Puede que haya llegado
el momento de cambiar algunas costumbres. El inspector Carl Morck no va al
psicólogo, pero ha decidido dejar de fumar. Consume chicles de nicotina como si
fueran caramelos y está deseando volver al despacho. Como siempre, sus casos no
son fáciles y, en esta ocasión, un niño parece que tiene la clave de todo. El
enlace con el pasado es tortuoso y, quizá, alguien fue acusado injustamente de
pederastia para dar carpetazo a todo y que no se investigase más. Morck y Assad
se mueven aquí y allá para encontrar las conexiones y, poco a poco, se van
dando cuenta de que todo es una trama urdida para tapar la malversación de
proyectos benéficos en África. Como siempre, algo huele a podrido en Dinamarca
y Morck y Assad van a ser los encargados de remover la mugre hasta que el olor
destape a los cobardes culpables, que van a tener que sudar lo suyo.
No cabe duda de que la
extrañeza es lo primero que se viene al pensamiento al ver esta película. Ya no
están los protagonistas de las otras entregas, la compañía Zentropa de Lars von
Trier ya no se encarga de la producción y hasta los escenarios son diferentes.
Ni siquiera el despacho de Morck y Assad es ese sótano sucio y maloliente al
que les habían destinado. Y el primer defecto de todo es que los protagonistas
son esforzados, pero carecen del carisma de Nikolai Lie Kaas y Fares Fares. Sus
papeles son incómodos, parece como si sólo recogieran el nombre de los héroes
de las novelas de Jussi Adler Olsen y la historia pudiera ser aplicable a
cualquier otra pareja de policías. No hay ninguna profundidad, algo más en el
personaje de Morck, pero casi insultantemente superficial en el de Assad. La
trama es buena, aunque se tardan en encajar todas las piezas del rompecabezas.
Y sólo un aspecto supera a las originales y es la elección muy acertada de los
temas musicales que acompañan a los dos atribulados policías. Así que hagan un
favor a todos y devuelvan esos papeles y esos ambientes a quienes lo manejaban
con soltura y sabiduría. Este intento decepciona por un lado, y se acepta a
duras penas por lo que cuenta. Y, la verdad, mucho más allá de la trilogía de Millenium y sus intentonas americanas,
ésta es la mejor saga del policíaco nórdico que haya abordado el cine.
Así que, sin duda, volveremos a sumergirnos en la parte más oscura de ese país ordenado y sin mácula, que esconde las peores degeneraciones y los crímenes más degradantes. Utilizar a un niño como escudo no deja de ser un acto de crueldad sádica, por mucho que provenga de una tierra de civilización inmaculada. Desafortunadamente, no siempre hay un par de individuos dispuestos a arriesgarlo todo con tal de sacar la verdad a la blanca luz del frío. Aunque uno de ellos sea un sociópata de libro y lleve una placa que le acredita como policía. Lo peor de todo es que es un buen policía.
1 comentario:
Buenos días, he encontrado un cacho de rato y he leído algunas de tus críticas que tenía pendientes y me he decidido escribir unas letras. Me he parado en esta (podía haber sido en cualquier otra, siempre brillantes y aportando miradas lúcidas y palabras bellas) porque le tengo ( le tenía) mucho aprecio a esta saga y el otro día, en pleno zapeo, vi que este nuevo caso estaba en el catalogo de alguna plataforma y...decidí no verla.
Efectivamente, me di cuenta de que no estaban los actores habituales y tuve un prejuicio negativo, ahora veo que no era infundado. Tanto el personaje atormentado y misántropo que compone Nikolai Lie Kaas como el compañero leal y sociable de Fares Fares que se contrapone a su amigo a su pesar, son una parte muy importante del valor de las películas anteriores.
Las tramas pueden ser muy válidas, interesantes e incluso un poco agobiantes. pero es el valor añadido de la composición de los personajes los que hacen que los films ganen enteros. Y en ese sentido, en el de las tramas, me hago una reflexión que quizá enlaza de alguna forma con un comentario de tu crónica/crítica del nuevo "Joker". Me refiero al sentimiento de atracción moderno por la maldad.
Hay películas, series, novelas, comics que entronizan actualmente al "malo", a veces incluso sin darle significado al origen o justificación de su comportamiento cruel. No digo que no haya habido "malos" en la historia de la ficción que no fueran atractivos (Darth Vader, Liberty Valance, Angela Channing, Lex Luthor, Magneto, Jabert, Moriarty,..), a veces lo eran más por contraposición, por las dificultades del bueno en imponer el orden, por enfrentamiento de valores éticos. A menudo incluso, la justificación para el mal tenía un sentido equivocado, pero hasta valorable moralmente : un bien supuestamente superior que exige un sacrificio injusto e indiscriminado de inocentes, etc.
Ahora, nos encontramos con que el malo es el héroe, ni siquiera el antihéroe, el que hace daño a los demás es un contra sistema, no es un peligro...quiero pensar que solamente si lo circunscribimos a la ficción, pero no lo tengo tan claro.
Y por otro lado está el atractivo actual que ejerce la crueldad física. Las novelas policiacas actuales, no sólo las nórdicas, alcanzan un regusto cercano al regodeo por los crímenes macabros, sórdidos, con torturas, amputaciones,...¿Dónde quedó Agatha Christie y sus venenos o quizá algún disparo? Lo más cruel que llegó a imaginar la inglesa fue el apuñalamiento masivo de una victima dormida.
Ahora Jo Nesbo, Carmen Mola, Camila Lackberg, Gomez Jurado y casi todos los mas exitosos y que encabezan las superventas necesitan describir un terrible y brutal asesinato con todo lujo de detalles inhumanos para que sus libros se lean con interés.
Algo olía mal en Dinamarca, pero el aroma no es mucho mejor en todo el mundo en nuestros días, desgraciadamente.
Abrazos con la ternura que tanto hace falta...
Publicar un comentario