miércoles, 27 de junio de 2018

DETOUR (1945), de Edgar G. Ulmer

Al está perdido en medio de ninguna parte. Su futuro se presenta como una carretera interminable en la cual tomó un desvío sin retorno. Nada ha salido como él esperaba. Llevaba la ilusión en el bolsillo y el amor en el corazón y ahora, allí, mirando esa taza de café que le escruta con su enorme boca llena de café, lleva la derrota en el destino y la decepción en el alma. Quizá Al ya no pertenezca a este mundo. Es sólo un elemento más en el camino, un mojón que asiste al paso del tiempo mientras se revuelca, una y otra vez, en lo que pudo ser y no fue. Su sueño de ser concertista de piano es aquella nube que pasa. Su idea de pasar el resto de su vida con la chica a la que ama, es una luz que se aleja, igual que la de un vehículo diciendo adiós con sus pilotos rojos. Maldito desvío. ¿Por qué tuvo que decir a aquella chica que subiera al coche? No sabía que estaba invitando a la desgracia a devorar su sino. Al está muerto, solo que sigue andando.
Todo comenzó porque no tenía dinero para ir a Los Ángeles para poder casarse y decidió hacer auto-stop. No, no es divertido hacer dedo en medio de la desolación del paisaje desértico. Los coches pasan y parece que, con el rugir de sus motores, se están riendo del pobre desgraciado que trata de pedir un favor a alguien. Las plantas de los pies arden como lagartijas al sol y el sudor se instala por debajo del sombrero. La barba crece y el ánimo disminuye. Al fin, para alguien y es cuando el destino decide gastar una broma cruel. Ahí es donde se halló el desvío. Ahí es donde la carretera se torció hasta la vileza. Nadie es quien dice ser. Ni la chica es tan encantadora, ni el hombre es tan desprendido. Es un lío del que hay que deshacerse y el lío se lo hace ella con el cable del teléfono. Y aún así, no se puede desenredar. Una vez que estás dentro, estás condenado. Al ha empezado a pagar su condena. Se llama soledad.

Detour es una película que apenas dura sesenta y cinco minutos, realizada con un presupuesto mínimo y pensada para ser estrenada en programa doble dentro de la más estricta serie Z de los años cuarenta. Rodada con un presupuesto de 30.000 dólares durante apenas quince días, es una demostración de un talento rápido que se detiene en narrar la desesperanzada espiral en la que cae un hombre que no podrá tomar ya ninguna decisión. Sólo podrá andar por un camino que, con toda probabilidad, no tiene final.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hola,
Enorme película de poco tiempo, un poco más de una hora, y menos presupuesto aún. Otra lección de cine del gran Edgar G. Ulmer, sino es el rey, uno de los reyes, de la Serie B.
Saludos.

César Bardés dijo...

Mira, estos días que estamos hablando de Zinnemann, de Wilder y de Ulmer...¿sabes que todos fueron a la misma clase mientras iban al colegio? A estos nombres habría que añadir a Robert y Curt Siodmak que también iban a la misma clase. Tú imagínate una clase con estos cinco tipos en edad púber. ¿Qué clase de profesor o profesores tuvieron para que salieran estos maravillosos directores? Creo que Ulmer era un poco mayor y un poco más descolgado del grupo. Pero cuando tuvieron edad y cuatro cuartos, todos se pusieron a colaborar en una estupenda película que se llamaba "Gente en domingo" y que no era más que un retrato de lo que hace la gente llana y plana en Viena en pleno domingo.
Saludos.

Unknown dijo...

Sí, me suena esa anécdota, sobre todo por esa peli coral de la que hablas. Saludos.

César Bardés dijo...

Estaba más cerca del neorrealismo documentalista que de otra cosa. Como no podía ser menos, estos chicos se adelantaron a su tiempo en varias décadas.