A
veces, es necesario explicar cuál es la auténtica naturaleza del héroe. Y quizá
ese héroe no lo fue siempre. Esa media sonrisa la heredó de algún contrabando
olvidable. Su compañero de fatigas, como no podía ser menos, surgió de una
pelea que acabó siendo un combate de conveniencia. Su nave mítica fue producto
de una timba de cartas. Su rostro ya no es el mismo. Ni siquiera sus
expresiones se le parecen, pero eso…¿qué más da? Hay que reinventarlo todo para
que las nuevas generaciones se enganchen al espacio exterior y así todo pasa
por una historia que suena bastante a conocida.
Así que, mientras
acompañamos al héroe con hechuras de granuja y que, tal vez, es el personaje de
la saga de Star Wars del que menos se ha sabido nunca, nos enfrentaremos a
secuencias de acción rodadas discutiblemente, a una fotografía oscura que
parece querer acentuar la tragedia interior de un personaje que nunca padeció
de amargura, al atractivo de su inteligencia y a la desilusión evidente que
asola el ánimo de todos aquellos a los que nos conquistó Harrison Ford y ahora
aparece bajo el rostro de un tipo que ni siquiera se le parece como es Alden
Ehrenreich.
Por lo demás, la
historia es entretenida, con nítidas referencias a Grupo salvaje, de Sam Peckinpah, con ocasionales visitas a la
propia saga y al feminismo a ultranza, con un estupendo tema principal de John
Williams compuesto para la ocasión y dos o tres guiños que harán las delicias
de los seguidores. En pocas palabras, Han
Solo da exactamente lo que se espera de ella, pero ni un ápice de más. Una
película tan prescindible como divertida, tan fallida como certera, tan fácil
como desvaída. Contiene algunos giros interesantes y también algunos que son
tan esperables que cae en su propia trampa. En el fondo, no hacía falta que
nadie nos descubriera cuál era la auténtica naturaleza de Han Solo. Ya lo
habíamos adivinado por nuestra cuenta.
Así que súbanse a la
nave mítica, no olviden traer sus armas bien recargadas y el cinismo a punto.
Hay que reírse con las salidas de Han cuando no tenía la seguridad ni el peso
que le dieron las guerras contra el imperio. Por supuesto, sabía lo que era
romperse el corazón antes de conocer a Leia y probó el sabor de la auténtica
amistad de un wookie que no se andaba con tonterías. Vagó por el espacio
estelar, tratando de hacer algo de dinero para comprarse una nave y ser el más
rápido de las estrellas. Fue un tipo observador y audaz al límite. Se batió por
amor y perdió. Trató de mantener intacta una porción de dignidad a pesar de
situarse al otro lado de la ley y trabajar para los peores ladrones y asesinos
de la galaxia. Ahí está Paul Bettany para corroborar el auténtico atractivo del
villano. Por lo demás, la fuerza no les va a acompañar porque, en esta ocasión,
hay pocos Jedis, una tendencia a acabar cuesta abajo y dos o tres disparos con
los deflectores bajados. Es lo que tiene cuando vas a ver una película que
intenta continuar con las sensaciones de una época feliz. Siempre estarás a
favor de ella aunque no tenga mucho que destacar. Sigamos soñando con las
estrellas, con las galaxias y con retornos, contraataques y esperanzas. Es un
tesoro que no deberíamos dejar escapar, como si fuéramos contrabandistas a
bordo de la nave más rápida del universo.