Fogosa, impetuosa, indomable,
irlandesa…así era Maureen O´Hara. Una actriz sólida que mantenía un punto de
vulnerabilidad incluso cuando la mirada se le endurecía. El orgullo de los
personajes que interpretaba era el santo y seña de su actuación. Mujeres
rocosas, fuertes, irremediablemente bellas pero, también y sin que eso esté
reñido, abrumadoramente temperamentales. Suyo es uno de los besos más famosos
de la historia del cine, suyas son algunas de las lágrimas más sentidas que se
han derramado en las salas de todo el mundo. Con su pelo color rojo, hizo
sentir a todo el público que el cielo era de ese color y que todos querían
perderse en ese sueño de suavidad indómito.
Muchos creen que el auténtico
descubridor de Maureen O´Hara fue John Ford pero eso no es así. Fue el actor
Charles Laughton quien quedó prendado de ella después de ver una prueba de
pantalla para la película La posada de
Jamaica, de Alfred Hitchcock. Laughton quedó tan impresionado de su fuerza,
de su belleza con un punto salvaje y de su soltura en escena que le ofreció un
contrato para hacer su siguiente película juntos en Estados Unidos y así
Maureen O´Hara se convirtió en la auténtica gitana Esmeralda, objeto del amor
de Quasimodo en Esmeralda, la zíngara,
de William Dieterle. La película, muy visual, aún no había descubierto el color
del pelo de O´Hara pero contenía una fuerza excepcional que Laughton aprovechó
en su papel del jorobado de Notre Dame.
Probablemente, a raíz de ese
papel es cuando John Ford posó sus ojos en ella y le ofreció el papel de
Angharad en ¡Qué verde era mi valle!,
un auténtico poema lírico sobre el trabajo y el devenir de una familia
irlandesa de la cuenca minera británica. Bellísima y etérea, casi inalcanzable,
O´Hara da una lección en una película que ya es leyenda destacando una
discreción maravillosa que no hace sino inundar ese hogar de mineros tiznados
de carbón.
Su perfil de mujer orgullosa e
invencible se afianza con Diez héroes de
West Point, de Henry Hathaway, sobre los inicios de la academia militar
estadounidense. Se empareja con Tyrone Power en el clásico de aventuras de
Henry King El cisne negro y también
lo hace con Henry Fonda en esa onírica aventura bélica que es la extraña El sargento inmortal, de John M. Stahl.
De ahí vuelve a trabajar con
Charles Laughton en la que es una de las mejores películas de su carrera. Esta tierra es mía, de Jean Renoir la
descubre como una mujer dispuesta a luchar por la libertad, puntal necesario
para cualquier héroe, inspiración en cada uno de los actos que convierten la
naturalidad en una hazaña. La libertad y el humanismo toman una enorme
dimensión bajo los personajes de Laughton y de ella misma para formar a futuros
demócratas que, de verdad, quieran respetar esos derechos humanos que tanto nos
gusta faltar. Una interpretación que queda tiernamente refugiada en la memoria
de cualquiera que realmente crea que el cine sirve para algo.
Se pierde un poco en producciones
que la recluyen como la chica del aventurero de turno hasta que topa con la
comedia Niñera moderna, de Walter
Lang concebida a mayor gloria de ese grandísimo actor que fue Clifton Webb.
Maureen O´Hara está relegada a un papel secundario pero fundamental como la
madre de esos niños que asisten atónitos a la maestría de Míster Belvedere como
niñera, capaz de imponer una disciplina en un hogar ingobernable. Una comedia
divertida a la que ella contribuye con convicción.
Una de sus interpretaciones más
dramáticas y menos reconocidas es la que realiza para Nicholas Ray en Un secreto de mujer como una mujer
acusada de un intento de asesinato. John Ford vuelve a confiar en ella para dar
vida a la mujer del Coronel Yorke en Río
Grande y, por supuesto, no duda en darle el que, posiblemente, sea el papel
de su vida. La Mary Kate Danaher de El
hombre tranquilo..
Su retrato de la mujer irlandesa
que quiere demostrar a toda costa que se ha casado con un hombre con sangre en
las venas no solo es parte de la historia del cine sino que también lo es de
nuestros corazones. Su beso en el viento, su despecho irritante, su adorable
feminidad, su fuerte determinación que se esfuma cuando los puños salen a
relucir…todo en ella hace que sea la mujer fordiana por excelencia, a la que
todos acudimos cuando queremos relacionar en la misma frase a John Ford con el
sexo femenino. Experta en tocar las narices hasta límites insospechados, Mary
Kate Danaher fue la pelirroja con todas sus consecuencias, la fortaleza hecha
Irlanda, el pasto verde para el ganado hambriento y la dueña de Blanca mañana. Solo por eso, Maureen
O´Hara hubiera merecido todos los Oscars del mundo.
Vuelve a trabajar para John Ford
en Cuna de héroes, una conmovedora
película sobre el Sargento O´Donnell uno de los instructores de la Academia de
West Point. Su emparejamiento más que afortunado con Tyrone Power hace que este
sea uno de los papeles más tiernos que haya interpretado nunca, siempre al lado
de su marido, siempre cuidando de los chicos que, en realidad, han sido muchos
hijos al ritmo del paso de instrucción. Otro poema del tuerto genial que,
quizá, no ha tenido tampoco el reconocimiento que merece.
Con Ford sigue cosechando sus
mejores papeles y revalida esa afirmación con Escrito bajo el sol, biografía del aviador y guionista Frank Wead y
que confirma la destreza de Maureen O´Hara en el papel de abnegada esposa que
sufre, se enfada, vuelve, retiene y abraza al hombre de su vida. Cambia de
registro totalmente y se interna en esa parodia algo seria del cine de espías
que es Nuestro hombre en La Habana,
de Carol Reed, como la secretaria de Alec Guinness, el espía que nunca fue y
que, sin embargo, toma determinaciones propias de la profesión.
Encantadoramente madura, Maureen O´Hara parece presagiar el cambio que se
avecina en el cine produciendo a Sam Peckinpah en la que sería su primera
película, Compañeros mortales, un
título de aprendizaje para el gran director pero que pone en juego a una
Maureen O´Hara inusualmente sensual y objeto de deseo para una pandilla de
cuatreros de baja estofa.
Con la madurez ya marcada en el
rostro deambula por producciones de interés discutible durante los años sesenta
aunque con algún éxito como la comedia Disney Tú a Boston y yo a California hasta que decide emparejarse por
última vez con John Wayne en el aceptable western
de George Sherman El gran Jack,
en un papel decididamente recio de mujer que no se doblega ante nada pero que
se queda en poco menos que episódico. Anuncia su retirada del cine y solo lo
rompe para aparecer, veinte años después, en la comedia intrascendente a mayor
gloria de John Candy Yo, tú y mamá,
de Chris Columbus. Y aún mantenía ese brillo excepcional en su mirada, esa
certeza que da el hecho de que cuando ponía los ojos en ti, no había nada más
en el mundo.
En 2014 fue galardonada con un
Oscar especial en reconocimiento a toda su carrera. Y es que, tal vez, Maureen
O´Hara (mujer polifacética que practicó el atletismo hasta tal punto que no
admitía dobles en las escenas de riesgo, tenía una voz de soprano más que
notable e hizo campaña por varios presidentes republicanos) fue más una
presencia que una actriz y el tiempo, ese enemigo al que no se puede vencer
nunca, nos ha privado de su presencia. Nos queda la actriz. Y ese cielo que, en
cada una de sus películas, no deja de ser rojo intenso, rojo sangre, rojo
pasión, rojo sueño.
2 comentarios:
Gran recordatorio de la carrera de una de las clásicas. Belleza irlandesa de carácter que acompañó y dio la fuerza necesaria a tipos como John Wayne, Errol Flynn, Tyrone Power, George Sanders, Charles Laughton... inolvidables sus papeles como el de Esta tierra es mía, como no se iba a enamorar el maestro Laughton de esa pelirroja. Un abrazo.
Sinceramente creo que la historia no le ha hecho justicia a pesar del Oscar especial que se le concedió este año. Era muy buena actriz y además una señora de los pies a cabeza. Tienes razón al apuntar que dio la fuerza necesaria a todos esos actores y a muchos más porque apuntaló sus interpretaciones con su trabajo. Fue gran amiga de los Laughton e, incluso, se atrevió a corregir a Elsa Lanchester cuando dijo que no tuvieron hijos porque Laughton era homosexual. Puede que sí o puede que no, eso no importa. Lo importante es que nos queda una actriz que ya entró en la eternidad en medio de un campo verde rogando para que su marido entrase en combate.
Un abrazo.
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