Debido a la festividad madrileña de los días 1 y 2 de mayo, retomaremos el blog con el consabido estreno de la semana para el jueves día 3. Mientras tanto, id al cine. Es barato, entretiene y no posee efectos secundarios. Un abrazo a todos.
No cabe duda de que allá por finales de los cincuenta y gracias a producciones como Orgullo y pasión, de Stanley Kramer; o las intenciones nada escondidas de Samuel Bronston de instalar unos gigantescos estudios en Las Rozas de Madrid cuyo campo de pruebas fue la muy olvidada El capitán Jones, de John Farrow, no cabe duda, decía, de que en Hollywood se debió de pasar rápidamente la voz de que los rodajes en España eran mucho más baratos. Los técnicos de los que disponía nuestro cine eran tan buenos como allí y cobraban bastante menos así que los americanos no vacilaron en intentar competir con la traidora televisión a través de películas de formato espectacular, épicas, lujosas, brillantes y de producción más que generosa. El resultado no siempre fue bueno aunque hay siempre excepciones que llegaron a la categoría de excelentes muestras de cine de género realizado con todo el despliegue que necesitan ciertas historias que, en cualquier otro país, no hubieran sido posibles.
Salomón y la Reina de Saba, de King Vidor, fue una de esas películas. También fue una de las que peor suerte tuvieron pues su éxito en taquilla se debió a las trágicas circunstancias del fallecimiento de Tyrone Power de un fulminante ataque al corazón después de rodar un convincente duelo a espada al pie de unas escalinatas. Se buscó sustituto con rapidez y se llamó a Yul Brynner. La producción acució a Vidor pues Power ya había rodado más de un tercio de película y no había más remedio que rehacerlo todo de nuevo. El director, viejo resabiado con más oficio que autoría (aunque los entendidos en cine me tiren alguna que otra piedra por esta afirmación) realizó una película estimable reduciendo plazos, acortando tomas, planificando al máximo los movimientos de cámara…Cuando la película se estrenó, el propio Vidor llegó a declarar: “Con Power la película hubiera sido una obra maestra. Sin él, se ha quedado en una simple buena película”.
Más allá de todo eso, hay que prestar atención a esta historia de amor que arrasa con las épocas y devora los escrúpulos a través de esa visión, muy cercana a lo perfecto, de la cintura de Gina Lollobrigida (posiblemente, una de las más hermosas cinturas que ha dado el cine) y del siempre áspero y difícil trabajo que realiza ese maravilloso actor que era George Sanders (fallecido también en España).
En cualquier caso, en aras de la síntesis, también resulta obvio que desde el punto de vista histórico se han resumido hechos, se han juntado otros (la Reina de Saba nunca presenció el famoso juicio de Salomón) y la fachada de la película quedó salvada por culpa de un director que sabía hacer muy bien su trabajo.
Mientras ven esta película, dejen relajar sus ojos en la belleza del trabajo de fotografía de Freddie Young (uno de los más grandes) o de la espléndida dirección artística que destila la hermosura de la composición técnica de veteranos como Richard Day y Alfred Sweeney acompañados del español Luis Pérez Espinosa. Y recuerden que esas mujeres que se quedan incrustadas en el pensamiento como garras de la obsesión suelen ser el camino asfaltado de carne por el que iniciamos nuestra propia perdición…nosotros no somos héroes bíblicos.