Joseph Wladislaw: Parco en
palabras. De juicio sano y violencia asegurada. Es un tipo duro. Sale de las
minas de carbón de Silesia. Sabe alemán. En su rostro no hay lugar para la
piedad. Si hay que matar, se mata. Si hay que morir, se muere. No hace falta
más. Tiene un aire de Charles Bronson.
Robert Jefferson: Es un hombre de
color. Más vale no provocarle con bromitas racistas. Es posible que salte al
cuello del incauto y lo quiebre. Sabe que ha ido a la guerra por ser negro.
Sabe que le van a ejecutar en el patíbulo por ser negro. Sabe que aquellos
soldados que querían cortarle los atributos eran blancos. Se parece lejanamente
a la estrella de fútbol americano y, más tarde, actor de cierto éxito Jim
Brown.
Victor Frankie: Mal tipo. Se rebela
contra cualquier tipo de autoridad porque, probablemente, procede de todos los
reformatorios y todas las cárceles de Chicago. Allí luego se empleó como hombre
para todo de algún mafioso local. Se cree muy seguro de sí mismo pero tiene un
enorme miedo a morir. En el fondo, es el que más puede dar de sí aunque ni él
mismo lo sabe. Se le puede confundir con John Cassavettes. Por cierto, su
nombre fue cambiado en la versión española…nadie se podía llamar Victor Franko.
Pedro Jiménez: Buen tipo. Tiene
mucho miedo a trepar por una cuerda si no se le pone algo más temible detrás
como una ráfaga de ametralladora. Va con su guitarra arriba y abajo y canta
algo. Es de esos fulanos que siempre hacen grupo. Es torpe pero es útil. Estos
tipos no saben lo que es la camaradería y Jiménez puede ser un buen punto de
encuentro. Tiene los ojos de ése cantante de éxito… ¿cómo se llamaba? Sí…Trini
López.
Archer Maggott: Un psicópata
puro. Puritano recalcitrante, lo cual quiere decir que es un reprimido sexual
enfermizo. Se agarra a su Biblia y en ella encuentra explicaciones para hacer
daño a las mujeres, a las que odia. Es peligroso. Puede que, por su culpa, todo
se vaya al traste. Hay que tirar con él, no queda más remedio. En su calva se
puede ver reflejado el rostro de Telly Savalas.
Vernon Pinkley: Orejas de Dumbo.
Estúpido hasta la médula. Ingenuo. Sin embargo, es bravo batallando siempre que
tenga claro lo que debe hacer. Es el tío perfecto para hacerlo pasar por un
general en caso de que haya que pasar una revista comprometedora. Pelea como el
mejor aunque, en la mayoría de las ocasiones, tenga la mirada perdida. Su
rostro es igualito al de Donald Sutherland.
Samson Posey: Un gigantón fácil
de provocar. Es como una oveja en calma pero cuando consigues que se le crucen
los cables es capaz de pegar un puñetazo que hunda la mandíbula del
contrincante hasta el cerebro. Cuidado con él. Siempre que permanezca en un
segundo plano no causará problemas. Si le empujas, ponte a cubierto. Me
recuerda a Clint Walker.
Mayor Reisman: Éste tipo sí que
es duro. Es indisciplinado porque no tiene pelos en la lengua. Aborrece a los
oficiales y él lo es pero se lo ha ganado en el campo de batalla. Siempre le
cogen para lo más sucio, lo más bajo. Tiene cuentas pendientes con algún que
otro oficial que se empeñó en empapelarle con arrestos y consejos de guerra.
Tiene cerebro. Sabe lo que es adiestrar a la tropa a base de golpes. Nadie se
le sube a las barbas. Es único. Es Reisman. Su pelo cano hace pensar
lejanamente en Lee Marvin.
General Worden: Es un general que
tiene que encargar el reclutamiento de doce condenados a distintas penas por
asesinato para componer un comando suicida. Sabe que sus superiores están locos
e intuye con precisión que Reisman está en lo cierto en todo lo que dice y hace
pero no puede decírselo porque los galones pesan mucho y tiene que mantener las
apariencias. Sabe ser duro y llamar al orden. Sabe admirar en silencio. Y es
listo…como no lo suelen ser los generales. Su rostro marcado de perro guardián
tiene rasgos semejantes a los de Ernest Borgnine.
Sargento Bowren: Pequeño de
estatura pero leal como el mejor. Está en contacto directo con los presos y
sabe cómo tratarlos. Está de acuerdo con los métodos de Reisman. Es un policía
militar con experiencia que sabe cómo mantener a raya a todos los que no
cumplan las órdenes. Es valiente y no se lo piensa dos veces. Sobre todo si es
Reisman el que da la orden. Su corta estatura le iguala con Richard Jaeckel.
Mayor Ambruster: Antiguo
compañero de armas de Reisman. Tiene aprecio por él. Trata de rehabilitarlo
después de que se haya enfrentado con superiores de forma poco conveniente. Es
hábil y está dispuesto a ayudar. No se merece que lo arrojen de una ambulancia
en marcha. Sabe que Reisman es el más capaz cuando se trata de estrategias,
psicología y acción. Él ha ascendido más rápidamente…quizá porque supo cerrar
la boca. Su risa es la de George Kennedy.
Capitán Stuart Kinder: Psicólogo
militar. No tiene ninguna esperanza en la misión ni aún sabiendo que Reisman
está al frente. Sabe que tiene un buen rebaño de psicópatas, asesinos,
violentos y seres marginales que hay que domar y cualquiera de ellos está
dispuesto a pegar un tiro a su jefe en cuanto se dé la vuelta. Por eso siempre
está dispuesto a compartir un trago con Reisman. Siempre cree que es el último.
Se mueve como si se creyera que es Ralph Meeker.
Coronel Breed: El típico alto
oficial que quiere quedar bien ante sus superiores. Es eficiente y pulcro.
Nadie puede ponerle una mancha en el expediente. Reisman ha sido, desde siempre,
la china en su zapato. Lo aborrece. No comprende que ese tipo haya llegado a
Mayor cuando es el cúmulo de insolencias más insoportable de todo el ejército
americano. En Breed todo son apariencias y la suya es la de Robert Ryan.
Director Aldrich: Hizo de la
truculencia una de las señas de identidad pero sabía muy bien cómo dirigir una
película. No cabe duda de que el final de Doce
del patíbulo hace pensar a más de uno pero se le perdona porque se pasa un
rato fantástico. Quizá sea la mejor película del cine de comandos bélicos que
se haya hecho nunca. Quentin Tarantino le homenajea en Malditos bastardos. Aldrich fue una figura clave en la renovación
del cine a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Tocó todos los
terrenos y aquí supo disparar primero inaugurando un buen puñado de títulos
sobre el mismo tema. No dudaba en propinar puñetazos en el estómago y lanzar
alguna granada. Y era bueno, muy bueno. Se puede confiar en él. Y su mano está
detrás de todo.
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