Fue el galán por
excelencia que parecía querer decir a cada beso que hicieras el amor y no la
guerra. Con su imagen viril, marcó una etapa en los años setenta, demostrando
dónde se hallaba el vigor en los protagonistas de una época que se deshacía en
cánticos en contra de Vietnam y destacaba por la gasa en el vestido de ellas y
la camisa desabrochada en el pecho de ellos. Kris Kristofferson, quizá, ha
puesto el punto final de una época que nunca nació del todo, pero que tampoco
supo morir del todo.
Procedente del mundo de
la música country, aunque a lo largo de carrera tocó la música de muchos
géneros y actitudes, su primera aparición en pantalla fue, como no podía ser
menos, en una película de Dennis Hopper, The
last movie, un poco como ese joven que recogía el testigo contestatario y
rebelde que habían dejado los easyriders
de Peter Fonda, el propio Hopper o Jack Nicholson. Sin embargo, fue una
aparición secundaria, suficiente como para llamar la atención, pero que no
parecía digna de un cantante que ya gozaba del éxito.
Fue su siguiente
película la que le proporcionó estar en boca de todos. Cisco Pike, de Bill Norton, al lado de Karen Black y Gene Hackman,
le dio la oportunidad de interpretar a un traficante de drogas que debe actuar
de infiltrado por las presiones de un policía que siempre está a punto de pisar
la raya que diferencia lo bueno de lo malo. La película tuvo un éxito
considerable y Kristofferson fue llamado por el cineasta que le iba a encumbrar
hacia la leyenda porque le había gustado su actuación. Ese cineasta se llamaba
Sam Peckinpah y quiso a Kris Kristofferson para uno de los papeles
protagonistas de Pat Garrett y Billy the
Kid. La figura de Kristofferson parecía ideal para interpretar a Billy el Niño,
legendario pistolero que parecía nacido para otros menesteres y que fue cazado
por uno de sus amigos. Con este western,
el trío formado por Peckinpah-Kristofferson-James Coburn parecían decir adiós
de una vez por todos al mundo mítico del Oeste. Ya nada sería como antes.
Sam Peckinpah le
requiere de nuevo para un papel más bien episódico en esa extrañeza genial que
es Quiero la cabeza de Alfredo García,
pero es Martin Scorsese el que le da la oportunidad de dejar un poco atrás la
figura del joven rebelde e interpretar a un hombre centrado y adulto, que abre
un mundo de nuevas posibilidades a la protagonista de Alicia ya no vive aquí.
A partir de este
momento, el nombre de Kris Kristofferson se convierte en el mayor reclamo para
ir al cine. Barbra Streisand le requiere para sustituir al inicialmente
previsto Elvis Presley para acompañarla en Ha
nacido una estrella, en la que grabaron juntos el mítico tema Evergreen, canción ganadora del Oscar de
aquel año. La experiencia para Kristofferson no fue buena: “Trabajar con Barbra Streisand me ha quitado las ganas de hacer cine
durante una temporada”, pero los guiones se amontonan encima de su mesa y
accede a coprotagonizar junto a Burt Reynolds y Jill Clayburgh Dos más uno, igual a dos, comedia
deportiva y de trío amoroso que fue otro éxito comercial que, curiosamente, ya
nadie recuerda.
Peckinpah le ofrece
otro de sus proyectos más taquilleros como es Convoy que, a pesar de que fue una película extensamente odiada por
su director, se convirtió en uno de los grandes éxitos de la década, con Ali
McGraw y Ernest Borgnine acompañándole en la cabecera del reparto. Nuevamente,
Kristofferson ofrece la imagen de rebelde con éxito como ese camionero que se
enfrenta tercamente a la autoridad para impedir la extorsión de los
transportistas por carretera en el medio Oeste americano.
Es uno de los
principales activos del mayor desastre del cine moderno estadounidense que
llevó a la quiebra a la United Artists como La
puerta del cielo, de Michael Cimino, en la que pasea compostura y sabe
actuar, otorgando un punto de serenidad a una película que fue una locura. Sin
embargo, a partir de aquí, la carrera de Kris Kristofferson inicia una lenta
cuesta abajo. Al fracaso en la película de Cimino se une su unión con Jane
Fonda en un papel que no le ajustaba nada como el de ejecutivo de altas esferas
en Una mujer de negocios, de Alan J.
Pakula. Sólo su aparición como policía con pasada muy turbulento a cuestas en
la excelente Inquietudes, de Alan
Rudolph parece sacarle un poco de la indiferencia. Se refugia en varias series
de televisión, que también sirven para proporcionarle un éxito más que moderado
y su carrera en cine se va diluyendo con títulos demasiado al margen, o,
sencillamente, apabullantemente mediocres.
Uno de esos proyectos,
a primera vista no demasiado importante, le pone otra vez en primera línea.
Encarna al brutal comisario de Lone Star,
una de las mejores películas del director John Sayles, que sabe extraer ese
punto de dureza extrema que podía sacar Kristofferson y que era muy capaz de
ofrecer. No hay que olvidar que fue un hombre que empezó la carrera militar,
fue piloto de helicóptero e instructor oficial en la Academia de West Point. Blade es otra película que le mantiene
como un nombre recordable en el panorama del momento y realiza una excelente
interpretación en una película de la que nadie se acuerda y que se llama La hija de un soldado nunca llora,
basada en la vida del escritor James Jones, autor de novelas tan famosas como De aquí a la eternidad o Como un torrente.
Ya, cómodamente
instalado en el asilo de los villanos para actores que un día encabezaron
repartos, ofrece un malvado de cierta clase en la notable Payback, al lado de Mel Gibson y tiene una aparición interesante en
otra película muy poco conocida y que lleva ácido vitriólico en sus bobinas y
que también es obra de John Sayles como Silver
City, una historia que criticaba sin ambages al entonces presidente George
W. Bush.
Otro malvado destacable
es el de la versión de La huida que
hace Walter Hill a partir de su propio guion para Peckinpah, todo un homenaje
al director de la original, y que tiene a Alec Baldwyn y Kim Basinger como
protagonistas en lugar de los míticos Steve McQueen y Ali McGraw. Más partes de
Blade, villanos en películas
olvidables y mucho doblaje para dibujos animados aprovechando su susurrante voz
es lo que nos queda por reseñar. En 2013, la familia ya comunicó que tenía
problemas de memoria con posible diagnóstico de Alzheimer aunque,
posteriormente, esto último fue desmentido. Retirado de todo rodaje desde 2018,
Kris Kristofferson nos ha recordado siempre cuál es el material con el que
están hechos los hombres ideales. Siempre comprometidos, siempre serenos,
siempre mansos…y con un punto de esperanza. Algo parecido a una rosa en la nieve
que brota para subrayarnos que aún queda un sueño por cumplir.
César Bardés
3 comentarios:
Creo que uno de los recuerdos imperecederos de ese personaje es esta canción
https://tigrero-literario.blogspot.com/2023/05/bobby-mcgee-y-yo-janis-joplin.html
Excelente homenaje.
Gracias a ambos
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