Es una pregunta
interesante. Y la respuesta es bien sencilla. Miradme a los ojos. Simplemente
se trata de aplicar el día a día a los negocios del cine. Básicamente, un
productor es un tipo que trata de buscar dinero para llevar a cabo determinada
inversión. Para ello, se busca una historia que contar, un fulano que quiera
dirigirla y un actor con tirón. El resto es historia. La gente pasa por
taquilla y a cobrar. Es como cuando se invierte algo de pasta en una casa de
mal vivir, o en un negocio de polvo blanco. Se reúne el dinero, se recluta a
alguien para dirigirlo y, luego, eliges los actores. Si además de todo eso
unimos una bolsa con algo de guita, entonces ya tenemos el cuadro completo.
Hollywood es una jungla, hermano, y hay que explorarla hasta que ya no se le
pueda sacar más jugo.
Chili Palmer es un tipo
listo que, en el fondo, sólo se traslada a Hollywood con sus elegantes camisas
de seda negra para cobrar una deuda pendiente. Sin embargo, allí, más que en
ningún otro sitio, la deuda se puede convertir en un buen montón de ceros.
Miradme a los ojos. ¿Creéis que os estoy mintiendo? ¿Y qué es el cine? Un
puñado de mentiras contadas con clase. Se trata de convencer a otros, mover el
intelecto y ponerse al servicio de un negocio. Nada más que eso. No obstante,
Chili tiene una virtud muy importante. Es un cinéfilo irredento. Es capaz de
irse a ver Sed de mal y de reconocer algunos de los diálogos de Río Bravo sin ver ni las imágenes. Eso
no es muy corriente en un mando intermedio de los negocios turbios. Ya es hora
de que se aclaren esos negocios. La chica, el oportunista, el caprichoso actor
que quiere parecerse a Robert de Niro, el mafiosillo de la nariz rota varias
veces, el tipo que quiere que su dinero sea devuelto…Están todos. Es un
magnífico escenario. El sol se filtra a través de la combinación y parece que
destapa a los más frusleros. Hay que saber de lo que se habla.
No cabe duda de que John Travolta es el perfecto mafiosillo de tres al cuarto que ve la oportunidad de sacar la mayor ventaja posible a la meca del Cine y que está muy bien acompañado por Gene Hackman, René Russo, Danny de Vito, Delroy Lindo y ese actor tan poco valorado y siempre con un punto atinadamente ridículo como Dennis Farina. La dirección de Barry Sonnenfeld es ágil, meridiana, con un especial énfasis en las cosas que suelen dejar perpleja a la mayoría, no tomándose la historia demasiado en serio, pero consiguiendo una película divertida, bastante superior a su secuela, Be Cool, y con algunos detalles que dan ganas de enfundarse también en una camisa de seda negra y ser parte del universo de ese Chili Palmer que pone el negocio patas arriba. Quizá ése sea el secreto de cómo conquistar Hollywood. Ir allí, miradme a los ojos, dadme un buen guión, unos cuantos billetes en una bolsa y ya tenemos el próximo éxito comercial haciendo chiribitas en los ojos de la gente.