Unos tipos llegaron a
una cafetería y preguntaron por él. Decían que no tenían nada contra ese tipo,
pero yo les vi mala cara. El sombrero muy ladeado, como queriendo pasar
desapercibidos. Las respuestas, parcas, como si no quisieran dar demasiadas
explicaciones. Y también un bulto sospechoso en el costado. Lo cierto es que me
dijeron que eran amigos suyos. Y ahí le tienen. El pobre “Sueco” está con más
agujeros que un queso de gruyére. Y según parece, le avisaron de que venían a
por él. El fulano se quedó leyendo, tranquilamente, como si esperase la muerte.
Dijo que una vez había hecho algo malo. Sí, se ligó a la chica equivocada. Y,
claro, le dejó plantado. Tal vez fue eso lo que le impulsó a quedarse quieto y
esperar las balas. Una mujer. Pobre desgraciado.
Es verdad que éste es
un caso interesante porque el “Sueco” no huyó. Parece que aceptó su destino sin
rechistar. Todo un hombre, aunque incomprensible. Si nos ponemos a investigar,
lo más seguro es que encontremos que su corazón ya se había parado hace tiempo.
Se lo llevó aquella chica. Misteriosa. Seductora. Enigmática. Única. Es una de
esas mujeres que saben revolver las entrañas y hacer que la traición aparezca
como por arte de humo. El dinero, un atraco, una pandilla demasiado ambiciosa.
El “Sueco” hizo algo malo, sí. Y no fue precisamente llevarse un buen montón de
pasta ajeno. Fue juntarse con una serie de individuos de los que no te fiarías
ni para ir a la vuelta de la esquina. Unos matones de tres al cuarto que, en
cuanto diera la espalda, le traicionarían llevándose el dinero, la chica y
hasta la ropa. Mala suerte, “Sueco”. Te fijaste en una chica que no te merecía.
En realidad, ella no merecía ni vivir.
Una luz mortecina
ilumina tus últimos minutos, “Sueco”. Es como si el tiempo te estuviera
avisando de sus instantes postreros. Y, sin embargo, aceptase lo que te iba a
ocurrir sin pelear, sin revolverte, sin dar con la puerta en las narices a esos
dos tipos misteriosos que han preguntado por ti en la cafetería enfrente de la
gasolinera donde trabajabas. Lo malo es que sólo un investigador de una
compañía de seguros será capaz de descifrar tus actitudes y nadie más podrá
entenderlo. Morirás de la misma forma en la que has vivido. Inútilmente.
Robert Siodmak dirigió
esta adaptación del relato de Ernest Hemingway The killers, con Burt Lancaster y Ava Gardner en los principales
papeles. La atmósfera de la película parece presagiar un asesinato y el humo de
los cigarrillos es tan denso que casi se puede agarrar un puñado de aire. Todo
para decir que en el relato negro de nuestras vidas siempre hay una mujer que
acabó con todo y nos asesinó mientras esperábamos, indolentes, el golpe final.
No siempre es el cuerpo el que marca la existencia. El “Sueco” ya estaba muerto
cuando dispararon. Y todo el mundo sabe que los muertos no huyen.