Un olvido y los oídos
escuchan lo prohibido. Alguien va a ser asesinado. Quizá no sea precisamente
una persona que merezca vivir porque ha causado mucho sufrimiento en su país,
pero tal vez haya que decirlo para que se tomen las medidas oportunas. Lo peor
de todo es que esa intérprete de oídos indiscretos se convierte en una de las
principales sospechosas de una posible conspiración porque ella también sufrió
más de lo que merecía en ese país que se parece a Sudáfrica y que sólo existe
en la imaginación de los creadores. Sin embargo, ese agente del servicio
secreto que se encarga de investigar motivaciones y sospechosos tiene una
extraña conexión con la intérprete. Tal vez sea el mismo dolor, el mismo
cansancio ante una vida que sólo les ha regalado lágrimas en distintas
circunstancias. Y entonces se abre una doble caza. Por un lado, hay que atrapar
a los verdaderos conspiradores. Por el otro, hay que demostrar que la
intérprete no tiene nada que ver…aunque ganas de participar no le faltan.
La última película de
Sidney Pollack fue otro intento de demostrar que, si se le daban bien los
melodramas, las películas de intriga se le daban aún mejor. Para ello, no dudó
en conseguir, por primera vez, el permiso de las Naciones Unidas para rodar en
su interior, en aras de un mayor realismo. Sin duda, gran parte del escenario
más atractivo de la película es el interior de ese edificio. Y los trabajos de
Nicole Kidman y de Sean Penn son correctos, sin llegar a ser brillantes.
Pollack, en esta ocasión,no consigue ser tan vibrante, tan tenso como en otras
ocasiones. Lejos está su pulso milimétrico para Los tres días del Cóndor o su dominio del ritmo en La tapadera. No obstante, no se puede
decir en ningún momento que La intérprete
sea una mala película. No lo es. Tiene grandes momentos en su metraje, pero,
tal vez, le falta algo de pasión en lo que cuenta.
En cualquier caso, no
es fácil ponerse en la piel de una mujer que ha sido guerrillera y ha luchado
por la paz en su país y termina en el equipo de intérpretes de las Naciones
Unidas, algo que no encaja demasiado teniendo en cuenta que se escudriña el
pasado de los empleados del organismo exhaustivamente. A partir de ahí, todo
corre por cuenta de los actores que se emplean bien y no se salen de la
corrección en ningún momento. La emoción puede que ya se dejara para la agonía
que iba a afrontar un director de tantas garantías como lo fue Sidney Pollack.
Y es que un disparo puede cambiarlo todo. Puede que sea el pistoletazo de salida para la libertad largamente ansiada. Puede que sea la señal para una inmersión en la anarquía. Puede que sea el pitido final de una serie de acontecimientos dirigidos a un cambio de gobierno que no se sabe si será mejor. Las palabras cazadas al vuelo por la intérprete dan un puñado de pistas, pero no se sabe su significado si no se corre detrás de la muerte.
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