Esta película pasa por ser la primera en la que David Lean se puso detrás de las cámaras aunque huyendo de falsos enaltecimientos podemos decir que quien llevó la mayor parte del peso fue su co-director Noel Coward, dramaturgo de inusitado éxito que escribió también los diálogos (algo acartonados en ocasiones pero que resisten bien el paso del tiempo) que no son más que el soporte insustancial de una historia que intentó mantener alta la moral de las tropas británicas en plena guerra mundial.
Basada en las experiencias de Lord Mountbatten en la guerra, Sangre, sudor y lágrimas (proféticas palabras sobre lo que costaría ganar la guerra pronunciadas por Winston Churchill) además de un film de excelente factura también es un retrato del microcosmos de la sociedad británica en guerra, una especie de estudio sociológico de los arquetipos que en aquellos años proliferaban en medio de un afán de conseguir el bien común azotado por la guerra. Para ello se sirven de la narración de las andanzas de los tripulantes del “Torrin” en clave de flashback y de la certeza de todos ellos de estar luchando por un sistema en el que creen (clave intrínseca de la película en la que Noel Coward quiso poner un especial énfasis). El resultado es algo que merece la pena verse y que, no sólo eso, pide sucesivas revisiones para encontrar rincones pasados por alto en los que detenerse un momento puede resultar una experiencia enriquecedora.
Además del excelente trabajo de Noel Coward como actor (una faceta que esporádicamente quiso desempeñar con notable versatilidad, verbigracia, el misterioso casero de El rapto de Bunny Lake, de Otto Preminger), hay que destacar el trabajo de Celia Johnson (a la que reconocemos también en otra película de David Lean, Breve encuentro) y del pocas veces desacertado John Mills. Como curiosidad, podemos ver en una breve aparición al años más tarde oscarizado director de Gandhi, Richard Attenborough.
Hay que resaltar también el aspecto argumental que se nos ofrece acerca de las razones del heroísmo y de cómo se llega a alcanzarlo en medio de una ambiciosa estructura cronológica que forma un curioso rompecabezas. Probablemente, al ser procedente del oficio de montador, ésta es la aportación más significativa de David Lean a la dirección de esta película en la que, cuenta la leyenda, Coward rechazó todas y cada una de las sugerencias que le hizo Lean. Hasta tal punto que Coward quiso que el crédito dijese simplemente “dirigida por Noel Coward…ayudado por David Lean”.
En cualquier caso, si se ama aquello por lo que se lucha, la derrota no entra nunca en el vocabulario de aquél que resiste. Y de eso nos habla Sangre, sudor y lágrimas.