Ben Stride tiene el
dolor marcado en la carne. No se lo puede quitar de encima porque siempre ha
creído que era un hombre de verdad y unas cuantas balas sobre lo que más quería
le convencieron de que no era así. No supo cuidar de su mujer. No supo alejarla
de los peligros de una tierra de furia y rencor. Quizá no es casualidad que se
encuentre una carreta atrapada en el barro. En el fondo, él es esa carreta. Y
necesita a alguien que le saque de ahí.
Su búsqueda de sangre
puede ser el calmante necesario de su espíritu aunque no está muy seguro de que
llegue a ser así. Porque el dolor, cuando se manifiesta tan abrumador, invade
todas las facetas de la vida. No, no es casualidad que encuentre esa carreta. A
bordo hay alguien que será el verdadero remedio contra ese dolor.
Ben Stride tiene que
atrapar a aquellos que asesinaron a su mujer. Y teniendo al lado a un hombre
como Masters, no va a ser posible. Masters es insidioso, envidioso, facineroso,
oscuro. Y lo peor de todo es que es capaz de arrastrar a Ben Stride hacia esa
oscuridad. Las pistolas están deseando hablar, pero Stride posee un dolor
paciente. Es una de las peores clases de dolor. Es ése que te está devorando
por dentro, pero que espera agazapado detrás de una piedra para saltar sin
piedad sobre su presa. Y la presa va a caer en un paraje de roca y dureza,
donde la razón se extingue y el dolor habla. Allí, de una sentada, Stride
obtendrá la solución a todo. Un dinero robado, una venganza acabada, unas cuentas
saldadas y un nuevo comienzo con el cielo mismo al lado aunque Stride se
resista a aceptarlo. Es un hombre demasiado duro como para borrar todo el
pasado con unas cuantas balas. Para él, ir tras la pista de los asesinos aún
era una razón para seguir adelante. Ahora ya no lo sabe. Y necesitará una buena
razón. Es esa misma que se baja de la diligencia.
Y todo esto en apenas
setenta y siete minutos, con la agilidad como bandera, con el vigor en el
revólver. Budd Boetticher nos dejó otra de sus grandísimas películas cortas con
Randolph Scott como protagonista y el memorable malvado que encarna Lee Marvin.
Siete hombres desde ahora, tendrán motivo para mirar a su espalda. Puede que
les esté encañonando un tipo que no tiene nada que perder. Sólo la vida. El
resto ya le fue arrebatado. Y lo que es aún peor. No le importa lo que puede
llegar a tener si sobrevive al desafío. Es hora de chocar contra las rocas.