viernes, 23 de octubre de 2015

DOCE DEL PATÍBULO (1967), de Robert Aldrich

Joseph Wladislaw: Parco en palabras. De juicio sano y violencia asegurada. Es un tipo duro. Sale de las minas de carbón de Silesia. Sabe alemán. En su rostro no hay lugar para la piedad. Si hay que matar, se mata. Si hay que morir, se muere. No hace falta más. Tiene un aire de Charles Bronson.
Robert Jefferson: Es un hombre de color. Más vale no provocarle con bromitas racistas. Es posible que salte al cuello del incauto y lo quiebre. Sabe que ha ido a la guerra por ser negro. Sabe que le van a ejecutar en el patíbulo por ser negro. Sabe que aquellos soldados que querían cortarle los atributos eran blancos. Se parece lejanamente a la estrella de fútbol americano y, más tarde, actor de cierto éxito Jim Brown.
Victor Frankie: Mal tipo. Se rebela contra cualquier tipo de autoridad porque, probablemente, procede de todos los reformatorios y todas las cárceles de Chicago. Allí luego se empleó como hombre para todo de algún mafioso local. Se cree muy seguro de sí mismo pero tiene un enorme miedo a morir. En el fondo, es el que más puede dar de sí aunque ni él mismo lo sabe. Se le puede confundir con John Cassavettes. Por cierto, su nombre fue cambiado en la versión española…nadie se podía llamar Victor Franko.
Pedro Jiménez: Buen tipo. Tiene mucho miedo a trepar por una cuerda si no se le pone algo más temible detrás como una ráfaga de ametralladora. Va con su guitarra arriba y abajo y canta algo. Es de esos fulanos que siempre hacen grupo. Es torpe pero es útil. Estos tipos no saben lo que es la camaradería y Jiménez puede ser un buen punto de encuentro. Tiene los ojos de ése cantante de éxito… ¿cómo se llamaba? Sí…Trini López.
Archer Maggott: Un psicópata puro. Puritano recalcitrante, lo cual quiere decir que es un reprimido sexual enfermizo. Se agarra a su Biblia y en ella encuentra explicaciones para hacer daño a las mujeres, a las que odia. Es peligroso. Puede que, por su culpa, todo se vaya al traste. Hay que tirar con él, no queda más remedio. En su calva se puede ver reflejado el rostro de Telly Savalas.
Vernon Pinkley: Orejas de Dumbo. Estúpido hasta la médula. Ingenuo. Sin embargo, es bravo batallando siempre que tenga claro lo que debe hacer. Es el tío perfecto para hacerlo pasar por un general en caso de que haya que pasar una revista comprometedora. Pelea como el mejor aunque, en la mayoría de las ocasiones, tenga la mirada perdida. Su rostro es igualito al de Donald Sutherland.
Samson Posey: Un gigantón fácil de provocar. Es como una oveja en calma pero cuando consigues que se le crucen los cables es capaz de pegar un puñetazo que hunda la mandíbula del contrincante hasta el cerebro. Cuidado con él. Siempre que permanezca en un segundo plano no causará problemas. Si le empujas, ponte a cubierto. Me recuerda a Clint Walker.
Mayor Reisman: Éste tipo sí que es duro. Es indisciplinado porque no tiene pelos en la lengua. Aborrece a los oficiales y él lo es pero se lo ha ganado en el campo de batalla. Siempre le cogen para lo más sucio, lo más bajo. Tiene cuentas pendientes con algún que otro oficial que se empeñó en empapelarle con arrestos y consejos de guerra. Tiene cerebro. Sabe lo que es adiestrar a la tropa a base de golpes. Nadie se le sube a las barbas. Es único. Es Reisman. Su pelo cano hace pensar lejanamente en Lee Marvin.
General Worden: Es un general que tiene que encargar el reclutamiento de doce condenados a distintas penas por asesinato para componer un comando suicida. Sabe que sus superiores están locos e intuye con precisión que Reisman está en lo cierto en todo lo que dice y hace pero no puede decírselo porque los galones pesan mucho y tiene que mantener las apariencias. Sabe ser duro y llamar al orden. Sabe admirar en silencio. Y es listo…como no lo suelen ser los generales. Su rostro marcado de perro guardián tiene rasgos semejantes a los de Ernest Borgnine.
Sargento Bowren: Pequeño de estatura pero leal como el mejor. Está en contacto directo con los presos y sabe cómo tratarlos. Está de acuerdo con los métodos de Reisman. Es un policía militar con experiencia que sabe cómo mantener a raya a todos los que no cumplan las órdenes. Es valiente y no se lo piensa dos veces. Sobre todo si es Reisman el que da la orden. Su corta estatura le iguala con Richard Jaeckel.
Mayor Ambruster: Antiguo compañero de armas de Reisman. Tiene aprecio por él. Trata de rehabilitarlo después de que se haya enfrentado con superiores de forma poco conveniente. Es hábil y está dispuesto a ayudar. No se merece que lo arrojen de una ambulancia en marcha. Sabe que Reisman es el más capaz cuando se trata de estrategias, psicología y acción. Él ha ascendido más rápidamente…quizá porque supo cerrar la boca. Su risa es la de George Kennedy.
Capitán Stuart Kinder: Psicólogo militar. No tiene ninguna esperanza en la misión ni aún sabiendo que Reisman está al frente. Sabe que tiene un buen rebaño de psicópatas, asesinos, violentos y seres marginales que hay que domar y cualquiera de ellos está dispuesto a pegar un tiro a su jefe en cuanto se dé la vuelta. Por eso siempre está dispuesto a compartir un trago con Reisman. Siempre cree que es el último. Se mueve como si se creyera que es Ralph Meeker.
Coronel Breed: El típico alto oficial que quiere quedar bien ante sus superiores. Es eficiente y pulcro. Nadie puede ponerle una mancha en el expediente. Reisman ha sido, desde siempre, la china en su zapato. Lo aborrece. No comprende que ese tipo haya llegado a Mayor cuando es el cúmulo de insolencias más insoportable de todo el ejército americano. En Breed todo son apariencias y la suya es la de Robert Ryan.
Director Aldrich: Hizo de la truculencia una de las señas de identidad pero sabía muy bien cómo dirigir una película. No cabe duda de que el final de Doce del patíbulo hace pensar a más de uno pero se le perdona porque se pasa un rato fantástico. Quizá sea la mejor película del cine de comandos bélicos que se haya hecho nunca. Quentin Tarantino le homenajea en Malditos bastardos. Aldrich fue una figura clave en la renovación del cine a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Tocó todos los terrenos y aquí supo disparar primero inaugurando un buen puñado de títulos sobre el mismo tema. No dudaba en propinar puñetazos en el estómago y lanzar alguna granada. Y era bueno, muy bueno. Se puede confiar en él. Y su mano está detrás de todo.


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