Al está perdido en
medio de ninguna parte. Su futuro se presenta como una carretera interminable
en la cual tomó un desvío sin retorno. Nada ha salido como él esperaba. Llevaba
la ilusión en el bolsillo y el amor en el corazón y ahora, allí, mirando esa
taza de café que le escruta con su enorme boca llena de café, lleva la derrota
en el destino y la decepción en el alma. Quizá Al ya no pertenezca a este
mundo. Es sólo un elemento más en el camino, un mojón que asiste al paso del
tiempo mientras se revuelca, una y otra vez, en lo que pudo ser y no fue. Su
sueño de ser concertista de piano es aquella nube que pasa. Su idea de pasar el
resto de su vida con la chica a la que ama, es una luz que se aleja, igual que
la de un vehículo diciendo adiós con sus pilotos rojos. Maldito desvío. ¿Por
qué tuvo que decir a aquella chica que subiera al coche? No sabía que estaba
invitando a la desgracia a devorar su sino. Al está muerto, solo que sigue
andando.
Todo comenzó porque no
tenía dinero para ir a Los Ángeles para poder casarse y decidió hacer
auto-stop. No, no es divertido hacer dedo en medio de la desolación del paisaje
desértico. Los coches pasan y parece que, con el rugir de sus motores, se están
riendo del pobre desgraciado que trata de pedir un favor a alguien. Las plantas
de los pies arden como lagartijas al sol y el sudor se instala por debajo del
sombrero. La barba crece y el ánimo disminuye. Al fin, para alguien y es cuando
el destino decide gastar una broma cruel. Ahí es donde se halló el desvío. Ahí es
donde la carretera se torció hasta la vileza. Nadie es quien dice ser. Ni la
chica es tan encantadora, ni el hombre es tan desprendido. Es un lío del que
hay que deshacerse y el lío se lo hace ella con el cable del teléfono. Y aún
así, no se puede desenredar. Una vez que estás dentro, estás condenado. Al ha
empezado a pagar su condena. Se llama soledad.
Detour
es una película que apenas dura sesenta y cinco minutos, realizada con un
presupuesto mínimo y pensada para ser estrenada en programa doble dentro de la
más estricta serie Z de los años cuarenta. Rodada con un presupuesto de 30.000
dólares durante apenas quince días, es una demostración de un talento rápido
que se detiene en narrar la desesperanzada espiral en la que cae un hombre que
no podrá tomar ya ninguna decisión. Sólo podrá andar por un camino que, con
toda probabilidad, no tiene final.
4 comentarios:
Hola,
Enorme película de poco tiempo, un poco más de una hora, y menos presupuesto aún. Otra lección de cine del gran Edgar G. Ulmer, sino es el rey, uno de los reyes, de la Serie B.
Saludos.
Mira, estos días que estamos hablando de Zinnemann, de Wilder y de Ulmer...¿sabes que todos fueron a la misma clase mientras iban al colegio? A estos nombres habría que añadir a Robert y Curt Siodmak que también iban a la misma clase. Tú imagínate una clase con estos cinco tipos en edad púber. ¿Qué clase de profesor o profesores tuvieron para que salieran estos maravillosos directores? Creo que Ulmer era un poco mayor y un poco más descolgado del grupo. Pero cuando tuvieron edad y cuatro cuartos, todos se pusieron a colaborar en una estupenda película que se llamaba "Gente en domingo" y que no era más que un retrato de lo que hace la gente llana y plana en Viena en pleno domingo.
Saludos.
Sí, me suena esa anécdota, sobre todo por esa peli coral de la que hablas. Saludos.
Estaba más cerca del neorrealismo documentalista que de otra cosa. Como no podía ser menos, estos chicos se adelantaron a su tiempo en varias décadas.
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