Si queréis escuchar el interesante debate que sostuvimos en "La gran evasión" acerca de "La cosa", de John Carpenter, podéis hacerlo aquí.
Demasiado pronto. Los cuarenta es
una edad traicionera que llega sin avisar y que viene cargada de preguntas. Y
la mayor parte de las veces es que no eres ni la mitad de la persona que
soñaste con ser. Y ansías con volver a esa edad de la inocencia cuando todo
eran sueños y no había realidades. El ánimo parece que va a estallar de
frustración, la soledad de la mañana siguiente yace siempre en las sábanas
deshechas, la vida que no deja de golpear en un trabajo miserable que rebaja
tanto la moral que no queda nada del individuo. Sin corazón. Sin
consideraciones posteriores. Sin más amanecer que el blanco de la cocaína en
medio de la noche. Sin más visión que el fondo de un vaso de tubo. Sin más
pensamiento que el momento siguiente, a buen seguro cargado de droga y de sexo
sucio. Son los cuarenta. Es la madurez que querías. Es la madurez que asesina
la juventud.
Las luces de neón parpadeantes
son alucinógenos de una noche que no quiere morir, de una bruma psicotrópica
que aumenta sus efectos, de toneladas de frustración en tres planteamientos sin
continuidad. Siempre buscando algo nuevo cuando, en realidad, es algo muy
viejo. Las miradas han perdido la luz. La mañana siguiente encuentra la
desolación de otro día igual de aplastante, del hiriente amanecer que siempre
recuerda la verdad, de la certeza de que en el interior solo habita el vacío.
El alcohol hunde sus garras en el
pensamiento y el olvido trata de penetrar en los rencores de la rutina. La
verdad está ahí presente y no se ahoga en un vaso ni se coloca con una raya.
¡Qué fácil es volcar la decepción que uno siente consigo mismo en el ser más
débil! ¡Cómo se pueden repetir los errores una y otra vez porque no se puede
alcanzar lo que siempre se ha deseado! ¡Cómo es posible hundir la moral en un
velo de borrachera y drogas en una retirada imposible de la edad! El alba
despunta y la noche muere. La angustia vuelve. El momento pasa.
Alberto Rodríguez dirigió esta
especie de puesta al día de Historias del
Kronen con la edad de actor principal. Sí, porque la edad condiciona todas
nuestras decisiones, todos nuestros ánimos y todas nuestras frustraciones. Las
arrugas van conformando el rostro que un día fue inocente y no se puede volver
a sentir lo mismo, con la misma energía, con las mismas ganas, con la misma
ilusión que cuando se tenían veinte años. Quizá porque antes estaba el futuro
por delante y ahora hay mucho más pasado por detrás. Y eso tiene un peso
inamovible en los sentimientos. Y eso hace aún más grande la soledad por mucho
que se esté acompañado. Y eso hace que la noche sea más terrible, más larga,
más dulce, más idílica, más disipada. Es lo que pasa después. Es lo que a todos
nos ha esperado cuando creíamos que el mundo iba a ser un plato fácil. Lo único
que no han cambiado han sido las lágrimas. Y tal vez por eso, lloramos igual,
en silencio, sin compañía, sin consuelo, sin ninguna sensación que reemplace el
vacío. Solo, tal vez, la de llenar de nuevo el vaso.
2 comentarios:
Yo recuerdo de haber salido de esta película profundamente irritado. No sé si debería volver a verla porque como dices es una película que depende mucho de la edad con la que la veas- aunque yo por esa razón tendría que haberme identificado con alguno de los personajes al menos. Haces bien en pasar de puntillas por el comentario de lo que es el film porque es una película más de sensaciones que de situaciones. Y de hecho tú describes esas sensaciones con tu habitual maestría. Las situaciones de la película están expuestas casi con desgana y de puro subrayado se vuelven cansinas. Contribuye a ello esa narración fragmentada que impide que te centres un poco en el desarrollo de la historia. Y me parece que el trío protagonista tiene poco gancho y aporta poco. Quizá el personaje de Ulloa con sus contradicciones es el más interesante de los tres.
Me quedo con el Alberto Rodríguez de "La isla mínima" y con "After... hours"
Abrazos de Peter Pan
Pues no puedo estar más que de acuerdo con lo que dices, Dex. Vaya por delante que yo tampoco me siento identificado con estos personajes (y eso no quiere decir que yo no tenga mi carga de frustración). Se hallan muy lejos de mí, tanto es que ni siquiera me planteo que a altas horas de la madrugada de un viernes o de un sábado haya gente más o menos de mi generación que se diviertan como ellos lo hacen. Allá ellos y sus circunstancias pero, si la carga de frustración es tan pesada, desde luego eso ni es la solución y tampoco es un paréntesis.
Totalmente de acuerdo en el hipersubrayado de las situaciones que hace que la película sea cansina y bastante prescindible. Quizá yo no debería de decir todo esto porque es posible que en el programa aparezca Rafael Cobos, a la sazón guionista del asunto, y que quiera documentarse sobre este crítico que es más de sensaciones que de juicios pero, desde luego, el dúo Cobos-Rodríguez está muy lejos de "La isla mínima" e, incluso, de "Grupo 7". Lo del trío protagonista es que ya entra muy mal de primeras dadas solo con los nombres. Luego ves la película y ves que Ulloa está bastante contenido, que Tolerdo hace un trabajo curioso y bastante alejado de las tonterías que suele hacer y que a Blanca Romero le falta bastante para ser algo parecido a una actriz más allá de la sensualidad que pueda emanar (que a mí no me llegua el "emane").
Yo también me quedo con "After hours", de lejos. Y puestos a hablar de frustraciones y poner un toque de cine clásico, pues con "La noche de los maridos", de mi querida generación de la televisión.
Abrazos con sabor a combinado.
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