Alguien
que haya visto dos o tres películas sale con una sensación contradictoria
después de ver la última película de Francis Ford Coppola. Por un lado, se
puede apreciar a un cineasta que, visualmente, resulta extraordinario (se
escapa a mi comprensión que alguien diga que esta película “es fea”), con composiciones de plano que resultan impresionantes,
con ideas estéticas de muchísima altura y con patinazos que son especialmente
notorios en las secuencias oníricas. Por otro lado, sí se que se aprecia que,
para la profundidad del mensaje que quiere lanzar, la película presenta un
descuido narrativo en el que se aprecian saltos, cambios de opinión algo
repentinos en algunos personajes y, por supuesto, un gusto por el exceso que,
según se mire, puede sobrar o puede ser bastante ejemplar.
Esta última frase va
dirigido a todos aquellos a los que se les cayó la baba con un título como Babylon y les pareció el sumun del cine
mientras que, por el simple hecho de que esta película esté firmada con el
nombre de un director con rasgos megalomaníacos, se apresuran a la crítica
fácil de tres o cuatro palabras. Ambas películas son excesivas, narrativamente
muy imperfectas, sólo que el gusto estético de Coppola es bastante superior aún
cuando se emplea a medias. También habría que estudiar con cierto detenimiento
la dirección que toman las interpretaciones que habitan en esta obra que
acabará echando el cierre a la filmografía del gran director. Sí, gran
director.
A Adam Driver, por ejemplo,
se le ve incómodo. No está a gusto con su papel. En el fondo, puede ser
consecuencia del encargo de dar vida a un héroe que, en el fondo, es bastante
pusilánime y que no se impone a las circunstancias de un modo efectista.
Giancarlo Espósito es ese personaje que, al principio, parece inflexible e
implacable y, de repente, aparece en la casa de su enemigo para una visita
meramente social. Jon Voight es una especie de histrión de la tercera edad que
resulta algo increíble porque representa al poder financiero y, bajo una capa
de disipada entrega al ocio más extremo, guarda buenas intenciones. Lo de Shia
LaBeouf es bastante innombrable. Él es el que se ocupa de otorgar exceso en el
apartado interpretativo, al estilo de una especie de Calígula moderno que, al
mismo tiempo, es el centro de la crítica a los populismos fáciles que pueblan
las políticas de hoy en día. Nathalie Emmanuel es la única que parece más
centrada, sin un gesto de más e instalada confortablemente en ese papel
mediador y portador de ternura. Aubrey Plaza es lo contrario, llevada por la
envidia y la insidia, se pasa de rosca sobradamente. Es curioso que Coppola, un
director de probada eficacia en la dirección de actores, se halle tan poco
acertado en esta ocasión.
El lado metafórico de la película tampoco funciona con un engrase actualizado. Nueva York se convierte en la Nueva Roma y los personajes se comportan como si fueran senadores, patricios, esclavos y desequilibrados de la Antigua Roma a los que Coppola caracteriza con un corte de pelo propio de la Vía Apia y viste a todos con capa, como si llevaran la túnica que tan elegantemente llevaban en el centro de las calles del imperio. La advertencia queda clara, con una decadencia copiada, con su circo, con subasta de vestales, con la negación propia de un desarrollo que puede beneficiar a la plebe. Coppola advierte que la muerte del hombre será por un exceso de civilización, creando una sociedad entregada al ocio que, por descontado, irá degenerando hasta la depravación más abyecta en su sentido moral. A pesar de ello, la película destila un cierto optimismo en el que se pueden apreciar citas continuas (que algunos pueden asociar al exceso de pedantería) a Shakespeare, George Bernard Shaw o Ralph Waldo Emerson. El resultado de todo ello es una película muy desequilibrada en el que, de alguna manera, se desea que Coppola cuente algo más, que profundice, que deje bien atados los extremos para que la fábula que pretende plantear sea redonda, pero no lo consigue. Ahora bien, su visión estética detrás de la cámara es absolutamente sobresaliente, con momentos tan impresionantes que hay que dejar la boca bien cerrada para no quedar en ridículo en plena sala. El resto, lo pone el espectador y la mayoría no es capaz de grabar en mármol lo que el director quiere transmitir. Puede que no lo transmita bien del todo porque es evidente que ha preferido dotar de mayor importancia a la parte más visual de la película. Y eso… ¿saben por qué es? Porque es un cineasta de pies a cabeza.
4 comentarios:
No he visto la película todavía, a ver si me puedo apañar la semana que viene que últimamente no me da la vida. Puede parecer una paradoja pero después de haber escuchado de todo y casi nada bueno tengo más ganas que nunca, y tras haberte leído ya ni te cuento.
El caso es que sospecho que mucha gente ha ido a ver la película con el cuchillo entre los dientes, que ya tenía la crítica hecha antes de entrar en la sala, vamos. Y sospecho que a mí no me va a parecer tampoco para tanto. A mí, Coppola siempre me genera un inmenso respeto, por su curriculum, pero no solo por eso, sino también por su capacidad para reinventarse y resurgir cual ave fénix; a fin de cuentas el muchacho ya se ha visto en alguna de estas en el pasado; claro, hoy ves que la gente en su día masacró "Cotton Club" o "Corazonada" y te da un poco de risa. A mí me genera un inmenso respeto además el último Coppola, un tipo que podía haberse retirado discretamente a sus viñedos y a sus cosas, o haberse puesto a dirigir con el piloto automático en plan Scorsese, que no se me malentienda, por favor, pero un poco a tiro hecho y a lo fácil. Pero no, el tío arriesga y se pone a hacer cine con la alegría de un principiante, y no siempre gana claro; el resultado son cosas tan inclasificables como "Twist" o "Juventud sin juventud", pero también una película tan lúcida como "Tetro" que además dio pie a un artículo memorable en este blog. Esta vez no le va a dar tiempo a reinventarse lamentablemente, pero es de agradecer que Francis haya podido sacar adelante el sueño de tantos años.
Así que estoy dispuesto a soportar los excesos, las salidas de tiesto y hasta a un Adam Driver enfurruñao. Ya contaré, espero. Ave César.
Abrazos megalomaníacos
Vivimos unos tiempos en los que es mucho más fácil y se está mucho más en la onda siendo un "destroyer" que viendo las cosas buenas que el cine y otras artes pueden ofrecer. Se ha hecho con Eastwood (a punto de estrenar su ¿última? película y al que han masacrado una y otra vez a pesar de haber hecho cosas tan válidas como "Sully" o "Richard Jewell"), se ha hecho con Spielberg ("Los Fabelman" son una mierda), se ha hecho con cualquiera que tuviese un nombre anterior a los noventa. Ahora le toca a Coppola porque ha hecho una película excesiva y lo sirve en bandeja de plata a los que, como bien dices, llevan el cuchillo en la boca.
No, no es la mejor película de Coppola, ni de lejos. Es un aviso sobre los avances, sobre la necesidad de construir tu sueño si quieres que el mundo mejore de alguna manera y, aún así, no lo vas a conseguir del todo. Es un Coppola mucho más cerca de "Corazonada" que de "Apocalypse now". Sospecho que ni siquiera quiere ser sublime, por mucho que llene todo de citas literarias y de imágenes con una capacidad de impacto tremenda. Sólo, como bien dices, quiere resurgir, dar un golpe en la mesa y decir: "Os gustará o no os gustará. Me da exactamente igual. A ver si sois capaces de hacer algo que se le parezca".
Tienes toda la razón, Coppola ha sido un tío que siempre ha creído que una película es capaz de cambiar el mundo y se ha aplicado siempre a ello. Ha querido dejar un testamento cinematográfico (sus últimas apariciones ya atestiguan que físicamente está regular) y decir que hay que saber mucho, rodar mucho, absorber mucho y leer mucho para hacer una película que lleva siempre el adverbio "mucho". El resto ya lo pone quien quiera ver algo en la pantalla. Que lo hay. Que no está bien contado. Que no está bien interpretado. Pero que está muy bien mostrado.
Abrazos apocalípticos
Pues una vez vista debo decir que, tal y como por otra parte sospechaba, la cosa no es para tanto. No, la película no es desde luego ninguna obra maestra, pero tampoco entiendo a qué tanto ensañamiento por parte de la "critica especializada", también me resulta algo sospechoso. Qué hubiese dicho esta misma crítica especializada si la película hubiese venido firmada pongamos por caso por Darrem Arofnoski. Ahí lo dejo.
Creo que todos obvian el rótulo que aparece al principio. "Megalópolis" es una fábula. Desproporcionada, sí, caprichosa, excesiva, donde hay tramas mal definidas, personajes no muy desarrollados, elipsis inexplicables. Es Coppola puro, con su barroquismo formal y su imaginería visual acostumbrada. Es el legado que Coppola ha querido dejarnos, una película en la que se funde el tono operístico de sus obras mayores con el más experimental de sus trabajos más arriesgados. Y un clímax y una escena final que quizá pequen de ingenuidad pero que como cierre de una filmografía no tiene precio.
Abrazos vestales
Pues nuevamente volvemos a lo de ser un "destroyer". Coppola no sirve, Eastwood tampoco, Spielberg menos, Scorsese se suele salvar por los pelos (en sí mismo es un "destroyer"), Tarantino es un rollo...y así todo. Estoy muy de acuerdo con tu valoración. No es una obra maestra, pero sí es bastante coherente con lo que ha sido Coppola siempre. Por supuesto, se me pasa por la cabeza que esperaban una versión urbana, futurista y romana de "Apocalypse now", algo bastante ingenuo, por otra parte. Tienes toda la razón. Esta película la firma Darren Aronofsky y ya tendríamos a la parroquia "friki" exaltando sus virtudes, el resurgimiento de un cineasta irrepetible, una pasada de la leche.
Yo creo que es un poco ese Coppola que dice. "Tengo 86 años y hago esto. A ver si sois capaces de igualarlo". Y nadie es capaz de hacer algo así. La película contiene errores formales bastante grandes (y que citas muy acertadamente) pero yo creo que a Coppola eso le da exactamente igual. Aplica la máxima de Hitchcock. Si el público se lo pasa bien, lo demás lo pasará por alto. Lo que pasa es que el público no se lo pasa tan bien. Tiene ideas visuales increíbles, pero breves y muy puntuales. No son suficientes como para aguantar una película que se va a las dos horas y veinte. Vamos a ver cuánto tarda en hacer un nuevo montaje de tres horas.
Abrazos con uvas en la tumbona.
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