miércoles, 6 de junio de 2018

LA AMENAZA DE ANDRÓMEDA (1972), de Robert Wise

Alguien jugó con algo que no debía ni tocarse. Y es letal. Una unidad de científicos en máxima alerta debe de investigar hasta la extenuación. La bacteria puede invadir toda la Tierra en unos pocos días y acabar con todo vestigio de Humanidad. La contingencia estaba prevista. Basta con aislar a la bacteria y a los investigadores en un laboratorio absolutamente estéril. Tanto es así que, durante dos días, traspasar una puerta significa lavarse un poco más intensamente.
Los colores van cambiando, y una solución final expeditiva y definitiva está preparada bajo la teoría del “hombre extraño”, un elemento ajeno que es el único que tendrá la responsabilidad de detener la catástrofe. Andrómeda es el nombre que tiene esa bacteria que crece y se reproduce a una velocidad pasmosa. Solo un viejo y un recién nacido saben el secreto para hacer frente a una amenaza tan rápida. Se halla en su organismo y hay que descubrir cuál es el remedio. El agotamiento aparece y las torturas para lograr el máximo grado de esterilidad se suceden. El laboratorio se hunde en la Tierra para conseguir la mayor seguridad posible y, poco a poco, se va convirtiendo en una ratonera que parece imposible de burlar. Las horas se suceden y las luces rojas parpadean en busca de una presa de la distracción. Andrómeda crece. Los hombres conocen. Queda poco tiempo, señores. Todo puede convertirse en cenizas.
Con un reparto de nombres que pueden sonar a desconocidos como Arthur Hill, un actor de una enorme seguridad; David Wayne, venerable y sabio, o James Olson, joven e irreverente, Robert Wise adaptó al cine la primera de las novelas de Michael Crichton con unas magistrales dosis de suspense que convierten a la ciencia en verdadera pasión, al misterio en tragedia, a la amenaza en una realidad demasiado cercana. La película sorprende por lo avanzado de alguno de sus gráficos informáticos y juega continuamente con las extremas medidas de seguridad que se convierten en papel mojado en cuanto la bacteria decide escapar a su confinamiento.

Y es que no es fácil pasar por infinitas horas de trabajo y seguir sacando conclusiones sobre un asesino microscópico que ataca a traición y quita el aire en unos pocos segundos. Una ciudad fantasma sabe muy bien sobre todo ello. Los buitres, incautos, bajan a por su comida y también terminan devorados por un rival tan minúsculo. Andrómeda está ahí y es necesario dominarla. No se puede volver la cara ante su agresividad. Pónganse las mascarillas, lávense las manos, expongan sus cuerpos a las lámparas de zenón, hagan pruebas, lo imposible, lo que sea…pero no dejen que conozca a ningún ser viviente…

6 comentarios:

Unknown dijo...

¡¡Buenas!!
Fantástica película, de esas que creo que no se podrían hacer en otro momento que no fuese la década de los años 70. Me encanta su narración casi documentalista, como si de un diario de un experimento se tratase y ese final donde toda la parafernalia de seguridad del propio recinto se vuelve "irónicamente" más enemiga que otra cosa.
De esta vertiente, y muy parecida en su tono, me encanta la única incursión en el largometraje que hizo el gran creador de títulos, Saul Bass, "Sucesos en la IV fase". Una suerte de diario sobre experimentos con las hormigas por parte de un grupo de investigadores, donde lo curioso es que no se sabe quien está experimentando con quien. De un final, demoledor. Muy, muy recomendable. Una joya.

Curiosamente, hablando de Robert Wise, ¡¡menudo todoterreno!!, precisamente vi hace un par de días: "Nadie puede vencerme" (mejor su título original: The set-up). Una obra maestra y una magistral lección de cine en poco más de una hora. Me parece perfecta, intachable: ¡qué magnífica esa atmósfera creada en el vestuario donde se van preparando los boxeadores para la velada! ¡y ese final lleno de sombras! ¡Uff!. Ahondando en el combate, me parece que la forma en la que está rodado el mismo, encuentra algo de inspiración luego el señor Scorsese para su "Toro salvaje", otra maravilla. Por otro lado, lo que te deja ya maravillado del todo, es ese final circular donde volvemos a ver ese reloj que hay que en la calle, el mismo está marcando justamente la hora que marcaba al principio más lo que ha durado la película, y aunque se sabe que la historia está contándose en tiempo real, ese detalle me parece magnífico. ¡¡Impresionante!!
Saludacos.

César Bardés dijo...

Pues totalmente de acuerdo con todo lo que apuntas. Ésta es una estupenda película cuyo fuerte es el manejo de la tensión que parece que acaba por ser tan claustrofóbica como en ese laboratorio en el que trabajan los científicos. También he visto "Sucesos en la IV fase", de Saul Bass (hay artículo en este mismo blog) y, aunque ya se mete algo bastante en los terrenos de la serie B, es originalísima y muy apreciable.
En cuanto a "Nadie puede vencerme" (también hay artículo en el blog) es maravillosa. Una pequeña obra maestra y una de las mejores películas sobre el mundo del boxeo, sólo que esta vez no es sobre la ascensión y caída de ningún púgil, ni nada cercano al "glamour" al que muchas historias nos tienen acostumbrados. En esta ocasión, sólo es caída ya para tocar fondo en un ring de tercera y la atmósfera es sencillamente magistral. No te falta razón al afirmar que Martin Scorsese se inspira en esta película para hacer su "Toro salvaje" y también habría que destacar el enorme trabajo que realiza Robert Ryan en el papel protagonista, con ese rostro marcado de arrugas y tan castigado que parece real. Sí, desde luego es una película impresionante que también navega por la serie B y que, por calidad y resultados, tiene que estar en lo más alto.
Saludos.

Unknown dijo...

Sí César, imponente la actuación del gran Ryan, además al parecer fue campeón de boxeo universitario durante 3 ó 4 años consecutivos, se ve que se le saca muy buen provecho a esta ventaja.
Sobre la peli, leí hace un tiempo en un sitio que "Es el filme donde se dan cita el mayor número de perdedores por metro cuadrado de celuloide." o algo así, y no le falta razón al que hizo dicha aseveración.
Saludos.

César Bardés dijo...

Ah, yo siempre he sostenido que los perdedores son mucho, mucho más fascinantes que los triunfadores. Algún crítico me lo ha echado en cara y todo. Me ratifico en ello. Y de vez en cuando vuelvo a películas como "Nadie puede vencerme" para recordármelo.
Saludos.

Unknown dijo...

Claro que sí, sino ahí tienes "El buscavidas", de Rossen, en la recámara para recordártelo. ;-)

César Bardés dijo...

O la galería inacabable de detectives privados, de Philip Marlowe a Harry Moseby pasando por Lew Harper-Archer o Sam Spade, o Harry Ross, o Tony Rome...