Si
nos ponemos a hablar de España, ese país de charanga y pandereta que se
esfuerza durante todos los días de su azarosa existencia por hacer de la nada
un sindiós, el resultado puede oscilar entre el absurdo y el ridículo. Tanto es
así que, en un hipotético apocalipsis, es muy posible que todo se reduzca a
agrupar a los ricos por un lado y a los pobres por otro. Y así no hay quien
pueda vender un miserable zumo de limón en condiciones, hombre.
La distopía está
servida y ahí tendremos a las cabras pastando en la piscina, a esa legendaria
pareja de guardias civiles compuesta por Morris y don Alfonso, a un barbero que
se carga a otro porque el negocio es el negocio y no marcha como debe, a un
conserje que tiene unas reglas rígidas dictadas por un rey de bastos que se
entrena para gobernar a base de caprichos y por libre, a la Méndez, una jefe de
gabinete que está de toma pan y moja y a la que le queda un prurito de
conciencia social, a un alcalde que, cuando está de malas, se pone insolente
con pareados y a unos cuantos jóvenes a los que les gusta hablar más que actuar
porque hacer, lo que se dice hacer, no hacen nada. Y a un cura al que le gusta
liarse a tiros. Por otro lado, los parados, los sin techo que sobreviven en el
bosque y tienen que soportar las cansinas letanías de un locutor de profesión
pesimista. Ahí podremos atisbar que, de vez en cuando, hay que rezar al
Quijote, porque digan lo que digan, todos hemos dicho que lo hemos leído y casi
ninguno lo ha hecho. Entre ellos, también hay un fraile y una monja que
coquetean peligrosamente con el pecado de lujuria, se reúnen alrededor de una
fogata para contar y cantar sus proclamas políticas y que, cuando pasan a la
acción, lo hacen tan mal que parece que el sindiós también se pone a mendigar.
España a la sombra de un rascacielos en medio de Monument Valley. Ni Lorca, ni
Machado, ni la vaina que los malcrió pudieron llegar a imaginar tal
despropósito de futuro.
A primera vista de
anarquía y barricada, podría parecer que el director José Luis Cuerda ha
querido fabricar un caos que sirva de ariete para cargar contra la clase alta,
la Guardia Civil, la Iglesia y el supremacismo social, pero no se dejen
engañar. Cuerda, con inteligencia y humor, también vuelve las bayonetas desde
el izquierdismo de toda la vida hacia esas nuevas posturas revolucionarias que no
desean la igualdad, sino convertir a unos pocos privilegiados en nuevos
componentes del grupo dominante y olvidarse de los de siempre. Al fondo, parece
que Lampedusa vuelve a aparecer con una carcajada que, entre espasmos y ataques
de tos, sigue diciendo que todo tiene que cambiar para que todo siga igual. Y
aquí hay algo más de miga crítica que en aquel amanecer que no era poco.
Con sabiduría, Cuerda
maneja un reparto coral que exhibe en cada uno de sus nombres algún momento de
lucimiento. Es posible que alguno no vea en esta película más que una sucesión
de chascarrillos luminosos que delata la simpleza del espíritu patrio y, sin
duda, estará equivocado. Hay de eso y más aunque, quizá, el conjunto deje poco
rastro tras su paso. Al fin y al cabo, sindiós tras sindiós acaba por convertir
la memoria en un erial que sólo guarda la agradable sensación de que alguien ha
terminado por decir dos o tres verdades a la cara con gracejo y agudeza a pesar
del espanto que le produce asistir al triste espectáculo de lo que realmente
somos.
4 comentarios:
Flaco favor le han hecho en mi opinión a esta película definiéndola como secuela de "Amanece que no es poco". Porque salvo el tono irreverente y surrealista poco tiene que ver con aquella ni en argumentos ni en personajes - si no me equivoco solo Rellan y Gabino sobreviven de aquel reparto- pero la sombra de la peli del 89 es muy alargada y pesa tanto que cualquier comparación se hace odiosa.
Y así tenemos una película divertida y algo loca que bajo su aparente anarquía se dedica a contarte las verdades del barquero. Y en estos tiempos en los que nos la cogemos todos con papel de fumar me parece un ejercicio muy sano. Humor inteligente de ese ante el que no cabe poner límite alguno. En cuanto a las interpretaciones, aquí tenemos varios Goya en acción, Álamo, cada día más sólido, o Manolo Solo que a mí siempre me ha parecido una especie de relevo natural de Juan Diego. Frente a ellos, los más mediáticos, Berto, Valls, Reyes, que hacen bajar un poco el nivel. Pero ya quisieran los Torrentes tener repartos corales así.
Abrazos recién exprimidos
No es una secuela, efectivamente, pero yo creo que sí es la última parte de una trilogía (que se podría llamar "del absurdo" o "amanecista", si se quiere por la popularidad que ha alcanzado su segunda entrega) de la que forma parte, por supuesto, "Amanece que no es poco" y también "Total". Creo yo que los tiros deberían ir más por ahí.
Sin embargo, también es cierto, hay varias cosas que la alejan del modelo al que tanto quieren igualar. El argumento tiene algo más de lógica (si podemos hablar de ello) aunque el espíritu anárquico sea el mismo. Y lo que me parece muy bien es que Cuerda dispare en todas las direcciones, con una mente lúcida, sabiendo lo que dice (que, en el fondo, es algo muy serio) y sacando la sonrisa en todo lo que dice. Cierto es que los mediáticos están bastante por debajo de los demás (Areces, por ejemplo, está estupendo), pero al hilo de cosas absurdas, se acepta sin problemas.
Abrazos rimando como si fuera fácil.
Me parece difícil y bastante meritorio lo de hacer chistes con algunas situaciones y personajes. Por ejemplo con el de Blanca Suárez riéndose del arquetipo de buenorra o el personaje bobo de Gabino apuntando a todos sabemos quién. Seguro que en los 80 lo tuvo más fácil.
Viendo películas como esta o alimentado nostalgias con "Bohemian rapsody" me doy cuenta de que en realidad vamos hacia atrás como los cangrejos.
Abrazos contando ovejitas
Lo de Blanca Suárez me parece un verdadero equilibrio de funambulista. No tanto lo del rey, que me parece más facilón para los tiempos que corren. Es evidente que la nostalgia nos puede en muchas ocasiones pero tampoco veo que sea tan malo ir hacia atrás para coger algo de impulso. Eso, muchas veces, da un excelente resultado.
Abrazos de juventud pasada y pasota.
Publicar un comentario