Debido a los sucesivos festivos de esta semana que, a buen seguro, deparará más de un viaje a todos, vamos a cerrar el blog hasta el martes día 7 de mayo. Mientras tanto, para los que se queden, no dejéis de ir al cine. A veces, esa es la verdadera fiesta.
No
hace falta ser un héroe para desear que el tiempo emprenda una vuelta atrás
para poder corregir los errores del pasado. El peso de la culpa y la amargura
son suficientes razones como para luchar por ello, aunque la posibilidad sea
ínfima. No importa que la vida, desde el momento en que se cometió el fallo,
haya querido vestirse de una triste amabilidad y ensayar algunos instantes de
felicidad inesperada. No importa que, incluso, pueda brindar segundas oportunidades
en un mundo partido por la mitad. Hay que volver atrás para intentarlo de
nuevo…aunque eso signifique que el juego acabe.
Los héroes ya están
cansados, pero aún queda tiempo para una última hazaña. Quizá la más grande de
todas. Aquella que puede llevarles a la gloria de una despedida emocionante,
única, irrepetible. Basta con restituir la línea temporal y conseguir que la
Tierra tenga una ocasión para defenderse. Más vale caer luchando que
desaparecer con un chasquido. Y el tiempo de hazañas se presentará como por
casualidad, con el personaje más inesperado, con la incierta presentación de un
futuro que aún está por dilucidar. Es mejor eso que la nada. Es mejor eso que
vivir derrotados.
Así que allá van de
nuevo los héroes que, una vez, fueron el escudo contra los malvados megalómanos
que querían dominar el destino de toda la Humanidad. Entre ellos, habrá
complicidades, sacrificios, sentido del humor, aventura, luchas, nuevas
derrotas, legendarias victorias, reencuentros, decepciones…y tiempo, sobre todo,
tiempo. Unos segundos para despedirse y dar paso a algo que, a buen seguro,
será nuevo porque ningún adiós es definitivo aunque puede ser infinito. El
sentimiento de amistad estará presente en todas sus acciones, sencillamente,
porque se lo han ganado y, tal vez, desde el patio de butacas, no se podrá
resistir algún que otro aplauso para dejar que la emoción salga también a
prestar su particular batalla.
Mucho más mesurada que Infinity War, la cuarta entrega de Los vengadores depara un buen rato largo
de entusiasmo a pesar de que tarda en plantearse y, en algunos casos, se siente
la impaciencia del público. Como aliciente, también se podría señalar que hay
buenos momentos dramáticos a cargo, sobre todo, de Scarlett Johansson y del
siempre atractivo Robert Downey Jr. Las batallas están bien medidas y el
escalofrío recorre la piel al asistir al desfile de tantas caras conocidas,
retocadas infográficamente o no, para construir esta última aventura del
universo Marvel que pasará a renovarse y a entregar otras fórmulas. Lo malo es
que es muy posible que no sean mejores y esta película ha dejado el listón muy
alto.
Y es que no es fácil
decir adiós con ilusión a todos estos super-héroes que nos han acompañado a lo
largo de veintidós películas, con mejor o peor fortuna, pero siempre con el
entretenimiento como objetivo. La música de Alan Silvestri resalta la épica de
esta lucha contra el tiempo, de puertas abiertas, de paradojas, de batallas
finales. Y no cabe duda de que se sonríe, de que siempre se pasa bien si se es
seguidor de toda esta saga de aventuras imposibles aunque, por supuesto, se
deshilache algún cabo suelto o haya alguna que otra ausencia notable. Sin
embargo, no se podrá evitar el goce de oír exclamaciones de gusto, ovaciones
espontáneas y notar con seguridad que el cine aún es capaz de maravillar a
quien se acerque a él. Por mucho que esto no sea una obra maestra a pesar de tanto
disfrute. Y, desde luego, es pecado no abandonarse a ello.