Johnny Bannion es un
señor entre rejas. Todos deben rendirle el adecuado respeto y si él ordena una
represalia, hay que ejecutarla. Al fin y al cabo, dentro de su naturaleza de
delincuente, hay un resquicio de ética criminal que hace que sea uno de esos
tipos de fiar si se llega a necesitarlo. Cuando sale de la jaula, tiene un
golpe preparado. Y es extraña la sensación que un preso tiene cuando es
liberado. Una antigua novia aparece de nuevo y sólo se encuentra desprecio. Un
antiguo socio le asegura trabajo y a Bannion eso le parece un mal necesario.
Una chica deslumbrante desea lío y Johnny se considera un afortunado. El golpe
se realiza, aunque no se ve y, claro, antes de que pueda repartirlo, le pillan
de nuevo. Todo el mundo quiere el dinero. Sólo los que le han guardado lealtad
desde el principio mantienen sus principios intactos. De repente, Bannion tiene
un buen montón de enemigos con los puños y las armas cargadas con ceros.
En la cárcel no te
puedes fiar de nadie. Y menos aún si acudes al gran jefe para que haga que todo
sea la trama ideal para poder salir. Un jaleo, un coche negro y un traslado.
Bannion tiene que huir. Todos quieren el dinero, Johnny. El precio para salir
es tan alto como el botín y vas a tener que jugar duro si quieres conservarlo.
Cuando vuelve a salir, Johnny se encuentra con que el socio ya no es tan socio
y ha encontrado nuevos compañeros asociados. La chica sigue deseando lío, pero
se ha convertido en algo que a Bannion no le gusta demasiado. Dinero, maldito
dinero, enterrado en un erial de barro que se confundirá con la sangre. Los
disparos resuenan en medio del frío inglés y Bannion emprenderá un camino de
venganza en el que la última víctima puede que sea él mismo. Quizá se estaba
mejor dentro de la cárcel, aunque tuvieras que compartir celda con dos cerdos a
sueldo. Allí, al menos, alguien te quería. Y eres un criminal dentro y fuera,
pero dentro aún hay alguna esperanza de conservar los billetes.
Joseph Losey dirigió
esta película que fue prohibida en España durante muchos años, estrenándose
después, casi, a escondidas. Seca y dura, sin demasiadas concesiones, con una
carga importante de rencor en la trama y de imparcialidad a la hora de mostrar
las dos caras del mundo de ladrones y asesinos que pueblan las cárceles y las
calles. Sólo cambia el entorno con la colaboración de Stanley Baker, que
consigue un buen trabajo, duro en el rostro, implacable en la acción, imponente
en el físico. Así es cómo se consigue el respeto entre tipos que sólo entienden
el lenguaje del fuego y del engaño. Bannion-Baker tendrá que combatirlos a
todos para atisbar un pequeño brillo de esperanza en un mundo que, en el fondo,
no le ha dado nada. Sólo rejas, heridas, decepción, traición y un buen puñado
de desgraciados que no consiguen distinguir entre la ética y el negocio.