miércoles, 23 de octubre de 2024

CÓMO ELIMINAR A SU JEFE (1980), de Colin Higgins

 

Tener un jefe parapetado tras su mesa de despacho y que sea el mayor sexista, ególatra, mentiroso e hipócrita es una tarea decididamente difícil para las secretarias de dirección que le rodean. Entre sueños y humos poco recomendables, ellas imaginarán sus particulares venganzas hacia este ser que no merece más que el desprecio y la defenestración literal por la ventana del piso en el que se halla su flamante e inmaculado despacho forrado de maderas en donde él se entrega al adictivo juego del poder, del acoso, de la manipulación y de la humillación. Las cosas, a veces, no son como uno (o una) las imagina, pero las circunstancias se juntan y estas tres chicas que trabajan con el individuo en cuestión tendrán una oportunidad clamorosa de dar rienda suelta a su rencor. Eso sí, sin dejar el humor de lado. Y, ojo, el humor tintado de competencia porque en la ausencia obligada del máximo mandatario, ellas se dedicarán a dirigir el departamento con eficiencia y razón, demostrando que las chicas, cuando se ponen, merecen mucho más la pena.

Por el camino, habrá confusiones, enredos, un equívoco basado en galletas y matarratas, fantasías de Disney, acosos, tretas para apartar a la inevitable servil que no se sabe muy bien qué pretende. Las chicas de nueve a cinco son guerreras y terriblemente competentes, así que es cuestión de que este individuo, a principios de los años ochenta, se agarre los machos y acepte que es mejor escuchar y luego decidir, respetar, ejecutar con lógica y no asumir los elogios que el bienamado líder desparrama como si fueran suyos.

Divertida película que causó un verdadero impacto en los ochenta porque ponía en valor el trabajo de muchas mujeres que tenían que aguantar carros y carretas en sus trabajos mientras no dejaban de usar tacón alto, vestir de forma impecable y sonreír aunque para sus adentros estuvieran acordándose de la madre de alguien. Estupendos también los trabajos, variados e, incluso, salvajes, de Jane Fonda, Lily Tomlin y el debut cinematográfico de Dolly Parton, haciendo la vida imposible a ese jefe sin moral, revestido de falsa amabilidad y sonrisa sin hueco que interpreta con sorna Dabney Coleman. El resultado fue una comedia algo alocada, con alguna que otra salida de rosca, pero inevitablemente entretenida, llena de diversión, de imaginación y agudeza, que en una época en la que eso no se estilaba, echaba una mirada a la enorme competencia de las mujeres para decir que, en muchos casos, eran más adecuadas que algunos hombres colocados en puestos de dirección.

Así que no hay que olvidar que todos tenemos el mismo cerebro y que sólo es una cuestión de saber, con el uso de la lógica y del respeto, cómo utilizarlo. Las personas siempre fueron eso, personas. Sin distinción de sexo. Y siempre es enriquecedor contar con la opinión de todos los que colaboran en cualquier trabajo. No olvidemos que nunca, nunca, nunca hay que pensar que somos los más inteligentes del lugar. Siempre habrá alguien que nos pueda dar un par de lecciones sobre eso.

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