Alicia solo quiere
tener una vida tranquila. Tiene un hombre a su lado y un niño. Su marido no es
gran cosa. Es iracundo, tiene poca paciencia, paga su nerviosismo con el niño,
no tiene demasiado interés por la casa…pero es suyo. Y todos los días trae lo
suficiente como para vivir con cierta comodidad, sin grandes lujos. Un mal día,
Alicia pierde a su hombre. Y Alicia ya no vivirá aquí nunca más.
Ella, en su memoria,
recuerda su infancia en Monterrey como si fuera una película enrojecida de El mago de Oz, aunque no fuera tan
feliz. Cree que allí es donde encontró razones suficientes como para existir y
piensa que, si vuelve con su hijo, encontrará de nuevo todo lo que dejó atrás.
Necesita algo de dinero y el problema es que lo único que sabe hacer es cantar
y tocar un poco el piano. Alicia ya no vive aquí…pero, en realidad, ya no vive
en ningún sitio.
Y su deseo de encontrar
un puerto donde recalar se convierte en una quimera porque sabe que, en el
fondo, ella ya no pertenece a ninguna parte. Solo, tal vez, a los brazos de un
hombre que la quiera. A ella y a su hijo. Pero también eso es difícil. Al
principio cree haberlo encontrado…pero no, ése no era el hombre. Los cristales
rotos y el estallido de furia acabo por convencerla y cerró la maleta a toda
prisa y tuvo que huir de nuevo. Alicia siempre huye. Es lógico. Ha permanecido
tanto tiempo a resguardo de la intemperie que, cuando tiene que hacerle frente,
no sabe cómo hacerlo. Tendrá que abandonar sus sueños de cantar y de tocar el
piano para depositarlos encima de una bandeja y servir mesas. No queda más
remedio porque la necesidad aprieta y en algún lugar hay que vivir. Tal vez
allí, en el bosque de cafés americanos, de huevos y jamón y de hamburguesas con
sabor a mantequilla, hallará a alguien que deje que Alicia descanse su cabeza
en su hombro. Un hombre de verdad. Un tipo que, de forma amable y sólo por
amor, sea capaz de renunciar a todo con tal de hacer realidad los sueños de
Alicia. Aunque luego no sea necesario. Alicia…sí…Alicia ahora vive aquí.
Extraña incursión de
Martin Scorsese en el drama femenino que, en realidad, no hace más que
confirmar lo gran director que siempre ha sido, hurgando en las heridas de una
mujer que trata de encontrar un nido donde sentirse arropada y querida. Ellen
Burstyn realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera porque
consigue tocar todos los registros posibles. Está graciosa, está dramática,
está patética, está amedrentada, está maravillosa, está sola… Pero lo cierto es
que consigue que Alicia tenga un lugar donde vivir dentro de su rostro y de su
cuerpo de mujer de mediana edad. Al final, todos iremos con Alicia caminando
por la calle principal de un pueblo cualquiera del medio Oeste, con su hijo de
la mano, tratando de encontrar algo de optimismo en un día que, a buen seguro,
estará lleno de dificultades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario