Quizá
haya demasiadas vías abiertas. Quizá queden algunos cabos sueltos. Puede que
también no se desarrollen algunos personajes como es debido. Es posible que
unas cuantas escenas estén resueltas con cierta torpeza. Incluso, tal vez, la
resolución de esta tercera trilogía no convenza demasiado a los más acérrimos.
La verdad es que da un poco igual. El círculo se cierra y pasaran unos cuantos
años hasta que vuelvan a desenterrar las espadas láser y el miedo a la opresión
se apodere de la galaxia. Es hora de reencontrarse con viejos amigos y
disfrutar del espectáculo.
Es cierto que el cine
más comercial, a veces, sacrifica a la narrativa en pro de ser lo más grande
posible. Sin embargo, no se puede dejar de disfrutar de unas aventuras que ya
son hasta repetitivas porque traen a la memoria otros años, otros personajes y
otras vicisitudes. Traen a la memoria a la juventud, a la ilusión, a la certeza
de que se estaba viendo algo totalmente diferente y apasionante, una puesta al
día de las antiguas historias de caballeros y princesas. Por supuesto, también
hay secuencias brillantes. Desde la visible referencia a Interstellar, de Christopher Nolan, hasta alguna que otra
aparición. Y no cabe duda de que en algunos momentos hay ciertos síntomas de
agotamiento de ideas y situaciones. Da lo mismo. Los viejos seguidores sólo
quieren ver de nuevo al Halcón Milenario surcando los cielos de la galaxia, a
las espadas láser batiéndose en duelo al estilo samurái, a las X-Wings
poniéndose en posición de ataque y volver a sentir ese escalofrío único que nos
causa la visión de un destructor espacial o el sacrificio del héroe o heroína
de turno.
Se perdona todo porque
eso es lo que nace del corazón. Tal vez, hay películas que no pueden ser
juzgadas con el raciocinio formal y habitual y, aunque se experimente un cierto
regusto a que algo no funciona, se caiga en su trampa por enésima ocasión. Se
desea encontrar de nuevo esas miradas de determinación de los que, un día,
fueron jóvenes y buscar algo parecido en los que se abren paso. A veces, se
saltan las reglas y resulta que los que antaño eran guardianes de la paz acaban
por tener algunos poderes insospechados porque la sombra de Marvel es alargada
y el sello Disney no puede quedarse sólo en esa obsesión por dejar las
historias razonablemente amarradas y con la felicidad en el rostro de los
espectadores. El día cae y las estrellas hablan. Y es obligatorio despedirse
con la mirada indulgente porque, al fin y al cabo, es lo que procede en estos
casos.
Sin duda, la
determinación de la mujer es uno de los puntos más fuertes de esta última
historia de una galaxia muy lejana. Ellas tienen claro que, a pesar de que
todos llevamos un lado oscuro, no hay que dejarse seducir y las decisiones
deben ser firmes y definitivas. Ellas no piensan en acabar con todos, sino en
salvar a muchos y ése es el verdadero camino de la victoria. Mientras tanto,
los maestros deben aparecer de nuevo y ser lo que un alumno alcanza porque esa
es la verdadera carga de quien enseña. Al final, y al fondo, dos amaneceres
renuevan la promesa de que siempre habrá alguien dispuesto a derrotar al mal en
esta eterna lucha por el poder. Y la nueva esperanza volverá a resurgir en
algún lugar perdido donde un chico, un día, soñaba con ser el mejor piloto de
la flota. Y lo hará bajo el son de un tal John Williams que no dejó ni un solo
fotograma sin música.