaje indio un actor indio y a Chewbacca un actor wookie. Aquí Linda Hunt cambiando de género es lo mejor de un film que tiene muchas cosas buenas. Pero claro Linda Hunt es muy grande con todo lo pequeña que es.
Abrazos con la camisa desabrochada
Pues estoy de acuerdo en todo. Es una película estupenda y, quizá junto a "Bajo el fuego", la que mejor retrata el trabajo de los corresponsales de guerra. Con gusto, pasión y con mimo y dedicación. En cuanto a lo de Linda Hunt, totalmente de acuerdo. Ella está enorme y eleva la película a unas alturas impensables con ese papel comprometido y difícil que debe llevar adelante y lo hace con sobresaliente.
Abrazos con la máquina de escribir.
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