Echemos por un momento la vista atrás y tiremos de hemeroteca. En la
última semana de marzo de 1966, hace cincuenta años, se entregaban los Oscars.
No fue un año especialmente bueno pero he escogido esa fecha por la redondez de
su cifra. Podríamos haber cogido cualquier otra. En aquel momento, asumida la
cuenta de que muchas películas se estrenaban con un considerable retraso en
España, convivían en cartelera películas como Los raíles del crimen, de Costa-Gavras; la ganadora del premio de
aquel año, Sonrisas y lágrimas, de
Robert Wise; Mary Poppins, de Robert
Stevenson que fue el premio a la mejor actriz el año anterior para Julie
Andrews; La ingenua explosiva, de
Elliot Silverstein que proporcionó el
Oscar a Lee Marvin; El coleccionista,
de William Wyler; la última producción de Samuel Bronston en España El fabuloso mundo del circo, de Henry
Hathaway; Help!, con los Beatles en
la cresta de la ola; Los cuatro hijos de
Katie Elder, de Henry Hathaway; se acababa de estrenar con muchísimo
retraso Ciudadano Kane, de Orson
Welles; en España el nuevo cine español intentaba abrirse camino con Crimen de doble filo, de José Luis
Borau; compartían cines tanto Goldfinger
como Desde Rusia con amor a mayor
gloria de James Bond; Sam Peckinpah intentaba sacar a flote su Mayor Dundee; la gente se reía a
mandíbula batiente con Jerry Lewis y Tony Curtis en la maravillosa comedia de
enredo Boeing, Boeing, de John Rich;
Frank Sinatra se evadía de los nazis en un viaje improbable en tren en El Coronel Von Ryan, de Mark Robson;
Anthony Quinn se marcaba un baile mítico en Zorba,
el griego, de Michael Cacoyannis; John Ford realizaba su último western con El gran combate; Alexander MacKendrick reunía a Anthony Quinn y a
James Coburn para la perturbadora Viento
en las velas; también se estrenaba con retraso ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan y se disfrutaba del primer Oscar a un
actor protagonista de color como Sidney Poitier en Los lirios del valle.
No fue un gran año…pero hay que
ver qué diferencia con la cartelera que nos podemos encontrar hoy en día. Sin
embargo, desde el mismo momento en que se anunciaron las nominaciones hemos
podido comprobar que el nivel ha subido ligeramente, que el Oscar, aunque
tímidamente, ha experimentado un pequeño y esperanzador renacimiento en la
calidad de las películas nominadas. Y eso, se mire como se mire, es una buena
noticia para cualquier cinéfilo que, de verdad, ame al cine.
El premio a la mejor película
será, sin duda, para El renacido, de
Alejandro González Iñárritu. Con ecos de Las
aventuras de Jeremiah Johnson, de Sidney Pollack y con un estilo
marcadamente perfeccionista que por momentos recuerda a Stanley Kubrick es una
película de supervivencia, de misticismo, de venganza y de Naturaleza extrema
que no ha gustado a todo el mundo pero ha sido difícil de realizar y no tiene
un rival que pueda hacerle sombra.
Como mejor actor parece que
tampoco hay duda de que, por fin, será el año de Leonardo di Caprio. Después de
cinco nominaciones es hora de que se le otorgue un reconocimiento a un hombre
que ha pasado de ser el niñato favorito de las quinceañeras a un actor hecho y
derecho, con recursos impresionantes, capaz de llevar él solo una película sin
apenas diálogos y con una presencia en pantalla que llega a ser magnética, atractiva
y que le convierte en uno de los mejores actores de su generación.
Puede que el Oscar a la mejor
actriz esté un poco más abierto pero es más que posible que el premio vaya para
Brie Larson por su papel de abnegada madre en Room, una película, cuando menos, curiosa que narra el terrible
drama del secuestro de una joven prolongado a través de los años por parte de
un hombre con el que llega a tener un hijo sin renunciar en ningún momento a la
libertad. Lo bueno del papel de Brie Larson es que huye de las estridencias y
de los desgarros, está complicadamente sobria en todo momento sin renunciar al
dramatismo y consigue un raro equilibrio que la coloca por encima de sus
competidoras. Además así la Academia cumple con creces con el consabido premio
para el cine independiente..
En el apartado de mejor actor
secundario la Academia se decantará por el premio a un personaje que nos ha
estado entreteniendo, de una u otra manera, durante más de cuarenta años y ése
no es otro que Rocky Balboa interpretado de principio a fin por Sylvester
Stallone, en esta ocasión en la menos que mediocre Creed. Un premio injusto porque el ganador moral debería ser Mark
Rylance por ese espía gris e impasible de El
puente de los espías (probablemente una de las mejores películas del año a
la altura de El renacido). Hollywood
siempre tiene algún premio compensatorio y esta es la categoría en esta
ocasión.
El premio que más abierto está es
el de mejor actriz secundaria. Es muy posible que la que se lleve el gato al
agua sea Alicia Vikander por La chica
danesa pero está rondándolo muy cerca una excepcional Rooney Mara por Carol. Personalmente creo más meritorio
el trabajo de la segunda pero me temo que aquí su crítico favorito se va a
equivocar. Sin olvidar la opción Winslet por la muy mediocre Steve Jobs o incluso la intensa Rachel
McAdams por la excelente Spotlight.
El director ganador será
Alejandro González Iñárritu por El
renacido. Rodaje difícil, película excelente, actores a un gran nivel (no
olvidemos que, además del enorme trabajo de di Caprio también anda por ahí un
fantástico Tom Hardy), técnica impecable, fotografía esplendorosa…tiene todos
los ingredientes para ganar. Eso sí, que el mejicano se despida de otro premio
hasta dentro de muchos, muchos años.
La mejor película de habla no
inglesa tiene una clara favorita con El
hijo de Saul, producción húngara dirigida por Laszlo Nemes. Hace muchos
años que no se premia a una película de Hungría (que yo recuerde desde que
Istvan Szabo lo ganó en 1981 con Mephisto
basándose en la novela de Klaus Mann) y además es la mejor. Quizá la francesa Mustang, de Denis Gamze Erguven tenga
sus opciones pero son mínimas frente al huracán del este.
Spotlight tendrá su premio al mejor guión original y algo más
abierto se presenta el de guión adaptado con opciones para La gran apuesta aunque en mi gusto personal entra mucho mejor una
película de enorme sensibilidad y buen hacer como Brooklyn. En todo caso, habrá que estar atentos para ver si este
crítico se equivoca como es habitual y si Hollywood sigue, poco a poco,
renaciendo en el imaginario de tantos espectadores que estamos ávidos de
historias buenas que nos trasladen de esta realidad en la que ninguno quisimos
vivir. Para eso están los sueños. Para eso está el cine.