Con este artículo vamos a poner punto y aparte al blog durante esta temporada. Es un día difícil pero quería que todos nos despidiéramos con una sonrisa. Las visitas han caído mucho y se nota que las vacaciones, merecidas para todos, están esperando. En cualquier caso, no dejéis de ir al cine. Es la mejor medicina para colocar los pensamientos. Gracias por un año especial marcado por la publicación de mi libro "El sueño americano (El cine en la era Kennedy)". Estaremos de vuelta el jueves, día 1 de septiembre con nuevas ideas y muchas más películas. Besos para ellas, abrazos para ellos.
Estupendamente, estupendamente,
gracias. La familia Brewster al completo tiene una tendencia hacia la
psicopatía aguda. Menos Mortimer, claro. Él desahoga esos instintos escribiendo
críticas teatrales. Y además no sabe nada. Es un palomino atontado que no se
entera de que su hermano y sus tías son asesinos. Y su otro hermano,
bueno….caaaaaaarguueeeeeeen, plaf. En realidad, lo que hace Mortimer para pasar
el trago está muy mal, muy mal. Interna al bueno para hacer creer que lo que ha
pasado es porque todos están como una regadera sin agujeros. Es normal teniendo
en cuenta de que todos viven al lado de un cementerio. Y además Mortimer va y
se casa con la hija del pastor de enfrente. Lo último. Lo primero.
Estupendamente, estupendamente.
Y es que no ha habido casa en la
historia del cine en la que haya habido tantos portazos, tantos equívocos,
tantas idas y venidas por una nimiedad como es la de esconder unos cuantos
cadáveres. Y el caso es que las tías de Mortimer son encantadoras. Son esas
viejecitas que todo vecindario adoraría poseer. Y Teddy, el hermano neurótico
que se cree presidente de los Estados Unidos, es simpático a rabiar. Hasta
firma decretos secretos. Estupendamente. Las manecillas del reloj se desploman
cada vez que sube las escaleras como un poseso y trata de cargar contra una
fortaleza. Es un signo de que las cosas han cambiado, de que el tiempo de las
viejecitas caritativas ha pasado y de que el loco es más molesto que gracioso.
Sobre todo con la trompeta con la que convoca al gabinete. Y mientras tanto la
novia esperando. Y el cadáver en el arcón. Y Mortimer volviéndose tarumba y
creyendo que la genética de la maldad y de la locura descansa sobre su familia
como un exquisito vino de bayas. Estupendamente, estupendamente. Esta noche,
tenemos función.
No deja de ser paradójico que
Frank Capra se decidiera a rodar la versión de la obra teatral Arsénico y encaje antiguo justo antes de
incorporarse a la Unidad Fotográfica Aliada en la Segunda Guerra Mundial. Es
como si necesitara echarse unas carcajadas antes de conocer el horror. Y lo
hizo a conciencia porque las risas no paran, la neurosis campa por sus respetos
bajo la apariencia de lo entrañable y su hermano psicópata que se parece
sospechosamente a Boris Karloff aparece para esconderse junto con un médico que
no puede ver la sangre y el señor Spinalso. Sí, porque el señor Spinalso es
otro invitado más que va de aquí para allá y acabará en Panamá junto con los
demás. El caso es que es muy difícil escribir algo coherente sobre una película
de locos de atar y claro, las teclas se mueven traicioneras y los competidores
se ciernen y la policía merodea para ver si lo que escribo es normal o necesita
tratamiento. Todo lo demás no importa en el mundo exterior. Estupendamente,
estupendamente. Así que, señores, voy a reunir al gabinete y voy a cavar una
esclusa del Canal. Con mucha pena tengo que poner el punto final. Y es un punto
final esquizofrénico, no cabe duda. ¡¡¡Caaaaaaaargueeeeeeeen!!!