Si queréis escuchar el interesante debate que sostuvimos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla a propósito de "Klute", de Alan J. Pakula, podéis hacerlo aquí.
Tal vez, en algún lugar haya un
hombre honrado dispuesto a defender los intereses de la mayoría. Tal vez le
muevan el bien público o, a lo mejor, la simple expresión de la bondad humana
que debe vertirse sobre los demás. Quizá de tras de este gran hombre haya una
gran mujer que le esté recordando continuamente cuál debe ser su sitio, hasta
dónde puede llegar su vanidad, cuáles son los pasos más adecuados para lidiar
con esa bestia insaciable que es la política y que devora personalidades a la
velocidad de un tren. Puede que ese hombre, en el fondo, no sea más que objeto
de manipulaciones interesadas del grupo de presión de turno porque tiene
imagen, llega con lo que dice, sabe decirlo. Y a veces, se cede un poquito. Y a
veces, un poquito más. Y luego, otro poquito. Hasta que llega un momento en que
el pensamiento se corrompe, el poder se convierte en el objetivo, el bien común
interesa poco, solo como disfraz para todas las acciones, buenas o malas. Es
fácil caer en la tentación de sentirse poderoso. Es embriagarse con la
posibilidad de que, con un solo movimiento de dedo, hay decenas de personas
dispuestas a complacerte. Es darse cuenta de que, con una mirada, a todos los
demás les entran escalofríos de temor. Es ser consciente de que una palabra
puede acabar con una idea, con un intento, con una intención y con una
atención. Y además es una palabra muy fácil de pronunciar. Solo tiene dos
letras.
Las cosas no salen como se
esperaba precisamente porque el aspirante dice esa palabra pero al receptor
equivocado. Es un “no” que no cambiará la vida de la gente aunque sí les
enseñará a pensar un poco más sobre el sentido de su voto, de su valor como
ciudadanos de una democracia. Es un “no” que conlleva una renuncia pero ése es
un precio muy bajo a pagar cuando uno se da cuenta de que lo verdaderamente
valioso es lo que siempre ha tenido. El amor de ella. Y los han intentado
separar. De la forma más torticera y mezquina posible. El estado de la unión no
es ese sueño federal de una comunidad que se adhiere a una nación por
conveniencia. El estado de la unión es esa forma que tiene el ser humano de no
sentirse solo y de saber que siempre será tenida en cuenta su opinión, su
personalidad y su sueño de paz y tranquilidad.
Tracy y Hepburn, una vez más,
dando un par de lecciones de interpretación y de humanidad en una de esas
películas que te hacen mejor persona y con más sentido para amar lo que
realmente se tiene. Detrás de ellos el americano perfecto que era Van Johnson y
las fuerzas ocultas y siniestras que se agazapan detrás de todo juego político
con los rostros de Adolphe Menjou y Angela Lansbury y que se encargan de llenar
de ruido la mirada limpia de un hombre que quiere hacer algo por los demás pero
sin llegar a vender su alma. Y de todo eso, Frank Capra sabía un poco. La
palabra, ahora, la tenemos nosotros.