martes, 22 de octubre de 2024

EL MODERNO SHERLOCK HOLMES (1925), de Buster Keaton

 

Una cabina de proyección de cine alimenta muchos sueños. Las películas se suceden y en la imaginación del joven que trabaja allí se acumulan las fantasías. Una de ellas es la de convertirse en un detective. La otra, más humana y, al mismo tiempo, posible, es conquistar a la chica que le tiene sorbido el seso. Siempre que se quiere a alguien se desea agasajar a la otra persona con algún detalle, aunque no se tenga más que la intención llena y los bolsillos vacíos y eso es lo que hace el joven. Compra una simple caja de bombones porque ella es el chocolate que llena su vida. No obstante, debería andarse con cuidado porque tiene un competidor que se las gasta con onda. Ya se sabe, en cuestión de amoríos, al enemigo ni agua. Y el fulano se empeña en crear la apariencia de que el joven proyeccionista y futuro detective es un gañán que roba relojes y compra bombones a menos precio del que alardea. Lo segundo, seamos sinceros, es cierto, pero lo de robar un reloj pasa ya de lupa oscura. Así que, después de las correspondientes acusaciones, al joven sólo le queda volver a su cabina de proyección y entregarse a sus sueños.

Esta es una de esas películas en las que se pone de manifiesto la tremenda imaginación plagada de recursos de Buster Keaton como director. Es asombrosa la modernidad de la realización que pone en juego, haciendo, por supuesto, que él sea el instrumento principal de todas y cada una de las sonrisas que se dibujan en el rostro de los espectadores a cada momento. Persecuciones alocadas y tronchantes, detalles de fino humorista, novedades narrativas impensables como el introducirse dentro de una película sesenta años antes de que Woody Allen hiciera algo parecido en La rosa púrpura de El Cairo, o John McTiernan también lo intentara en otra clave en El último gran héroe, acrobacias milimetradas hasta el extremo, habilidades de tapete verde, trucos de magia, chistes visuales tremendamente elaborados…en realidad, es una película de cine mudo que contiene todo en apenas cuarenta y cinco minutos. Y, al terminar, se experimenta esa sensación de haber visto algo que se anticipa a todo lo que se ha hecho después, con un esfuerzo físico increíble y con una entrega inusitada con el mero afán de entretener. Es lo que tienen los genios.

Así que no se duerman en sus sueños. Puede que tengan más zarandeos de los previstos y de que, al final, no sean detectives porque no están hechos para eso, pero, permítanme sugerirles la posibilidad de que se queden con la chica. El procedimiento para dar el paso definitivo es fácil. Basta con ver una película que contenga una escena de amor y pónganlo en práctica. Es fácil que crean que son ustedes un poco ridículos y que tengan que detenerse en determinado momento, no vayan a ir las cosas muy lejos, pero el cine, como la vida, no deja de dar lecciones desde una cabina de proyección o desde ese enorme ventanal que es nuestra imaginación. Esto es cine. Cine del bueno. Cine del muy bueno.

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